Si se tratara de esto último, el FMLN estaría haciendo una apuesta fantasiosa y riesgosa, porque el dicho “socialismo del siglo XXI”, pese a todas las fanfarrias, no tiene sustancia sostenible, ni aun con esa caricatura de una V Internacional Socialista.
Escrito por Editorial.Martes 24 de Noviembre. Tomado de La Prensa Grafica.
Lo que más claro queda de la experiencia que arroja este momento de transición política intensa que se da dentro del proceso de evolución democrática nacional es que nadie puede estar cómodo simplemente observando los acontecimientos; y los primeros en estar inquietos e incómodos son los partidos políticos, como se percibe sin dificultad desde fuera de los mismos. La situación nacional es delicada en muchos sentidos, y la principal dificultad estriba precisamente en no tener un sentido claro de la ruta por seguir. Eso no se ha tenido desde hace mucho tiempo, pero ahora, ante los apremios de la crisis, la urgencia por verdadera claridad y seguridad de rumbo se vuelve mucho más imperiosa.
En tales condiciones, el hecho de que los partidos estén como están es un agregado muy peligroso. El FMLN, que es el partido de gobierno independientemente de todas las dudas pragmáticas al respecto, adhiere formalmente al llamado “socialismo del siglo XXI”, y no se sabe por ahora si se trata de una adhesión más simbólica que real o de un verdadero compromiso estratégico. Si se tratara de esto último, el FMLN estaría haciendo una apuesta fantasiosa y riesgosa, porque el dicho “socialismo del siglo XXI”, pese a todas las fanfarrias, no tiene sustancia sostenible, ni aun con esa caricatura de una V Internacional Socialista.
ARENA, por su parte, no puede mostrar más descontrol interno, y aun así hay quienes están pidiendo más tiempo para buscar los caminos de la recuperación. Se habla de que no hay que correr para no tropezar, y eso se está diciendo cuando ya se está en el suelo. Por el lado de la derecha, el panorama es francamente preocupante, y debe serlo también para el proceso como tal.
El sistema de partidos en vilo
Una de las más notorias fortalezas de nuestro proceso democrático en marcha ha sido, desde el fin del conflicto armado, el venir contando con un sistema de partidos que, pese a las fragilidades y debilidades estructurales del mismo, ha logrado mantenerse básicamente en condiciones saludables. Desde 1992 hasta la fecha, si bien los partidos no han aprovechado el tiempo para institucionalizarse como es debido, la estructura política nacional no ha dado señales regresivas, sobre todo porque el electorado ha venido sosteniendo el esquema dándoles a los sujetos partidarios principales el sostén que necesitan, pese a sus falencias y errores de recorrido.
Pero en la coyuntura actual las cosas se complican, por la alternancia y por la crisis. Los dos partidos principales han cambiado de roles en la correlación de fuerzas, y todo hace ver que no estaban adecuadamente concienciados de ello ni mucho menos preparados para ello. Esto pone en vilo a todo el sistema, y es oportuno señalarlo, para prevenir riesgos mayores, como sería un desbalance significativo de fuerzas, que desajustara los contrapesos normales para que el proceso nacional avance en forma equilibrada.
Más claridad explícita sobre su visión de país por parte del FMLN y más coherencia en la asunción de su crisis interna por parte de ARENA serían elementos niveladores muy convenientes para asegurar la estabilidad del proceso y del sistema. La incertidumbre es siempre lo más dañino, en política y en todo lo demás.
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