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2009/11/25

Nos movemos en una situación sin precedentes

Hoy estamos viendo un juego de distancias entre el Gobierno y el partido técnicamente de gobierno, de cuyo resultado dependerá en buena medida la estabilidad del ejercicio gubernamental y político de cara al inmediato futuro.

Escrito por Editorial.Miércoles 25 de Noviembre. Tomado de La Prensa Grafica.

Todas las previsiones sobre lo que podríamos ver en el Gobierno resultante de la alternancia política que se decidió de las urnas electorales el pasado 15 de marzo aparecen hoy desenfocadas y prácticamente inútiles para entender y explicar lo que estamos viendo emerger en la realidad. Veníamos de un esquema en el que se fue dando progresivamente una fusión cada vez más perversa entre Gobierno y partido gobernante, hasta el punto que al final ya no había cómo distinguirlos, con las consecuencias perniciosas que han quedado patentes. Hoy estamos viendo un juego de distancias entre el Gobierno y el partido técnicamente de gobierno, de cuyo resultado dependerá en buena medida la estabilidad del ejercicio gubernamental y político de cara al inmediato futuro.

En la práctica democrática hay siempre un partido de gobierno y uno o varios partidos de oposición. Lo sano es que el partido que ha obtenido el favor popular para hacer gobierno sea partido de gobierno no partido para el Gobierno específico que surja; y, por su parte, el Gobierno debe armonizar con su partido pero sin convertirse en servidor o dependiente mecánico de su partido. ARENA y sus Gobiernos fueron cayendo en el vicio señalado; el FMLN y su Gobierno podrían derivar en el vicio opuesto, si no logran estructurar una relación verdaderamente funcional, con el debido respeto a los respectivos roles, como es lo sano.

Evidentemente todo esto es parte del aprendizaje que como sociedad vamos acumulando a lo largo del tiempo, aprendizaje que les corresponde hacer, en primer lugar, a los actores políticos, que se han arrogado, además, una preeminencia fundamental en el sistema. Esperemos que los partidos y los demás actores empiecen a tomar en serio tal aprendizaje.

Reforma política inaplazable

Ya en 1994, luego de las elecciones presidenciales de aquel año, que tuvieron que decidirse en segunda vuelta porque en la primera ninguno de los partidos logró la mayoría requerida, se planteó la necesidad de una reforma política de fondo, que pusiera nuestro proceso en los carriles de una segura modernización. Quince años después, las cosas siguen como entonces, porque la comodidad partidaria se ha impuesto sistemáticamente sobre el interés del proceso y del sistema.

El Tribunal Supremo Electoral continúa siendo el mismo. No hay una ley de partidos políticos. En las elecciones legislativas no se vota por representantes concretos sino por fantasmales listas partidarias. Las finanzas electorales se mueven en la más espesa sombra. Ni siquiera el voto residencial ha podido prosperar. Una reforma responsable, razonable y visionaria sería el mejor impulso para que los partidos evolucionaran; pero esto sin duda es lo que temen.

Hoy, con tantas incertidumbres palpitando en el ambiente, en especial sobre lo que serán las líneas del futuro tanto en lo político como en lo económico, y con una crisis a cuestas, pareciera ser el momento menos indicado para empujar la reforma política; pero habría, al menos, que plantear, graficar y calendarizar el esfuerzo, para romper, en este punto vital, esa especie de maleficio de intocabilidad en el que los partidos políticos han querido, con toda intención interesada, mantener un tema que nos atañe a todos.

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