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2010/05/18

LPG-Causas y cauces del malestar

El problema es que el desencanto, igual que antes el entusiasmo y la ilusión, puede ser un mal consejero y provocar reacciones que, lejos de contribuir a enmendar, hacen las cosas todavía más difíciles.

Escrito por Joaquín Samayoa.19 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica.
 

La esperanza que pudo haber generado el triunfo del FMLN en las elecciones presidenciales se ha ido desvaneciendo. La dirigencia y las bases más radicalizadas de ese partido han visto, primero con incredulidad y luego con creciente enfado, cómo el presidente evade las trampas ideológicas y se niega a ser un peón partidario. La gente más moderada, tanto de izquierda como de derecha, celebra la resistencia del presidente a dejarse arrastrar por la ola bolivariana, pero no encuentra muchas otras razones para sentirse optimista.

La frustración y el malestar que caracterizan los ánimos de la población tienen raíces objetivas y subjetivas. Por una parte, ha transcurrido ya el primer año del gobierno de Mauricio Funes y no se ven señales de reactivación económica ni logros significativos en el combate contra la criminalidad. Mucha pena y poca gloria, porque además las expectativas que se tenían eran poco realistas, tanto en lo concerniente a la complejidad de los problemas como en lo que atañe a las capacidades, la personalidad y las ideas políticas del ciudadano a quien se le encomendó la conducción del país después de 20 años de gobiernos de ARENA.

La ideología había impedido a muchas personas el ejercicio del pensamiento crítico en el análisis de las realidades económicas, políticas y sociales. Pensaban que la persistencia de los problemas y de las lacras sociales se debía única o principalmente a la falta de voluntad política de los gobiernos de turno o al compromiso de los mismos con los grupos tradicionales de poder económico, en detrimento de las necesidades de las mayorías marginadas o menos privilegiadas.

En congruencia con esa forma de pensamiento mágico, estaban convencidos de que el FMLN tenía las claves de solución a todos los problemas. Pensaban también que Mauricio Funes sería un presidente dócil, no a los poderes tradicionales sino a los poderes emergentes. Era la fórmula ideal. Un partido que se autoproclamaba único defensor legítimo de los intereses populares, poseedor del monopolio del conocimiento y la virtud, y un presidente dispuesto a hacer lo que el partido mandara.

Era, efectivamente, la fórmula ideal, pero no para el éxito sino para el desencanto. La realidad siempre encuentra la manera de imponerse sobre la fantasía. Resulta que ni los problemas son tan sencillos, ni los cursos de acción tan claros, ni la cúpula del FMLN tan incorruptible e iluminada, ni el presidente tan dócil o tan apto para remar en aguas turbulentas o siquiera para encontrar el rumbo en medio de una nubosidad tan espesa.

El problema es que el desencanto, igual que antes el entusiasmo y la ilusión, puede ser un mal consejero y provocar reacciones que, lejos de contribuir a enmendar, hacen las cosas todavía más difíciles. Ese es ciertamente el caso de los que le han declarado la guerra al presidente, generando un clima social de caos que favorece el auge delincuencial y anula las ya precarias condiciones de posibilidad para la reactivación económica, la recuperación del empleo y la capacidad del Estado para financiar una agenda social.

Es el caso también del partido de gobierno, cuya dirigencia piensa que puede desembarazarse tranquilamente de las responsabilidades que le otorgaron los ciudadanos al marcar su bandera, no el nombre de Mauricio Funes, en la boleta electoral. Por evitar que les salpique y los manche la frustración popular, el FMLN toma distancia, se desmarca, confronta y hasta socava la gestión presidencial, contribuyendo a que el gobierno, que es tan suyo como lo es del presidente y de su gente de confianza, sea peor de lo que hubiera sido.

Sin haber hecho todo el esfuerzo necesario para ejercer liderazgo en su propio partido, en las organizaciones económicas y sociales y ante los ciudadanos comunes y corrientes, el presidente se ha limitado a usar el fraccionamiento y la debilidad de los partidos de oposición para conseguir apoyos efímeros en la Asamblea Legislativa, y cierra su primer año dando un mal paso al intentar revivir un movimiento ciudadano que antes tuvo una meta clara pero ahora carece de rumbo, estrategia y asideros.

El lanzamiento del “movimiento ciudadano por el cambio” fue una salida en falso, un patético hecho político que ha puesto en evidencia la mala asesoría que está recibiendo el presidente y el aislamiento en que se encuentra, a pesar de los elevados índices de aprobación que hasta ahora han revelado las encuestas.

Sigue aún pendiente el desafío de aliviar la frustración y capitalizar la buena disposición de la mayoría de salvadoreños.

Causas y cauces del malestar

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