Cuando la situación se vuelve más compleja por distintos motivos y desde diferentes ángulos de la realidad, el imperativo de conducir el accionar político de una manera razonable y responsable se vuelve aún mayor y más determinante.
Escrito por Editorial. Jueves 19 de Noviembre. Tomado de La Prensa Grafica.
Que estamos atascados de problemas cualquiera lo ve, y por propia experiencia cotidiana. Que cargamos muchos déficit, algunos de ellos acumulados y rezagados desde hace mucho tiempo, también es notorio en el ambiente. Que las distintas vulnerabilidades que padecemos como país golpean en el momento menos pensado, como ocurrió hace unos días, ya es algo de cajón. Que no ha habido ni hay respuestas proyectadas y organizadas para las grandes cuestiones nacionales es algo que parece una especie de maldición arraigada. En fin, que en lo fundamental de nuestra modernización lo más grueso sigue por hacerse, y los reiterados tumultos y trastornos de lo inmediato –inseguridad, recesión, crisis fiscal, reforma tributaria, emergencias climáticas, entre otros– vuelven cada vez más difícil poner atención prioritaria en lo estructural básico.
Sin embargo, una de las claves para ir saliendo adelante entre tantas dificultades está precisamente en no quedarse atrapado en las dificultades como tales. Es preciso atender lo inmediato, pero siempre en función de perspectiva. Por ejemplo, ahora se anuncia que dentro de muy poco pasará a la Asamblea Legislativa el proyecto de reforma tributaria, para allegar fondos cuanto antes al aparato público, y es de temer que ahí todo sea cosa de suma de votos.
Así como hay bastante reconocimiento y aceptación de la necesidad de evitar que la crisis fiscal se profundice, también quedan importantes reservas no satisfechas a puntos concretos del proyecto del Ejecutivo. Y, sobre todo, por ninguna parte se ven señales de que todo esto vaya a ir de la mano de una reforma seria y ya impostergable del aparato estatal y de su comportamiento, ni de la reforma política que sirva de sostén.
Lo político es esencial
Cuando la situación se vuelve más compleja por distintos motivos y desde diferentes ángulos de la realidad, el imperativo de conducir el accionar político de una manera razonable y responsable se vuelve aún mayor y más determinante. En esa línea, el rol de los partidos políticos es vital. Para que lo cumplan como debe ser y como las circunstancias demandan, los partidos –todos ellos– tienen que ponerse por encima de los pequeños intereses y de los forcejeos de opinión, y ya no se diga de los manejos turbios y de las componendas bajo la mesa, como ha sido tan común.
Desafortunadamente, las organizaciones partidarias carecen aún de la consistencia que les dé la solidez que podría garantizar su desempeño más allá de toda duda o sospecha. Por eso insistimos en la necesidad de impulsar, con la gradualidad pero a la vez con la determinación del caso, la reforma política, que se topa siempre con el obstáculo principal, que es el hecho de que depende de las iniciativas y voluntades de los partidos mismos, que están bien acomodados en el estado actual de cosas, pese a los vicios y deficiencias de éste.
La realidad nos está apremiando por todos lados, y ahora hasta se ha venido encima la emergencia por el paso de la tormenta Ida. Este debería ser un argumento suficiente para que se empiecen a ver las cosas en el país con verdadero sentido de nación. De no hacerlo, seguiremos enredados en lo inmediato, sin posibilidades reales de encontrar salidas serias y sostenibles a la variada problemática que nos aqueja.
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