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2010/05/17

LPG-La judicatura merece bastante más atención

Si algo está en la médula del proceso democratizador es el comportamiento confiable y eficiente de la justicia. Si la justicia funciona como se debe, la salud de la institucionalidad queda básicamente garantizada.

Escrito por Editorial.17 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica.

 
La judicatura es, según el Diccionario, el “cuerpo constituido por los jueces de un país”, y demanda en el nuestro más atención de la que institucionalmente se le viene prestando, tanto en lo formativo como en lo orgánico. La tarea de juzgar no es un mero acto de autoridad, sino que representa el ejercicio cotidiano más visible del Estado de Derecho. Por ello, contar con un cuerpo de juzgadores verdaderamente capacitados, actualizados y caracterizados en todo sentido es vital para el sistema.

La responsabilidad inmediata de garantizar lo anterior recae en el Consejo Nacional de la Judicatura y en la Corte Suprema de Justicia. Al Consejo le toca constitucionalmente asegurar “el mejoramiento en la formación profesional de los jueces y demás funcionarios judiciales” y proponerle a la Corte candidatos para los cargos jurisdiccionales correspondientes; y a la Corte le toca realizar los nombramientos. Es tarea compartida, y por eso resulta indispensable e inexcusable la armonía, sin dependencias ni pujas, entre ambos entes institucionales.

En las próximas semanas, la Asamblea Legislativa llenará, conforme al calendario legal, 5 plazas dentro del CNJ. El momento, pues, es oportuno para insistir en la necesidad de que, en este caso como en todos los otros, se elija a los más aptos en todo sentido, que muestren además comprobada independencia, tanto de líneas partidarias como de intereses específicos, aun personales. Y tal proceso no debería ser visto, en ninguna de sus etapas, como una campaña política o como un juego de repartos partidistas, sino como una real medición de méritos.

Una justicia confiable a plenitud

Si algo está en la médula del proceso democratizador es el comportamiento confiable y eficiente de la justicia. Si la justicia funciona como se debe, la salud de la institucionalidad queda básicamente garantizada. Y es esa salud la que permite la convivencia pacífica, la estabilidad y el desarrollo. En la base de todo se halla, pues, el efectivo y seguro imperio de la legalidad. Lo vemos en todas las sociedades bien organizadas y exitosas.

En nuestro caso, la justicia deja aún mucho que desear. Este es un hecho que va quedando cada vez más en evidencia en el ambiente. Y aquí también habría que hacer un buen ejercicio de transparencia, en las diversas decisiones que, en sus respectivos casos, corresponden a la Asamblea Legislativa, al Consejo Nacional de la Judicatura y a la Corte Suprema de Justicia. La sociedad está en el pleno e inequívoco derecho de conocer cómo se escoge y evalúa a todos aquellos que van a encargarse de administrar la ley.

La idoneidad y la intachabilidad se vuelven todavía más sensibles cuando se trata del sistema de justicia en todos sus niveles. El sistema hay que cuidarlo, desde la base hasta la cúpula, para que funcione como debe ser. Hasta la fecha, la justicia ha estado en una especie de nicho, lo cual promueve ese absurdo sentimiento de intocabilidad que muchos confunden con independencia. Si algo debe ser transparente al máximo es la justicia, para merecer la credibilidad que es factor determinante de la buena marcha del país.

La judicatura merece bastante más atención

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