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2011/01/04

LPG-Reflexión sobre la sostenibilidad nacional

 Escrito por David Escobar Galindo.04 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.

Todo hace sentir que los sucesivos Gobiernos llegan a ver qué pasa, y ese “a ver qué pasa” acaba siendo una especie de gestión de intereses particulares, de arriba hacia abajo.

Estamos apenas iniciando 2011, y la diversidad de cuestiones que se juntan en este momento hace que sea irresistible el impulso de reflexionar sobre lo que estamos necesitando hacer, como conglomerado nacional, para asegurar la sostenibilidad de nuestro proceso. Cuando se habla de sostenibilidad, lo que en primer lugar salta a la consideración es la sostenibilidad ambiental; pero en verdad todo debe ser sostenible, y más en estos tiempos marcados por el cuestionamiento de todo. Uno de los lemas de esta época bien podría ser “Nada está escrito en piedra”, ni siquiera aquello que parecía tener firmeza consagrada. Y si todo está en cuestión, todo está en riesgo; y si todo está en riesgo, todo demanda apuntalamientos acordes con la misma naturaleza de los tiempos que corren. No es extraño, pues, que lo nacional necesite, más que nunca, pilares de sostén.

Esto es lo que pareciera ser chino para los liderazgos nacionales, según se colige de las actitudes y acciones imperantes en el ambiente. Cuando la realidad tiene tantos desafíos a la vista, lo normal es que el desafiado se ponga en posición de responder a las exigencias de dichos desafíos; en nuestro caso, los desafíos principales son los problemas estructurales no resueltos, y el desafiado es la sociedad en todas sus expresiones, organizadas y no organizadas, comenzando por el Estado y el Gobierno. De la forma en que esto se asuma y de los resultados que se obtengan por acción o por omisión depende, en medida determinante, la suerte del país y de su sociedad en el presente y en el futuro. Es decisivo, pues, que la reflexión se dé, y sobre todo que sea capaz de mover voluntades en la ruta y con las metas correctas.

Hablamos de sostenibilidad como factor indispensable para que el proceso nacional avance como un carro bien articulado y moderno y no como una carreta chillona. Y la sostenibilidad implica muchas cosas. Señalemos aquí una de las fundamentales: visionaria y eficaz administración de recursos. Recursos financieros, recursos naturales y recursos ideológicos. Para administrar bien los recursos financieros se requiere honradez y disciplina; para administrar bien los recursos naturales se requiere solidaridad y efectividad; para administrar bien los recursos ideológicos se requiere creatividad y audacia. Nada de esto puede lograrse desde los terrenos flojos de la improvisación, en los que nos hemos venido moviendo prácticamente desde que tenemos memoria. Administrar es prever, prever es organizar, organizar es articular y articular es integrar.

Nuestra gestión nacional de recursos financieros se ha venido volviendo cada vez más aventurada en el sector público. Aventurada porque no está movida por líneas razonables, sino por inmediatismos interesados. Todo hace sentir que los sucesivos Gobiernos llegan a ver qué pasa, y ese “a ver qué pasa” acaba siendo una especie de gestión de intereses particulares, de arriba hacia abajo. Así, por más que se diga constantemente lo contrario, no hay ni puede haber un proyecto estratégico verdaderamente nacional. El aventurerismo de la gestión financiera ha llevado a la carrera para obtener recursos ya, sin pensar en consecuencias, sobre todo las que se tendrán que pagar en el futuro. “Después de mí, el diluvio” debe sustituirse urgentemente por “Lo que se haga hoy determina el hoy y el mañana”.

La gestión nacional de recursos naturales ha estado marcada tradicionalmente en nuestro país por lo que popularmente se conoce como “asumir demencia”. Hubo siempre voces que inducían a preservar y desarrollar nuestros bienes ambientales, así como siempre hubo voces –la de don Alberto Masferrer fue la más iluminadora— que promovían el desarrollo humano para asegurar la paz progresista en el país; pero fueron voces que se perdían entre las polvaredas de la inconsciencia y la irresponsabilidad. Hoy tenemos un país desesperadamente vulnerable, y ya no es posible ignorar esas vulnerabilidades, porque golpean a diario. Como decíamos, para administrar bien este desafío apremiante hay que ser solidarios y efectivos. Sentir de veras el país como la casa de todos y organizar la casa con las seguridades que la mantengan en pie y vivible.

Administrar los recursos ideológicos. ¿Qué es eso, me preguntó una amiga perspicaz con la que a veces comparto análisis? Me animé a responder que es la administración de las ideas y de los idearios para que funcionen progresivamente. Las ideas y los idearios –muy especialmente los políticos, que están o no están en la base de lo que se hace o se deja de hacer— no son minerales sino vegetales, y, por ende, necesitan cultivo constante. En el país, al respecto, venimos padeciendo un infantilismo casi autista. Pasar a la adultez conscientemente evolutiva es indispensable para que el proceso se desarrolle. Esto exige creatividad y audacia. Y no es un movimiento opcional: es una exigencia de la necesidad histórica. Si queremos tener un ser nacional auténticamente vivo, que se mueva con la energía producida en su interior.

Reflexión sobre la sostenibilidad nacional

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