Escrito por Manuel Delgado y Melissa Salgado (*) . Noviembre de 2009. Tomado de Contra Punto.
SAN SALVADOR - La caída de las remesas, el aumento del desempleo y la crisis del modelo agroexportador son algunos de los factores determinantes en la pobreza de uno de los sectores más vulnerables del país: el rural.
La crisis económica mundial ha afectado y seguirá afectando de manera diferenciada a todos los países de América Latina. Y, por cierto, El Salvador no es la excepción. El estudio “Crisis y Pobreza Rural”, llevado a cabo en 11 naciones de la región, sindica cuáles son específicamente los efectos de la crisis en la población rural y qué acciones deben asumir los gobiernos y la cooperación internacional para mitigar sus consecuencias.
Esfuerzo conjunto de Rimisp -Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural-, el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), y con el apoyo financiero del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC), la investigación se concentra en las realidades que actualmente viven Perú, México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Colombia, Brasil, Bolivia, República Dominicana, Paraguay y El Salvador.
Así, da cuenta del modo en que el crítico escenario económico mundial ha repercutido específicamente en este último país a través de cuatro ámbitos esenciales: la disminución de la demanda de sus exportaciones; el decrecimiento del turismo internacional; la desaceleración del envío de remesas de salvadoreños en el exterior; y la contracción del crédito internacional. El contexto, sumado a la contracción de la actividad económica a nivel nacional, ha generado expectativas negativas: se espera que la crisis eleve los niveles de desempleo y genere un proceso deflacionario.
Efectos de la crisis en la economía salvadoreña
A fines de 2008 y principios de 2009 ya se apreciaban diversas señales que vaticinaban el modo en que la crisis influenciaría la realidad económica salvadoreña. Por ejemplo, en el segundo y tercer semestre de 2008 las tasas de crecimiento del rubro de la construcción fueron de -11,38% y -11,37%, respectivamente. A enero de 2009 las exportaciones cayeron en un 5,5%, lo cual tuvo impacto en la recaudación tributaria, que cayó en un 12% en enero de 2009. El ritmo de crecimiento de las remesas, asimismo, sufrió una caída de 8,1% a febrero de 2009.
Ante este escenario, se prevé que los impactos de la crisis en El Salvador estarán asociados a ciertas características contingentes de la economía como el ya mencionado decrecimiento en el flujo de las remesas -asociado al desempleo en Estados Unidos-, que afectará tanto el PIB como la balanza comercial. Este efecto será particularmente serio en el área rural del país, donde las remesas familiares marcan la diferencia entre estar o no en condición de pobreza. No hay que olvidar que el 22,7% de los hogares urbanos y el 21,6% de los rurales reciben remesas desde el exterior.
El hecho de que Estados Unidos sea el principal socio comercial de El Salvador también ha sido decisivo en este escenario de crisis, ya que ha expuesto la demanda agregada externa a las condiciones propias de la economía estadounidense. Así, en situación de crisis, incidirá de forma directa e inmediata. Lo mismo se aplica a la política bimonetarista que el país lleva aplicando desde 2001. Esto ha conducido a la dolarización de la economía salvadoreña en su totalidad, fijando un tipo de cambio muy apreciado en moneda nacional que le resta competitividad al sector externo, entre otras consecuencias.
Impacto sobre la pobreza
En la década del 90 la pobreza en El Salvador disminuyó notoriamente. Los hogares en situación de pobreza pasaron de representar el 46,3% en 1995 al 38,8% en 2000, y el 30,6% en 2006. Dicho descenso tuvo su origen en el declive de la pobreza extrema y relativa en hogares del área urbana.
Sin embargo, el comportamiento de la pobreza en el área rural mantiene una estructura constante en la pobreza relativa, y ascendente en la pobreza extrema. De esto se puede deducir que, en El Salvador, la pobreza tiene principalmente un rostro rural. Por cierto, la situación es más crítica en los hogares rurales numerosos, con mayor número de dependientes y donde el jefe de hogar tiene bajos niveles educacionales.
