Veintitrés años han pasado del catastrófico sismo en este Valle de Salcoatitán que, cual pequeña tierra prometida, fue escogido por aquellos prístinos refundadores que un día de 1545 decidieron abandonar definitivamente el pedregoso pero seguro Valle de la Bermuda.
Escrito por Gilberto Aguilar Avilés. Jueves 19 de Noviembre. Tomado de La Prensa Grafica.
Este artículo solo pretende, al recordar nuestro infortunio del anterior octubre, consignar unos breves testimonios y gráficos de algunos de los terremotos más destructores en el pasado. El hecho de que permanezca aquí la castigada capital es una prueba más de que los hombres, generalmente, determinan sus vidas por criterios no lógicos. W. Kennedy, capitán de una fragata inglesa que acudió en auxilio durante el terremoto de 1873, dejó consignadas estas palabras, que todavía tienen actualidad: “Parece extraño que a pesar de tantos terribles desastres que han destruido a San Salvador, sus habitantes se encuentran siempre deseosos de edificarla de nuevo en el mismo punto”.
1575, 23 de mayo. “Un terremoto los derrocó y molió todas sus casas que aunque muchas eran fuertes y buenas, se cayeron y abrieron: fue el más espantoso que jamás se ha visto (...)” (García de Palacio). “(...) Todo se vino al suelo y fue tan notable el estrago que la Audiencia de la Ciudad de Santiago, los envió a consolar con un religioso, ofreciéndoles ayuda en todo lo que tuvieren necesidad (...)” (Remesal).
1594, 21 de abril. “(...) Otro movimiento sísmico, de proporciones aterradoras destruye por entero la floreciente ciudad (...) las dificultades eran agobiantes en tal medida que siete años después se encontraba gran parte de la ciudad por tierra, teniendo su cabildo que implorar (de Guatemala) la concesión de mercedes que aliviaran su situación” (Barón Castro).
1658 (¿1659?), noviembre. “La ciudad de San Salvador no estuvo libre de terremotos y demás estragos de esta clase por el volcán en cuya falda está situada (...) ha derribado la iglesia parroquial y su alcalde mayor para su socorro y reedificación había recogido mil pesos y solicitó excepción temporal de alcabalas a su vecindario” (García Peláez). “(...) Reventó por un gran llano que está entre aqueste volcán y el pueblo de Opico, y todo aquel llano estuvo como una caldera que hervía (...) se volteaban los árboles, como en una masa espesa (...) y llenó todo aquel campo de aquesta materia, haciendo como torres que de lejos parecía una gran ciudad” (P. Ximénez, citado por Lardé).
1719, 5 de marzo. “(...) El que se sobrevino a la medianoche del mismo día arruinó enteramente la ciudad de San Salvador con sus templos y sus casas, en que se hallaron siete personas muertas, quedando abierta la tierra por todas partes (...) y experimentando el mismo estrago los más de los pueblos de su jurisdicción (...)” (De una Real Cédula citada por Lardé).
1798, 3 de febrero. “Ayer a las dos de la tarde se experimentó en esta ciudad el terremoto más fuerte que se haya sentido en ella (...) en efecto no ha quedado casa sin maltratarse (...) en términos de echarlas a tierra para evitar mayores peligros (...) con este motivo se halla la ciudad en consternación que a usted será fácil inferir, y yo sin poder dividirme en multitud de individuos para socorrer a tanto infeliz necesitado” (Informe del Intendente a Guatemala).
1815, agosto. “Que es público y notorio que en esta ciudad ha habido unos terremotos fuertísimos que han puesto en consternación al vecindario (...) los ha habido más fuertes en San Salvador en cuyas cárceles yacen sumergidos aquellos dos infelices, pudiendo considerarse cuál será mi aflicción por la suerte que les haya cabido, en un país amenazado de arruinarse y en que el más leve terremoto causa estragos (...). Los pobres presos ven su muerte en estos lances... (Continuará)
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