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2009/11/27

elsalvador.com :.: La hora de la verdad

La hora de la verdad

Escrito por Manuel Hinds. Viernes 27 de Noviembre. Tomado de El Diario de Hoy.

Hay un dicho muy viejo que dice que los países tienen los gobiernos que se merecen. El dicho debería de extenderse e incluir los políticos en la historia, cada país tiene los políticos que se merece. Al fin y al cabo los políticos responden a las demandas de los ciudadanos. Si el comportamiento de un político no corresponde a lo que sus electores piensan que debe comportarse, rápidamente desaparece de la escena, reemplazado por otro cuyo comportamiento sí satisfaga a dichos electores.
Esto es cierto no sólo de los políticos individuales sino también de la clase política como conjunto. El estilo de hacer política se ajusta a lo que la mayoría de la población considera que es aceptable. De esta forma, los políticos y su manera de hacer política son un reflejo de la sociedad. Así como viendo a una sociedad se puede inferir cómo son sus políticos, viendo a los políticos se puede inferir cómo es la sociedad. Si en el ambiente político predomina la corrupción y la falta de transparencia, por ejemplo, esto indica que en la sociedad tienden a predominar la ambigüedad y los grupos corruptos. Si en otra sociedad predominan los políticos racionales y probos y se siguen reglas claras y definidas, esto es signo inconfundible de que la sociedad es proba y racional y libre de ambigüedades.

En El Salvador, la manera de hacer política se ha ido degenerando paulatinamente hasta el punto que una de las bases de la democracia, la claridad de las ofertas electorales, se ha ido perdiendo hasta que ya prácticamente no existe. Hace unos años, a nadie le cabía alguna duda de las políticas que estaría apoyando al votar por un partido político. ARENA era un partido de derecha y el FMLN un partido de izquierda radical, que nunca dejó de anunciar que lo que quería era instaurar un régimen comunista en el país. La importancia de esa transparencia fundamenta l—que consiste en que los electores sepan por quién y por qué votan— es básica para el funcionamiento de la democracia. Su violación destroza la democracia en su fuente, ya que la desconexión entre lo que el electorado quiere y lo que los políticos electos lleva al caos, y de allí a tiranías impuestas supuestamente para impedir el derrumbamiento del orden social. Así, el cortar el nexo entre el electorado y los electos es el primer paso en el proceso que lleva de la democracia a la tiranía.

Desgraciadamente, este proceso ha comenzado a darse en el país, con la aquiescencia de la sociedad entera. Un ejemplo claro lo presentan los doce diputados que se separaron de ARENA y que ahora votan en todo lo importante con el FMLN, en contra del mandato de sus electores. Como resultado, el electorado, que creyó que iba a tener un equilibrio de poderes que aseguraría un gobierno moderado —presidente de centro-izquierda y Asamblea controlada por la derecha— se encuentra con que, en contra de sus votos, el poder se ha concentrado en el radicalismo de izquierda.

El problema está enquistado en el gobierno actual. El FMLN y el ahora Presidente Funes ganaron las elecciones con una posición terriblemente ambigua: por un lado un candidato prometiendo un gobierno moderado, por el otro un partido prometiendo la revolución comunista. Las dos posiciones son tales en sus contradicciones que sólo se podrían dirimir de tal manera que una buena parte del pueblo sería engañada. Con esta posición ambigua el FMLN ganó la presidencia y con esta posición ha gobernado desde el primero de junio. Los del FMLN han tratado de argüir que la contradicción se mantendrá sólo por un tiempo, ya que el gobierno del Presidente Funes es sólo una transición suave al comunismo. Pero un gobierno diseñado para anestesiar al pueblo durante la toma del poder por los extremistas no puede llamarse moderado. El pueblo votó por Mauricio Funes porque creyó en su promesa de "cambio seguro" dentro de un régimen de moderación, no para que entregara el país a los comunistas de una manera suave.

Por supuesto, la ambigüedad es más difícil de mantener en el gobierno que en una campaña política, ya que el gobierno requiere acciones. Sin embargo, el Presidente Funes y el FMLN han sido capaces de mantenerla dividiendo al gobierno en dos: la parte económica, que aparentemente controla el Presidente Funes, en la que se han mantenido políticas relativamente moderadas, y el resto, que controla el FMLN, que está tomando acciones para sentar las bases de una sociedad comunista, principalmente con la propuesta reforma educativa.

Poco a poco, sin embargo, el FMLN se ha ido volviendo más vocal. Hace un par de semanas, el máximo jerarca del partido, el comandante Ramiro, dijo que la meta del FMLN es el comunismo, desmintiendo así a todos los que, con sonrisa de superioridad, han dicho que el comunismo ya no existe y que hablar de él en El Salvador es un truco barato para ganar elecciones atemorizando a la gente. Unos cuantos días después, el vice-Presidente de la República se declaró aliado del Presidente Chávez de Venezuela y de todo el ALBA en la lucha contra el "imperio", comprometiendo al país en una lucha y en una posición para la cual no ha recibido ningún mandato de la población. El Presidente Funes lo desmintió inmediatamente. Pero la impresión quedó de que El Salvador es un país servilmente aliado al Presidente Chávez.

Estos hechos son extremadamente preocupantes porque indican una tendencia de separación cada vez mayor entre los mandatos otorgados por el pueblo y las acciones tomadas por los mandatarios electos para convertirlos en realidades. El Presidente Funes recibió un mandato de moderación. Ahora él tiene la responsabilidad histórica de defender las instituciones democráticas del país, asegurando así que lo que las políticas por las que los electores han votado sean las que se apliquen en la realidad. Pero igualmente, la sociedad entera tiene que hacer sentir su repudio por este divorcio entre lo que los electores votan y los políticos hacen. Si la sociedad no reacciona a esta amenaza, que nadie se queje después si el proceso culmina en la pérdida de las libertades ciudadanas que tanto nos ha costado obtener.

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