Escrito por Alejandro Alle.Martes 24 de Noviembre.Tomado de El Diario de Hoy.
En medio de su campaña electoral de 1992 para llegar por primera vez a la presidencia de los Estados Unidos, Bill Clinton popularizó la expresión "es la economía, estúpido".
El llamado, impecable, buscaba poner en evidencia algo que los políticos deberían entender bien: la importancia que los votantes otorgan a la gestión económica esperada de un futuro gobernante. Es decir, a las perspectivas económicas que ofrece un candidato.
Los estadounidenses, conocidos por su practicidad, captaron el mensaje. Les resultó familiar dado su también conocido gusto por los acrónimos: para ellos "kiss", por ejemplo, no necesariamente es un beso sino un rudo llamado a evitar complicaciones inútiles. En efecto, representa las iniciales de "keep it simple, stupid".
El razonamiento de Clinton se fundamentaba en una verdad universal: la motivación económica empalidece a otros argumentos (supuestamente…) más honorables. Pero así funcionamos los bípedos, al menos en este planeta.
Dicha tendencia se acentúa ante los efectos de una recesión, como la que en 1990/1991 había golpeado a los Estados Unidos.
Sería un error, sin embargo, suponer que la expresión de Clinton puede implantarse en cualquier contexto y situación: es válida para referirnos a las motivaciones que tiene un electorado para volcarse por determinado candidato, o para comprender los niveles de popularidad de un gobernante.
Pero si pretendemos entender por qué la crisis financiera internacional golpea tan duramente a ciertos países latinoamericanos, como El Salvador, la expresión debe utilizarse en su versión negativa. Porque no es la economía.
Al analizar las estimaciones de crecimiento del PIB proyectadas por el FMI para el año 2010 (Fusades, Informe de coyuntura 3er. trimestre, pág. 5) vemos una gran dispersión: por un lado están los saludables 5.8% de Perú y 4.0% de Chile, fundamentados en los buenos niveles de precios pronosticados para los commodities que exportan (oro y cobre, respectivamente).
Pero por otro lado están los magros 1.5% de la Argentina y (-0.4%) de Venezuela, países que también exportan commodities con buenos niveles pronosticados de precios (alimentos y petróleo, respectivamente). ¿El motivo de tal mediocridad? Los conflictos políticos que sus gobernantes generan.
El mundo, obviamente, es el mismo para esos cuatro países sudamericanos, pese a lo cual el impacto de la crisis financiera internacional muestra claras diferencias entre los dos primeros y los dos últimos. Porque no es la economía. Ni los commodities. Es la política.
El Salvador, por carecer de recursos naturales comparables, tiene un margen de error menor aún para cometer equivocaciones.
Sin embargo, buena parte de la dirigencia parece empeñada en seguir cometiéndolas: hay una abrumadora mayoría de dirigentes políticos, de todo color y pelaje, diciendo y haciendo cosas que reducen la confianza. Son demasiados, asimismo, los dirigentes gremiales obsesionados con perpetuar sus cotos de caza.
Lamentablemente no faltan ciertos (pseudo) dirigentes empresariales que en su afán por mantener privilegios afectan la reputación de los verdaderos empresarios, los que de manera genuina desempeñan la noble tarea de la cual depende que El Salvador pueda finalmente salir de la pobreza. Nada menos.
Ninguno de tales errores dirigenciales es gratis. Se pagan con la reducción en la calificación de Moody´s a la deuda pública salvadoreña. Grave, aún cuando se la quiera minimizar con declaraciones poco convincentes. Y seguramente poco convencidas.
La realidad es que por haber reducido su calificación de Baa3 a Ba1, y por ser considera como "negativa" la perspectiva económica, la tasa de interés exigida por la colocación de 800 millones de dólares en bonos fue de 7.375%. Apenas cuatro días antes Panamá (no Alemania), también con calificación Ba1 pero con mejor perspectiva, había colocado 1,000 millones de dólares en bonos a una tasa de sólo 5.22%.
De haber podido El Salvador acceder a la misma tasa de Panamá el ahorro de intereses hubiese sido de 172 millones de dólares. Nada menos.
En verdad, usted siempre lo supo. No es la economía. Ni los commodities. Es la política. Y cierta miopía dirigencial.
Hasta la próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.