Escuchando al ministro de Economía de Chile, Hugo Lavados, se oyen dos mensajes fundamentales: 1) Hay que hacer crecer la red de protección social y 2) Para disminuir la pobreza es necesario crecer, y para crecer hay que atraer inversión extranjera y para que esa inversión se dé, lo más importante para el inversionista es darle seguridad, que sepa que el Gobierno no le cambiará las reglas de un momento a otro, ni favorecerá al de su agrado, en el plazo largo en el que se espera el retorno de las inversiones. Esos son dos de los grandes pilares del éxito chileno.
Escrito por Rafael Castellanos. Jueves 19 de Noviembre. Tomado de La Prensa Grafica.
El mensaje no es nuevo, lo escribimos en FUSADES, aprendiendo precisamente de los chilenos en 1988, haciendo el plan quinquenal para el siguiente gobierno. INCAE lo predica permanentemente como uno de los requisitos para el crecimiento económico y el desarrollo sostenible. Estamos seguros que el presidente Mauricio Funes y la mayoría de su gabinete así lo entienden. Pero no todos, y del dicho al hecho hay mucho trecho.
La red social se construye con fondos que hay que recaudar de una producción mayor, del crecimiento de la economía que produce mayores impuestos; recaudados con efectividad. El PIB per cápita de Chile es aproximadamente $18,000; el nuestro dependiendo de cual medición usemos es $4,500.
Chile está dirigido por un gobierno socialista y ha sido manejado por gobiernos de izquierda desde la caída de Pinochet, pero los chilenos han sido sabios y no cambiaron las políticas económicas exitosas que venían de esa época. No contaminaron economía con ideología, ni la pensaron con el hígado. Allí están los resultados, son el país más desarrollado de América Latina y pronto entrarán en la categoría de país desarrollado.
Chile nunca creó desconfianza ni incertidumbre a inversionistas nacionales ni extranjeros, la inversión se ha seguido dando por décadas y la acompaña el crecimiento y la disminución de la pobreza. Tienen a cerca del 20% de sus habitantes en pobreza y solamente alrededor del 7% en pobreza extrema.
¿Podemos ser como Chile? ¿Podemos dar ese clima de seguridad a los inversionistas? ¿Podemos crecer y desarrollarnos sosteniblemente a esos niveles? La respuesta a todas esas interrogantes debiera ser sí, pero ahora es más bien, “depende”. No como la canción de Jarabe de Palo, “¿De qué depende? de según como se mire, todo depende”. Depende de esos consejos del ministro de Economía chileno.
Tenemos al gobierno de Funes y la mayoría de su gabinete tratando de dar confianza y hacer bien las cosas, en jaloneo constante con los duros del FMLN, que hacen exactamente lo contrario, siembran dudas y temores a los inversionistas, en parte por eso se mueve poco la economía.
Cuando José Luis Merino declara sin rodeos que el objetivo de su partido es hacer de El Salvador un Estado comunista, asusta la inversión. Cuando el presidente Funes correctamente instruye que no se politice partidariamente la ayuda a los damnificados y afectados por la tragedia del Ida, y vemos en los periódicos las mesas de distribución de ayuda con gente enfundada en chalecos del FMLN, no ayuda a la confianza.
Verapaz pronto será un símbolo de esa batalla. El presidente queriendo hacer bien las cosas, como predicaba desde la televisión en 2001, y ahora, las ironías de la vida, enfrentándose a que no se partidice la ayuda y a una probable reconstrucción a la venezolana, con las condiciones de Hugo Chávez, como sucedería en Comasagua en 2001.
No da confianza al inversionista y no ayudarán a hacer crecer la economía, los movimientos que se ven en el Ministerio de Educación, apuntando a convertirlo en un instrumento del cambio revolucionario.
Nos encontramos atrapados en esa complicada dicotomía.
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