Escrito por Kalena de Velado.Domingo 29 de Noviembre. Tomado de La Prensa Grafica.
Me dio alegría leer sobre la vida de 30 mujeres centroamericanas en la revista mensual EL ECONOMISTA de LA PRENSA GRÁFICA, recordándome que hace algunos días una esposa joven y madre de dos niñas pequeñas me comentaba que cada vez que sale del país trata de hablar todos los días desde donde se encuentre para saber cómo estaban las chiquitas. Me hizo reflexionar que si la mujer busca participar activamente fuera del hogar es porque quiere aportar su ser femenino como un bien para la comunidad, la empresa y la política, al igual que el ser masculino es una riqueza para la familia y debería estar presente en todos los hogares. Por eso, se están gestando movimientos que defienden la trascendental aportación del “genio femenino”.
Para avanzar hacia un real poder femenino hay que usar un enfoque global e integrador, partiendo de una antropología realista de la persona humana apoyado en la Declaración de los Derechos Humanos y en un renovado aprecio por la identidad cultural occidental. El marco que propongo hace referencia a que las mujeres y los hombres teniendo igual dignidad esencial son distintos y a su vez complementarios en la familia, la empresa, la política y la sociedad.
Ampliar la calidad del poder femenino implica superar definiciones estrechas que se refieren a la autonomía económica individualista y a la libertad sexual sin consecuencias como un proyecto ideal a largo plazo. Si se continúa con este enfoque, no es extraño que se intente convencer a las mujeres que un embarazo no deseado (inesperado) es una limitante para su ascenso. Ante esto se promueve erróneamente el aborto legal (químico o quirúrgico) para resolver sus preocupaciones, desconociendo las recientes investigaciones científicas sobre las graves consecuencias de este procedimiento en la salud mental de la mujer y en la vida del niño no nacido, y distrayéndose de las necesidades que sí son prioritarias para las mujeres: acceso a títulos de propiedad, líneas de créditos, capacitaciones técnicas, acceso a mejores escuelas y centros infantiles para el cuidado profesional de los hijos, formación en autoestima, motivación y habilidades de liderazgo político y gremial, fortalecimiento educativo del rol de madre y padre para evitar la violencia juvenil; empoderamiento de la familia, seguridad alimentaria, flexibilidad laboral e igualdad de oportunidades.
Recuerdo la decisión de Kim Clark, de 56 años, decano de Harvard Business School, quien después de 10 años de lucrativa y prestigiosa carrera renunció hace dos años para ir a tomar el reto que le planteaba su iglesia mormona de dirigir la Brigham Young University, en Idaho, permitiéndole disfrutar mejor a sus hijos y nietos. Como para Clark, la familia está siendo cada vez más el centro de gravedad a la hora de elegir permanecer en un puesto de trabajo para mujeres y hombres mejor calificados. El decano Clark predicaba en Harvard: “Nuestra misión no es enseñar contabilidad y finanzas. Nuestra misión es mejorar la sociedad, es cambiar el mundo. Nosotros no podremos descansar hasta que deje de haber hambre en el mundo. Nuestra misión es educar líderes que hagan del mundo un mejor lugar para vivir... Necesitamos líderes con integridad. La integridad es más que ser honesto: es hacer coincidir lo que se dice y lo que se hace... No se puede ser un líder con integridad si se actúa de una forma en el trabajo y de otra en casa”.
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