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2010/05/03

LPG-ARENA: LA OPORTUNIDAD DE CONVERTIRSE EN PARTIDO

Como todos los procesos políticos evolutivos cuando parten de distorsiones y carencias bien arraigadas en las estructuras de la realidad, el proceso democrático salvadoreño muestra contrastes y aun contradicciones que pueden llegar a parecer inverosímiles.

Escrito por David Escobar Galindo.03 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica.
 

Citemos uno de esos contrastes, de seguro el más revelador de las dificultades propias de un avance como este en el que estamos inmersos desde hace un cuarto de siglo, y, de manera mucho más explícita, desde la firma del Acuerdo de Paz: el proceso tiene una gran fuerza impulsora interna, de naturaleza histórica, alimentada por la voluntad ciudadana inquebrantable de irlo construyendo progresivamente; pero los actores políticos del mismo no acaban, a estas alturas, de definirse y de actuar como tales. En otras palabras: el proceso avanza pese a las retrancas que le ponen, a cada paso, las organizaciones políticas, que deberían ser sus principales instrumentos motores.

En ese panorama, el caso del partido ARENA es especialmente ilustrativo. ARENA ganó la Presidencia de la República en 1989 y en 1994 por energía propia; y siguió ganando la Presidencia en 1999 y en 2004 ya más que todo por efecto de las incapacidades coyunturales del FMLN para presentarse ante el electorado como opción de alternancia. Esto tuvo un reflejo indudable sobre el desempeño político concreto. En los diez años transcurridos entre 1999 y 2009, el partido ARENA sufrió un desgaste acelerado, y al no haber una estructura interna sólida y permanente, ese desgaste derivó inevitablemente hacia los personalismos arbitrarios. Ejemplo vivo de ello son, de manera muy puntual, el “COENA empresarial” del período Flores y el “COENA prácticamente unipersonal” del período Saca. Mientras hubo poder, aquello pareció no sólo sobrellevable, sino consistente. Al no haber poder, fue inocultable la imposibilidad de superar la adversidad.

ARENA perdió las elecciones presidenciales, como era previsible. El desgaste es un factor de alta perturbación visual. Y la pérdida de las elecciones se le convirtió de inmediato en un traumatismo doble: la fuga geográfica y el síndrome del avestruz. Ambas cosas representan efectos de la falta de una estructura partidaria sólida, capaz de encajar vicisitudes y contingencias que son naturales en cualquier proceso, y más aún en un proceso democrático. Ahora, tanto los que se han quedado como lo que se han ido tendrán que enfrentarse, cada uno por su cuenta, a su propio maleficio anunciado, para ver quién sobrevive: el que vuelve después de ser derrotado o el que prospera luego de ser disidencia. Desde luego, ni unos ni otros proceden por inocencia: en un caso y en el otro hay intereses que buscan autodefenderse. Desmenuzar este fenómeno autodefensivo necesitaría no una columna más, sino varias.

Pero así como están las cosas, y con todos los enredos habidos y por haber, a la ARENA que se ha quedado con la marca y con las estructuras tradicionales podría estársele presentando, en medio de la turbulencia, una oportunidad sin precedentes, porque es fruto de la necesidad: la oportunidad de institucionalizarse de veras como partido. Hay que decir con franqueza que en El Salvador tenemos organizaciones partidarias, pero aún no tenemos instituciones partidarias. Y por supuesto no es lo mismo.

Ser partido es tener cuerpo estructurado de ideas, armazón jerarquizada funcional, mecanismos internos de formación y depuración, dinamismos financieros controlados y transparentes, independencia equilibrada frente a los poderes fácticos. Y con todos esos requisitos en cuenta, fácilmente se colige que ninguna de las entidades partidarias ha llegado a ser partido con todas las de la ley. La adversidad puede ser, si se asume con audacia y sinceridad, un hada madrina de primera. Y por estar en la más adversa de las condiciones, ARENA podría ser ahora mismo la fuerza más apta para reconvertirse. ¿Será capaz de verlo así? Y, de poder verlo, ¿sería capaz de tirarse al ruedo de su propia transfiguración? Es dudoso, pero no imposible. Tendría que soltar coyundas, exponerse a la inseguridad de lo verdaderamente nuevo, dejar de temerle a la autorreflexión. Un punto clave es el comando. Figuras realmente inéditas, que abanderen la renovación creíble.

El futuro inmediato dirá quién prevalece: el estanque o el manantial, y no sólo en un partido, sino en el sistema de partidos en general. Lo cierto, en todo caso, es que ya nadie puede seguir sacando réditos del pasado. La política rentista, en cualquier sentido que esto se tome, parece destinada al agotamiento. Y ojalá sea así, irreversiblemente.

ARENA: LA OPORTUNIDAD DE CONVERTIRSE EN PARTIDO

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