Evoco este capítulo trágico de la historia contemporánea para que recordemos y ratifiquemos nuestra íntima convicción de que la libertad se construye y conquista a base de esfuerzo y sacrificio; que debemos conservarla, protegerla, cuidarla y luchar por ella.
Escrito por Eduardo Cálix. Miércoles 18 de Noviembre. Tomado de La Prensa Grafica.
En nuestra historia, la libertad la simbolizamos en el ángel que encarna la victoria de la Independencia, en el respeto y la admiración a los héroes que nos dieron patria, cielo y cordillera.
En Berlín está la Puerta de Brandeburgo, construcción de casi 27 metros de alto en piedra arenisca, que constituye un gran símbolo, no solo de la ciudad sino de Alemania. Este es el sitio donde descansa la historia reciente de la capital alemana, del mundo moderno: la caída del muro de Berlín hace 20 años.
La República Democrática Alemana fue un país establecido en el territorio ocupado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Desapareció en 1990, tras la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989.
Al interior del Estado comunista, la organización política gravitó alrededor de un organismo político dominante: el Partido Socialista Unificado de Alemania (SED, por sus siglas en alemán).
El control político y social lo ejercía el SED a través de la temible Stasi, órgano encargado de la seguridad del Estado, hecho a imagen y semejanza de la no menos temible KGB.
Su tarea fue mantener el control, castigar y reprimir a opositores del régimen, los críticos o los que pretendieron huir, mismos que acabaron en la macabra prisión de Hohenschoenhausen.
No se necesitaba la prisión de Hohenschoenhausen para sentirse encerrado en la RDA. Dramático el caso de Berlín, en donde no solo se oprimió a la población sino dividió familias enteras por un infortunado e infame muro. Cruzarlo significó la muerte. A pesar de ello muchos lo cruzaron con métodos de fuga sofisticados para escapar de una vida vigilada y reprimida por el Estado comunista.
A mediados del 89, las protestas contra el régimen fueron masivas, así como las deserciones y huidas a través de países como Polonia y Hungría. El dictador comunista Erich Hoenecker tuvo que renunciar en octubre, cediendo el paso a Egon Krenz, quien, a pesar de no alinearse con la Perestroika del entonces líder de la URSS, Mikhail Gorbachov, tomó forzadas medidas aperturistas que solo aceleraron lo inevitable: el desmoronamiento del régimen, y con ello del comunismo alemán.
La multitud tiró el muro frente a las caras atónitas de los guardias del gobierno de Alemania del Este. Sin lugar a dudas, el ser humano es materia de espíritu libre.
Imagínese usted vivir en un país en donde no se le permite opinar, expresarse, disentir, elegir libremente a sus gobernantes, viajar, ya no digamos emigrar, sin permiso del Estado. Pues así era en los países comunistas (lo sigue siendo en Cuba o Corea del Norte). Y es que, en estos sistemas, el ser humano es una pieza ínfima que está en función del gran fin social. En la construcción del mundo igualitario, el “nuevo hombre” no puede tener libertades individuales.
“Compa, usted aquí se queda porque su destino histórico es construir, junto con nosotros, al nuevo hombre. Emigrar es traicionar al pueblo. Recuerde que la dictadura del proletariado es superior a la democracia burguesa. Y como usted no lo entiende, o es propenso a creerse la propaganda aviesa de los capitalistas, pues el Estado va a protegerlo. A usted lo que le conviene es quedarse. Punto. Aquí no hay derecho a pensar diferente ni abandonar el buque de la Revolución. No puede haber discusión alguna. Por ello, en su beneficio, construimos este Muro de la Protección Antifascista. Para que nadie pueda irse de lo que más le conviene. Por cierto, si intenta escapar, le disparamos por traidor.”
La necedad e insensatez de aquellos que se creyeron las teorías racistas y supremacistas. El error de los que justifican que el hombre no tiene derechos inherentes porque lo importante es construir una sociedad igualitaria. ¿Cuántas ejecuciones se dieron en defensa de esa ignominia?
Debemos tener presente aquella maravillosa noche del 9 de noviembre de 1989 cuando terminó uno de los capítulos más terribles del siglo XX, el siglo más violento de la historia de la humanidad. Un capítulo que había comenzado el 30 de enero de 1933 cuando Hitler fue nombrado canciller de Alemania y que terminó aquel día memorable en que los alemanes finalmente se reunieron y decidieron que el único camino es el de la democracia liberal y representativa.
Evoco este capítulo trágico de la historia contemporánea para que recordemos y ratifiquemos nuestra íntima convicción de que la libertad se construye y conquista a base de esfuerzo y sacrificio; que debemos conservarla, protegerla, cuidarla y luchar por ella. Nunca debemos permitir en nuestra patria caminos obscuros, propios o extraños, que atenten contra ella, que intenten arrebatárnosla o empeñarla; nosotros los salvadoreños somos los únicos protagonistas del futuro que deseamos para nuestro país, defendiendo y preservando lo que hemos logrado y conquistado, imperfecto sí, pero orgullosamente nuestro.
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