Probablemente pocas veces hemos reflexionado sobre el impacto que puede tener la violencia actual sobre el desarrollo y el destino de toda una nación. Recientemente fue asesinado, a sangre fría, el joven de 19 años José Misael Leiva, estudiante de primer año de Medicina, cuando abordaba el transporte que todas las mañanas utilizaba para dirigirse hacia la universidad. Es probable también, que para aquellos que lean estas líneas la noticia haya pasado desapercibida, al igual que la muerte de los 3 profesores del Centro Escolar del cantón El Ángel.
Escrito por Víctor Edgardo Segura Lemus.25 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica.
La violencia se ha convertido en nuestra rutina visual y auditiva diaria, en las calles, la televisión o en los medios escritos, sea de mañana o noche, nos ha robado la tranquilidad y ahora la paz. Las muertes de tantos justos parecen quedar en anónimo silencio alargando tan solo las estadísticas ya existentes. ¿Por qué mueren los mejores hijos? ¿La muerte de José Misael y la de los maestros no han de causarnos consecuencias a todos? Reflexionando sobre estas preguntas quisiera imaginar la historia si hubiesen asesinado a David en su juventud, a Noé antes de construir el arca o si Herodes hubiese logrado su objetivo. ¿Cuál era el destino de José Misael? Esas manos que se entrenaban para salvar vidas fueron cortadas por otras que presionaron el gatillo de un arma, mostrándonos de una manera cruel los contrastes de la vida que nos toca vivir en El Salvador. ¿A cuántas personas habrían salvado las manos y las acciones de este joven estudiante de Medicina? Mientras las manos del asesino siguen impunes en la rutina de exigir la “renta” que miles de salvadoreños tienen que pagar para no ser víctimas de un vil asesinato. Manos que salvan y manos que asesinan, manos que con una tiza enseñan sobre la vida y otras que con revólver en mano enseñan sobre la muerte.
¿Hasta cuándo hemos de tolerar tanta violencia?
No se trata de partidos políticos o de poder, la violencia nos afecta a todos, ricos o pobres, de derecha o izquierda, niños o adultos. Los mejores hijos mueren a manos de aquellos que fueron aleccionados con el desamparo social, la pobreza, inmigración o algún otro de los males estructurales crónicos que nos aquejan. Es necesario que todos luchemos en contra de este mal y a cada uno de nosotros la responsabilidad que nos toca, principalmente a las autoridades que no pueden repetir su queja de los desatinos de gobiernos anteriores, puesto que una vez obtenido el poder se adquiere también la responsabilidad y una vez pasados los años no podrá seguir culpándose a los que ya no están en turno de las decisiones de poder.
A la madre de José Misael podemos decirle que lamentamos el hecho sufrido, porque también sus amigos y maestros lloran su ausencia. A los salvadoreños que leen estas líneas hemos de invitarles a que reflexionemos sobre la necesidad de que cada pequeña acción de los mejores hijos de esta tierra cuenta como un aporte para la construcción del muro que hemos de construir como defensa en contra de la violencia, el terror y la inseguridad.
Herodes no pudo cometer su objetivo, Dios fue más grande que él, José Misael ha visto su rostro y goza de su presencia, galardón que solo pertenece a los justos de cuyas manos solo brota justicia, paz y benignidad.
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