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2009/11/30

La conspiración del lenguaje (I parte)

“... El marcado carácter dualista de nuestro lenguaje ya dificulta poder respirar al mismo ritmo que las realidades complejas pero unitarias del espíritu...”

Escrito por Roberto Rubio-Fabián. Lunes 30 de Noviembre. Tomado de La Prensa Grafica.

La semana pasada, durante el acto de aceptación como miembro de número de la Academia Salvadoreña de la Lengua, correspondiente a la Real Academia de la Lengua, algunos amigos me sugirieron publicar mi discurso a la ocasión. Aprovecho el buen espacio que me da esta columna de opinión para hacerlo. Lo haré en partes, haciendo los recortes pertinentes al mismo, los cuales serán oportunamente indicados. A continuación, el texto del discurso, titulado “La Conspiración del Lenguaje”.

“La palabra conspiración es normalmente utilizada para el quehacer político, y para muchos de los acá presentes no será una palabra extraña. El Diccionario Manual Ilustrado, Larousse, define Conspiración como Conjura contra un régimen o un hombre político, y el verbo Conspirar como el Unirse varias personas para derribar un gobierno o Unirse contra un particular para hacerle daño. Además de la connotación política, la palabra tiene un significado negativo. Lo siento por el Diccionario Larousse pero su definición es incompleta.

La palabra Conspiración también tiene un profundo sentido filosófico, humanístico y positivo. Uno de mis autores preferidos, y que marcó mi pensamiento cuando recién salía de la adolescencia, Teilhard de Chardin, en su obra La Energía Humana, definía la Conspiración en los siguientes términos: En principio supone la aspiración común ejercida por una esperanza. Puede decirse que una conspiración reúne a individuos a respirar el mismo aire y aspirar unos mismos objetivos. Por ello, una mis autoras preferidas, Marilyn Ferguson, sostiene que Conspirar, en sentido literal, significa . Es una unión íntima. Mientras que el reconocido filósofo catalán, Salvador Pániker, afirma que cons-piración, etimológicamente hablando significa reunión de individuos que respiran conjuntamente.

¿Qué pretendo entonces decir cuando encabezo este discurso bajo el título “La Conspiración del Lenguaje”? Pretendo decir que el Lenguaje debe respirar junto y en ritmo con la realidad, que tiene que haber una relación íntima entre lenguaje y realidad, que éstos deben respirar el mismo aire.

Destaco lo anterior porque el lenguaje y la realidad no suelen ir siempre de la mano, ni suelen estar en sincronía respiratoria. Al contrario, lo usual es que la realidad vaya siempre adelante de nuestro lenguaje. De ahí que el gran desafío del idioma no es solamente estar acorde a las exigencias de la lógica y las normas gramaticales, sino estar en sintonía con los ritmos de la realidad. Una tarea cada vez más difícil en una realidad cada vez más compleja y cambiante.

Valga señalar que ya de por sí el lenguaje tiene sus limitaciones para adentrarse en las profundas realidades del alma. Para el caso, ¿cuál es la sola palabra que expresa con precisión determinadas situaciones emocionales encontradas? Así por ejemplo, cuando una persona ha vivido fuera de su patria por un largo tiempo, donde ha sembrado cariños y raíces, cuando llega el momento de regresar a su querido país, se encuentra con sentimientos encontrados. ¿Cómo denominamos en castellano este sentimiento? Nuestro limitado lenguaje afirma, por un lado, estar triste por dejar al país extranjero, pero al mismo tiempo alegre de regresar a su país de origen. Triste y alegre al mismo tiempo. Es decir, usamos dos palabras opuestas para definir una sola situación emocional.

¿Hay una sola palabra castellana, y quizá de las lenguas occidentales, que sintetice la realidad de ese profundo y extraño sentimiento? Hasta el momento no he encontrado la palabra adecuada. Los invito a encontrarla.

Así como los invito a encontrar otras palabras que definan esos tantos otros sentimientos encontrados de nuestra vivencia humana, donde se funden en un solo y mismo afecto el amor y el odio, la confianza y la desconfianza, la fe y la duda, el optimismo y el pesimismo. En fin, el marcado carácter dualista de nuestro lenguaje ya dificulta poder respirar al mismo ritmo que las realidades complejas pero unitarias del espíritu...” (sigue)

“Muchas más dificultades tiene entonces el lenguaje cuando intenta penetrar realidades más profundas del espíritu. ¿Cómo expresar verbalmente las experiencias místicas de santos, maestros yoguis o gurúes? Ante la falta de palabras buenos son los símbolos. Por ello, el lenguaje místico está lleno de símbolos y gestos, y muchas religiones, para alcanzar en el cielo la casa del Señor, recurren a la familia que une, al padre que se teme, a la madre comprensiva y compasiva, al hijo y hermano con el que se fraterniza.”

Esta primera parte del discurso se refería a las dificultades del lenguaje para nombrar las complejas realidades del espíritu humano. La segunda y tercera parte se referirán a las dificultades para nombrar sus realidades externas, sean sociales, políticas o económicas.

La conspiración del lenguaje (I parte)

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