Escrito por Andrea María Gómez Berríos.19 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica.
La Alcaldía de San Salvador desalojó del Parque Infantil a un grupo de vendedores que ha estado haciendo, durante años, su venta sobre las aceras de esa zona. En su lugar, la municipalidad colocó unas palmeras que consideró embellecerían un área que por tanto tiempo contribuyó a la condición antiestética de San Salvador. Al día siguiente los vendedores derribaron las plantas que habían sido primorosamente colocadas por la alcaldía.
Comportamientos como este son el pan de cada día en la capital y en el resto del país. Hay personas que lanzan basura a la calle, que manchan paredes y postes con parafernalia política, que no dudan en hacer sus necesidades en la vía pública, que contaminan el aire con las emisiones de sus descuidados automotores y un sinfín de conductas que reflejan la carencia de modales básicos que adolece la población. Me pregunto ¿será que estas personas no quieren un país limpio y ordenado? ¿Será que no se sienten motivadas a ver un El Salvador atractivo y agradable donde vivir?
La respuesta es “No”. No es que los salvadoreños no queramos vivir en un país limpio, lo que pasa es que a determinados segmentos no se les ha enseñado a amar y respetar a su país como para cuidarlo e indignarse ante comportamientos como el que he descrito. Y claro, ¿cómo se puede amar lo que no se conoce?, ¿cómo cuidar algo que no se valora? La mayoría de gente ignora la riqueza de nuestro patrimonio cultural y menosprecia lo suyo y alaba lo extraño.
El amor a la patria y el importe cultural se adquiere desde la infancia; la cultura entendida como el arte, la literatura, la música y todo lo que conforma la identidad de un pueblo. En otros países a los niños se les inculca el amor por el arte y la música desde muy tempranas edades. Los museos tienen como sus más frecuentes visitantes a grupos de pequeños alumnos, experiencias que seguramente les perduran por el resto de sus vidas e influyen en la visión que tienen del mundo.
El 18 de mayo se celebró el Día Internacional de los Museos y también el aniversario del Museo de Arte (MARTE) de El Salvador. En el MARTE se alberga cualquier cantidad de obras que son un verdadero orgullo nacional. Los trazos de ilustres salvadoreños como Benjamín Cañas, Rosa Mena Valenzuela, Salarrué y Toño Salazar, por solo mencionar algunos, cuentan la historia de nuestro pueblo a través de sus ojos de artistas. Es sorprendente descubrir que la mayoría de jóvenes y niños que visitan el MARTE jamás ha puesto un pie dentro de un museo y nunca ha escuchado los nombres de los artistas que han pintado los cuadros que en sus paredes se encuentran.
Los logros de la educación cultural que el MARTE ha conseguido son tres: preparar a niños con criterio, prepararlos para ser ciudadanos ejemplares y enseñarles a reconocer la belleza en lo que les rodea. Un niño con sensibilidad hacia su historia cívica y los logros de sus predecesores se convierte en un adulto que piensa dos veces sobre contribuir al desorden de una ciudad, reconoce su belleza y la necesidad y obligación de cuidarla.
El séptimo aniversario del MARTE es una excelente oportunidad para que los padres salvadoreños se sientan inspirados a conocer un poco más de su historia y a hacer a sus hijos partícipes de la misma. Pues al final, en las palabras de José Martí, “la madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la república y el remedio de sus males es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura”.
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