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2010/05/03

LPG-Pacto fiscal, crecimiento y desarrollo

 Por tanto, además de un pacto fiscal se necesitará también un pacto por el crecimiento económico, la inversión y el empleo...

Escrito por Roberto Rubio-Fabián.03 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica.

 

De la lectura de las proyecciones fiscales de mediano plazo (2011-2015), sobre las cuales se basó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, se pueden hacer algunas reflexiones.

En primer lugar, un pacto fiscal se hace necesario. Para que las proyecciones y los compromisos se cumplan, y se mantenga un cuadro de estabilidad macroeconómica, se plantea subir la carga fiscal (relación deuda/PIB) aproximadamente en un 1% anual, hasta llegar al 17% en 2015.

Ahora bien, subir la carga fiscal a tal nivel no es tarea fácil, sobre todo si las proyecciones suponen que la economía crecerá a un promedio del 3.1% en el período. El gobierno bien podría contar con la mayoría simple legislativa para aprobar las reformas que requieren tal meta fiscal. Sin embargo, las reformas fiscales generan resistencias y costos políticos. Por tanto, si el gobierno quiere ir más allá de la formalidad de la aprobación legislativa, y desactivar resistencias que permitan una mayor efectividad en los resultados de las reformas, así como disminuir los costos políticos de las mismas, entonces no tiene más remedio que buscar un serio y amplio pacto fiscal.

En segundo lugar, un pacto fiscal como el visualizado solamente permitiría lograr un escenario de estabilidad macroeconómica. En efecto, con la meta de llegar al 17% de carga fiscal en 2015 se lograría ir cubriendo los déficit de caja y mantener cierto equilibrio macroeconómico: bajar los niveles de endeudamiento (de casi un 50% del PIB en 2010 al 43.8% en 2015), alcanzar balances primarios positivos a partir de 2012, evitar que suba mucho el spread, mejorar nuestras calificaciones de riesgo y el valor de nuestros bonos soberanos.

En tercer lugar, el pacto fiscal es necesario para mantener estabilidad macroeconómica pero absolutamente insuficiente para lograr escenarios de crecimiento y mucho menos de desarrollo. Bajo las posibles metas del pacto (17% de carga fiscal, deuda en 43.8% del PIB) y sus supuestos (crecimiento de 3.1%), la inversión pública y el gasto corriente se mantienen congelados en sus bajos rangos históricos (inversión pública alrededor del 3% del PIB y gasto corriente alrededor del 17% del PIB). O sea, bajos niveles de inversión y gasto público que no están a la altura de un Estado que quiere contribuir activamente al crecimiento económico. Con tales niveles raquíticos de inversión y gasto público jamás enfrentaremos adecuadamente los acumulados déficit sociales, ni se tendrá buena capacidad de respuesta a las crecientes demandas sociales o a las consecuencias derivadas de los eventuales desastres naturales, ni cumpliremos ni de cerca los Objetivos de Desarrollo del Milenio en 2015, ni se tendrán los fondos estatales que se requieren para impulsar una estrategia de crecimiento y desarrollo, ni se tendrá margen para políticas keynesianas o anti cíclicas.

En cuarto lugar, si el pacto fiscal solamente proporciona un entorno estable para nuestra dinámica económica, pero no en sí su dinamización, si solamente sirve para calmarle las aguas y los vientos al barco pero no para moverlo ¿qué es lo que se necesita para moverlo? Sin duda alguna en primera fila de los motores económicos encontramos el incremento de la inversión privada y del empleo. Por tanto, además de un pacto fiscal se necesitará también un pacto por el crecimiento económico, la inversión y el empleo, el cual debe contemplar, por parte del gobierno de turno, la creación de condiciones que estimulen la inversión y el empleo. Y esto pasa por la seguridad ciudadana, la jurídica, las políticas sectoriales, la estabilidad democrática, etc.

En quinto lugar, el pacto fiscal y el pacto por el crecimiento, la inversión y el empleo necesitan enmarcarse en una mínima apuesta de desarrollo de largo aliento, en una estrategia compartida de desarrollo. Y esto requiere de un Pacto de Nación, que entre otras ventajas, aclarará los destinos de los ingresos públicos logrados con el pacto fiscal, así como dará mejor rumbo, atracción y previsibilidad a las inversiones nacionales y extranjeras. Pero ante todo, deberá ser un pacto que permita transformar los esfuerzos fiscales y el crecimiento en desarrollo.

Sexto, para que un Pacto de Nación transforme el crecimiento en desarrollo, no solo se necesitan compromisos y esfuerzos estatales, sino también del sector privado y empresarial. ¿Estarán dispuestos algunos de ellos a abandonar su visión cortoplacista, su desmedido afán de lucro, su insensibilidad social y ambiental, sus pocas o nulas apuestas por la equidad, sus prácticas poco competitivas y abusivas, su carácter rentista? No hay que olvidar que un pacto, sea fiscal, de crecimiento o de Nación trata no solo de beneficios sino también de sacrificios compartidos.

Pacto fiscal, crecimiento y desarrollo

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