Escrito por Norma Guevara de Ramirios.03 de Mayo. Tomado de La Página.
En la comparecencia del Ministro de Hacienda ante la Comisión de Hacienda y Especial del Presupuesto la semana pasada, quedó claramente establecido que el endeudamiento del Estado, es una expresión clara de una debilidad estructural que el país arrastra desde hace 20 años.
Nunca fueron suficientes los ingresos tributarios para pagar los gastos del Estado, el déficit fiscal ha sido un resultado permanente de la gestión pública; independientemente de los pequeños lapsos de crecimiento de la economía, de las ventas del patrimonio estatal y del endeudamiento. Indudablemente, a pesar del adorno que se le ponga al destino de los préstamos, en suma, ellos limitan el desarrollo, expresan la debilidad e insuficiencia del país para su despegue.
Sin el endeudamiento previsto por el gobierno del Presidente Mauricio Funes, el país debe al año 2009, un total de 11,172 millones de dólares, el equivalente a 57.6% del PIB (incluyendo la deuda de pensiones). La primera consecuencia del endeudamiento es sencillamente su peso en el presupuesto por lo que anualmente debemos pagar en intereses y en abono a capital, que ronda en 20 a 24 centavos de cada dólar del presupuesto; esto significa que de los impuestos que pagamos, una cuarta o quinta parte es para pagar el servicio de la deuda.
En 2009, durante la transición de Saca a Funes, el déficit para pagar la gasolina de las patrullas de la PNC y a una cantidad de empresas que le fiaban al gobierno era la expresión más nítida de un agravamiento de la crisis, así se manifestaba este problema estructural y los efectos de la crisis internacional en nuestro país; en esa transición hubo que aumentar la deuda en más de mil millones de dólares, aún así, el Ministro Cáceres cuenta que encontró como deuda adicional, más de 50 millones que su antecesor había usado de los fondos ajenos en custodia.
Sólo en 2009, se pagaron 523 millones en intereses, y 311 millones en abono a capital, en 2010, se aumentarán uno 87 millones a lo pagado, y en 2011, todo eso casi se duplicará.
No cabe duda de que la deuda acumulada, que es una obligación pagar, tiene un peso enorme en el presupuesto, de manera que deja sin espacio para invertir, y otra vez el círculo vicioso lleva a repetir la misma dosis de la amarga medicina del endeudamiento si se quieren hacer unas cuantas inversiones en calles, hospitales o programas de asistencia a los sectores más vulnerables; por eso no cabe duda de que ese desproporcionado endeudamiento es un lastre para el desarrollo aunque venga envuelto en dulce miel de apoyo a los más pobres. Esa es la dura y cruda realidad.
Pero a diferencia de otros tiempos, ahora debemos y podemos cumplir el deber de ponerla de modo claro ante los ojos de la gente y dejar de vitorear como si fuéramos una sociedad mejor equilibrada.
Debemos más que Honduras y Guatemala, más del doble de cada uno de esos países; invertimos menos en lo social. Costa Rica invierte en ese concepto 15.7% de su PIB; Honduras y Nicaragua invierten 10.7%, Guatemala el 5.8% y nosotros en El Salvador apenas 5%.
La calidad de la deuda heredada explica que los gobiernos anteriores gastaron en lo que quisieron ese endeudamiento, sólo en bonos, el endeudamiento totaliza 4,040 millones contraídos entre 2001 y 2009, eso quiere decir que ese dinero servía para gasto corriente y no tenía destino marcado; pero también préstamos con destino específico como el contraído para el anillo periférico y para la red de hospitales se esfumó sin que las obras previstas se ejecutaran. Ahora, justamente para esas dos obras, hay que volverse a endeudar.
La dolarización está en el corazón de las condiciones de esos préstamos y de los futuros préstamos, mantenerla aunque nos cueste más caro es parte de las condiciones, por eso se puede concluir que juntos, la dolarización y la deuda externa están frenando la posibilidad que el Estado asuma su papel de impulsor del desarrollo social, económico, cultural y democrático. Ambos reducen la soberanía del pueblo, ambos atan y crean cadenas que obligan al país y sus gobiernos a condicionalidades examinadas por otros y que cada vez que se renuevan se presentan como la magia para sobrevivir y desarrollarnos.
En el momento preciso que inicia el endeudamiento del nuevo gobierno, se requiere que la sociedad en su conjunto sepa la verdad, y sepa además, que esa piedra pesada del endeudamiento y la dolarización, están arrastrando al país hacia la profundidad de la crisis estructural, es obligado pensar nuevos caminos para salir adelante.
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