Escrito por Ivo Príamo Alvarenga. Miércoles 18 de Noviembre. Tomado de La Prensa Grafica.
Como no todos lo tienen presente, recordemos que una Carta Encíclica o simplemente Encíclica es un documento solemne que el Papa emite sobre cuestiones fundamentales para la Iglesia, sus autoridades y, en definitiva, los fieles y “todos los hombres de buena voluntad”. Hay otras iglesias que expiden encíclicas, pero aquí nos referimos a las católicas, las más conocidas y casi sinónimas del término.
Un tipo de ellas son llamadas “Encíclicas Sociales”, porque determinan la posición de la Iglesia en cuestiones que afectan a la sociedad entera en materia económica, social y, por relación obligada, política.
La primera gran Encíclica Social fue la Rerum Novarum de León XIII, publicada el 15 de mayo de 1891, fecha que han venido conmemorando con sendas cartas sus sucesores.
Por esa época, los grupos socialistas, incluyendo los comunistas, habían adquirido enorme fuerza en Europa, mientras los gobiernos y las élites profesaban un liberalismo a ultranza. El nudo del tema era, y sigue siendo para una definición ideológica, el derecho de propiedad. Los comunistas abogaban por su eliminación si era necesario con violencia. El liberalismo extremo propiciaba su intangibilidad, que en la práctica producía situaciones de extrema injusticia, sin perjuicio de que gobiernos liberales introdujeran reformas sociales, ya fuesen autoritarios como en Alemania o democráticos como en Inglaterra.
En medio del violento choque entre archi enemigos y súper amigos de la propiedad, había tendencias cristianas y social demócratas, que promovían las mejoras paulatinas económicas y sociales.
En ellas se inspiró León XIII. Hizo una sumamente completa defensa de la propiedad privada, a la que consideraba “derecho natural”, como la libertad y la vida; pero le atribuía deberes sociales que el Estado tenía la obligación de promover. Condenaba el materialismo socialista y el odio de clases, aunque apoyaba la formación de sindicatos obreros y sus luchas por un salario justo y otras prestaciones.
Esa línea que podríamos llamar de derecha reformista democrática, hecha suya por partidos y movimientos políticos, fue continuada por los siguientes papas, hasta Juan XXIII. Este, elegido por su avanzada edad como un pontífice de transición, en su corto reinado de 5 años, hizo cambios sin precedentes en la Iglesia. Modificó su milenaria liturgia. Convocó el Concilio Vaticano II, que algunos consideran el origen de la izquierdización en amplios sectores de la Iglesia, causante según muchos de la pérdida por millones de fieles católicos, su mayor escisión desde Martín Lutero.
Pablo VI especialmente con su Encíclica Populorum Progressio es visto por sectores de derecha como la culminación de ese izquierdismo, al que le puso paro Juan Pablo II. Su principal Encíclica es Centesimus Annus, conmemorativa de los 100 años de la Rerum Novarum.
Benedicto XVI, que como cardenal Ratzinger fue un adversario tenaz del izquierdismo, en especial la “Teología de la Liberación”, en su Encíclica Caritas in Veritate (La caridad en la verdad), publicada en junio de este año, llegada a nuestro país en estos días, pareciera querer borrar esa fama atribuida a Pablo VI. Lo cita en abundancia, en su carta que pasa revista a los problemas económicos y sociales, en un marco de la economía de mercado, remarcando los deberes de solidaridad, justicia, honestidad que deben presidir sus relaciones.
La Encíclica es una enciclopédica revisión de la problemática de nuestros días. No hay un punto que escape de su enfoque. Es la Rerum Novarum del siglo XXI.
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