Los altos niveles de desigualdad constituyen otro impacto importante de la crisis en la pobreza del país. Basta decir que en 2007, a nivel nacional, el 20% de la población más pobre recibió el 6,1% del ingreso, mientras el 20% de la población más rica percibió el 48% del ingreso. La relación fue de 8 a 1 y el coeficiente de Gini –que mide los índices de desigualdad- fue de 0,46 en 2006, poniendo en evidencia una gran desigualdad. Es importante agregar que el acceso a los servicios básicos, tanto como a salud y educación, es también muy dispar entre ricos y pobres.
El tema de las remesas, mencionado en detalle con anterioridad, impactará también sobre la economía. No en vano éstas se han convertido en uno de los motores fundamentales para dinamizar el consumo a nivel agregado. Ante este escenario de contracción económica y desempleo, es probable que los hogares que se encuentran apenas sobre la línea de pobreza vean aumentada su vulnerabilidad.
Crisis y pobreza rural
Actualmente, en la zona rural de El Salvador se concentra el 40% de la población del país, además de la mayor parte de la pobreza, tanto extrema como relativa. Una de las explicaciones a este fenómeno radica en que a partir de los años 80, y a raíz de la crisis de los precios del café, del establecimiento del primer gobierno civil y de presiones internacionales, el modelo agroexportador -que predominaba en el país- entró en crisis. Desde entonces se empezó a gestar un modelo basado en el sector terciario de la economía. Así en 1990, siempre en el sector rural, éste logra generar el mismo nivel de empleo que la agricultura.
El nivel de salario agrícola –inferior al resto de los sectores económicos-; el precio de los bienes agropecuarios y su costo de producción que limita sobremanera su rentabilidad; y el menor apoyo gubernamental a esta área geográfica son algunos puntos clave de la vulnerabilidad que presenta el sector rural en la presente crisis.
A esto hay que adicionar nuevamente la disminución de las remesas, que constituyen el 12,5% del ingreso familiar rural y que han permitido a muchos hogares cubrir la canasta básica alimentaria y acceder a servicios básicos como educación y salud. También, que el modelo económico imperante no contempla dentro de sus prioridades un impulso sostenido del sector primario o esencialmente agrícola. Los números validan esta afirmación: en la década del 90 el presupuesto estatal para el agro fue de 2,5%, mientras que para los años siguientes ha sido de 1,3%.
Propuestas para mitigar los efectos de la crisis en la población rural
Teniendo en cuenta que la política fiscal de El Salvador padece problemas estructurales serios, con una de las cargas tributarias más bajas de la región (13,4%) y una consiguiente imposibilidad de llevar a cabo políticas anticíclicas eficientes, el presente estudio propone varios puntos para atenuar los efectos de la crisis en la población rural y así evitar que los grupos más vulnerables queden sumidos en la pobreza.
En primer lugar, aparece como medida crucial la expansión de los programas de protección social existentes, especialmente aquellos orientados a dar acceso a servicios básicos a los grupos más vulnerables. Se consigna que uno de los mejores programas para contrarrestar la crisis es Red Solidaria, un programa de transferencias condicionadas en efectivo, que tiene muy baja cobertura y que representa un pequeño porcentaje del presupuesto estatal.
En otro ámbito, crear un programa de protección al sector agrícola, es también fundamental. El propósito de éste debe ser aumentar la rentabilidad del sector económico a todas las unidades productivas. Dicho programa debería considerar los siguientes aspectos: mayor acceso al crédito; control de precios de los insumos requeridos para la producción agropecuaria; transferencia de tecnología para incrementar la productividad en sistemas de riego, fuentes de energía renovable, mejoramiento de semillas, entre otros. Control de precios a la producción, estableciendo valores techo en los que se resguarden márgenes de rentabilidad para el productor. Asimismo, dentro del programa debe existir trato preferencial hacia las unidades productivas de pequeña escala, íntimamente ligadas a la mano de obra de subsistencia.
Por último, se destaca la importancia de reorientar el apoyo de la cooperación internacional hacia los programas sociales de alto impacto y a los que se pueda hacer un seguimiento completo, para así evitar interrupciones de la ayuda. Del mismo modo, el estudio hace hincapié en la necesidad de buscar mecanismos de fomento y ampliación de la inversión del sector privado en la agricultura.
Nota: Este resumen se basa en la investigación realizada por Manuel Delgado y Melissa Salgado para el proyecto Crisis y Pobreza Rural en América Latina de Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural
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