Editorial.Lunes 23 de Noviembre. Tomado de Diario Co Latino.
El 4 de abril pasado se cumplieron diez años del escan-daloso y bochornoso asesinato, previo a la violación, de la niña Katya Miranda. El caso, que se reabrió este año, bajo un raro procedimiento fiscal, la sospecha de secuestro y no por el asesinato y violación, nos ha obligado a poner en la agenda, el tema de la justicia y la verdad.
Por supuesto que este tema está en la palestra judicial, pese al tiempo transcurrido, gracias a la incansable lucha de una madre, Doña Hilda María Jiménez, quien fue obligada a exiliarse por su empeño en que se llevara ante la justicia, al o los responsables de tan abominable crimen en contra de su hija.
A esa valiente actitud de madre, que seguramente sufre día a día la ausencia de su primogénita, se ha unido su otra hija, Gina Maricela, hermanita de Katya, que el viernes atestiguó ante los tribunales salvadoreños, en Zacatecoluca, departamento de La Paz, en el nuevo proceso abierto por la Fiscalía General de la República.
Sin lugar a dudas, la decisión de Gina, de atestiguar y de someterse a los abogados de la parte defensora, y sobre todo, porque entre los encausados está su propio abuelo paterno, es sencillamente valiente. Una acción que sólo puede nacer de un amor profundo hacia su hermana, y el acompañamiento, respecto de su madre, para que se sepa la verdad y se haga justicia.
Desde este periódico hemos acompañado a Doña Hilda en la exigencia de que se investigue a profundidad el caso, y que se haga justicia para que se conozca la verdad, y asimismo, poder continuar en esa línea. Y es que exigir el esclarecimiento del asesinato de Katya, recoge, en gran medida, los anhelos de justicia de este pueblo que sufre innumerables crímenes en contra de los infantes.
El caso de Katya ha resonado, entre esos casos de niños y niñas asesinadas, porque hay una madre que no cesa en su lucha para que se haga justicia. Pero también, porque el hecho sucedió en el seno de una familia vinculada a la estructura policial y militar. El padre de Katya, por ejemplo, era capitán activo del ejército, y encargado de la seguridad del Presidente de la República, en aquella fecha.
El tío, un ex militar, es un alto jefe de la Policía Nacional Civil. Y, además, porque todos en el rancho, ubicado en playa Los Blancos, donde ocurrió el crimen, eran familiares o cercanos a la familia Miranda.
Ojalá, que las autoridades logren descubrir, de una vez por todas, quien fue el responsable o los responsables del asesinato de Katya, no sólo por cuestión de justicia, sino, porque Doña Hilda y Gina Marcela, tienen derecho a saber la verdad.
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