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2009/11/25

Quieren milagros, pero no pagar impuestos

Escrito por Salvador Ventura.Miercoles 25 de Noviembre. Tomado de Diario Co Latino.

Hace unos días leímos un artículo en matutino firmado por un señor Cálix, ex viceministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Antonio Saca, quien hace unas afirmaciones tendenciosas, ancladas en la prehistoria, capaces de dejar hervida a una serpiente de cascabel.

Dice, por ejemplo, que el rumbo del país es peligroso y que corremos el riesgo de “repetir la historia de Venezuela con Chávez”. ¿Cuál modelo es el impulsado por el líder de ese país sudamericano que tanto temor causa a mentes obtusas y ofuscadas?

El presidente Chávez impulsa un modelo distinto, una versión del Socialismo del Siglo XXI, respaldado por las grandes mayorías venezolanas que lo han elegido democráticamente dos veces y otras tantas ratificado mediante el referendo constitucional, además de gran cantidad de consultas populares como poco se ha visto en América Latina. Este mandatario no obliga a nadie a seguir su ejemplo, ni exporta revoluciones ni capacita a líderes de otros países en cuestiones políticas, económicas e ideológicas.

La oligarquía de su país lo ataca con todos los medios a su alcance, sobre todo, los medios de comunicación, porque han perdido parte de su poder, de su influencia y del control de recursos tan importantes como el petróleo y las mismas reservas monetarias que hace unos años manejaban a su antojo con el control del Banco Central de Venezuela.

Ahora se avanza hacia una sociedad más igualitaria con una creciente participación de la población en todas las actividades gubernamentales. Es al pueblo al que le tienen temor.

  Como decíamos, este señor Cálix ahora formula llamados al régimen para revisar detenidamente el proyecto de la “reforma fiscal” y atender “las sugerencias de las cúpulas empresariales”. En este país jamás se había debatido ni consultado tanto un proyecto de ley como ésta a punto de ser presentado a la Asamblea Legislativa por el Ministerio de Hacienda.

La experiencia y la historia hablan por sí mismas: nunca se han tocado los “sagrados” intereses de la oligarquía, presidente de la república que intentó realizar pequeños cambios, como la reforma agraria, fue inmediatamente amenazado con ser expulsado del gobierno.

Asimismo, dos diputados de Arena, atendiendo llamados de Alfredo Cristiani, han cuestionado el papel desempeñado por el Ministro de Gobernación, Humberto Centeno, por lo ocurrido en la reciente catástrofe por las torrenciales lluvias e inundaciones.

En la cabeza del funcionario, descargan su malestar y su odio, contra el presidente de la república, quien por cierto es uno de los mandatarios mejor calificados de América Latina, según datos surgidos de una última encuesta de la CID Gallup.

  En los tiempos modernos ya el poder de los gobernantes ha ido reduciéndose, el presidencialismo tan fuerte en este país, también ha ido en disminución. Las actividades, las distintas funciones, se hacen ahora compartidas, obedecen a una coordinación en que todos asumen sus responsabilidades.

Desde luego, en Arena siempre han estado acostumbrados al verticalismo, al “yo mando”, al “yo ordeno”, ¡“cúmplase”!. Por eso ahora ( con la salida de doce diputados) están tragando su propio chocolate, el autoritarismo de los mismos agentes de la oligarquía.

Con este régimen del FMLN, el presidente tiene sus límites cada vez más estrechos y por ende aumenta la esperanza popular de que todo se cumplirá dentro de fronteras más razonables. A menor poder, menor potencia; a autoridad limitada o compartida, responsabilidad repartida también, y empequeñecida.

Del triunfo en las batallas, o de la derrota, comienzan a ser responsables generales o capitanes, y ya no solamente el monarca; del buen orden de la administración, ministros y demás funcionarios; de la buena administración de la justicia, jueces y magistrados y no solamente el Presidente de la Corte Suprema de Justicia o el responsable del Ejecutivo, como ciertamente ocurrió con los cuatro gobiernos de Arena y con todos los regímenes anteriores.

A todos estos críticos, políticos amargados o testaferros, como ese caballero ex viceministro de Relaciones Exteriores, sencillamente les decimos que se terminó el tiempo de las “vacas gordas”, del favoritismo y de los privilegios. Ya no más autoritarismo ni la noción del gobernante absoluto; también, hay que decirlo, se va recortando, al mismo tiempo, la del responsable total de la suerte de un pueblo.

Nos viene a la memoria el memorable pasaje de la Ilíada, cuando se esperaba que soplase un viento favorable para las naves de Agamenón, con su sola voluntad; tampoco era culpa del faraón que se abatiese sobre el valle una nube de langostas, ni que a pecados de Edipo se debiera una invasión de moscas.

¿Ustedes creen señores de Arena, testaferros, plumíferos, lacayos de los oligarcas, que el presidente Funes y sus funcionarios sabían de la tragedia y que la misma caería sobre determinadas comunidades? ¿O que tenían el poder para evitar semejante desastre? No sean cínicos e hipócritas, los regímenes areneros tienen mayor responsabilidad porque alegremente dieron permiso a los constructores para que talaran árboles, deforestaran volcanes, montañas y cerros para construir lujosas viviendas, centros comerciales y más.  

Si en algo se parece el gobierno de El Salvador al de Venezuela, es que se está administrando el Estado con base en la Constitución, en las leyes y en el mandato del pueblo. Ninguno de los presidentes de América Latina (nos referimos a los de izquierda, a los progresistas) es un dictador, esa tentación tan acariciada por los areneros, no vuelve locos a los hombres de hoy, sino que excita su inteligencia para poder llevar adelante programas de bienestar y prosperidad, dentro de reglas preestablecidas, sin jamás rebasarlas, a riesgo de perder ese poder prestado. Hay límites y necesidades impostergables.

En nuestro país están claramente definidas: gobernar para las mayorías poblacionales, impulsar las reformas necesarias, incluyendo la revisión fiscal y castigar a los responsables de evasión y elusión fiscal. El temor es de los culpables, de los que han defraudado al fisco, de los usureros, de los privilegiados del sistema, de los señores oligarcas y de sus lacayos.

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