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2011/01/31

EDH-Jesús y el poder político

 Mario Vega.31 de Enero. Tomado de El Diario de Hoy.

La venida del Mesías constituía para el pueblo de Israel no solamente un evento de características religiosas sino también políticas. Dado que el Mesías se anunciaba como el Hijo de David, su llegada se interpretaba como un restablecimiento de la monarquía nacional. Eso, en el Siglo I, suponía el desplazamiento de los poderes dominantes: nada menos que el formidable imperio romano.

De acuerdo al evangelio de Lucas, cuando Jesús se encaminaba a Jerusalén los discípulos imaginaron que la toma del poder político había llegado. En el capítulo 9:46-48, apenas comenzando el ascenso a Jerusalén, los discípulos discutieron sobre quién de ellos sería el mayor. Al introducirse en el círculo de los discípulos la idea corriente de acceso al poder, pensaron y actuaron como los otros gobernantes que regían autoritariamente a las naciones. Su discusión sobre la grandeza en el inminente reino del Mesías no dejó dudas sobre las aspiraciones que poseían y los valores que las sustentaban.

Posteriormente, y ya en Jerusalén, el altercado volvió a suscitarse con mayor encono. "Tuvieron además un altercado sobre cuál de ellos sería el más importante. Jesús les dijo: Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos, y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. No sea así entre ustedes. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor, y el que manda como el que sirve". Lucas 22:24-26.

Jesús diferenció el ejercicio del poder al interior de la comunidad de discípulos de la forma en que se ejerce en las sociedades humanas. Hizo referencia a dos asuntos importantes: las motivaciones y la práctica concreta. Al expresar "no sea así entre ustedes" indicó que como ciudadanos del reino de Dios debían olvidarse de rangos y preeminencias. Jesús les previno así tanto de la seducción como del peligro del poder.

Jesús espera que los cristianos sean totalmente diferentes de las otras personas, tanto en las motivaciones para alcanzar los lugares de preeminencia como en el ejercicio de la autoridad conferida. Para ello se necesita un cambio radical de mentalidad y de la conducta cotidiana. Eso solamente lo garantiza una auténtica conversión. En la comunidad cristiana la pirámide del poder se invierte, ya que la grandeza, cuya base es el amor hasta el sacrificio expresado en el servicio desinteresado al prójimo, consiste en darse a sí mismo como ofrenda para que otros disfruten de la liberación integral que el reino de Dios ofrece. Jesús no ha llamado a sus discípulos para que sean señores sino servidores, poniéndose él mismo como paradigma visible.

El problema básico en las relaciones de autoridad y subordinación se halla en las motivaciones, ya que ellas frecuentemente se traducen en un uso que instrumentaliza el poder político o religioso para la obtención de beneficios y ventajas personales. En lugar que en cada coyuntura electoral emerjan candidatos evangélicos novatos e improvisados, limitados en su comprensión de la cuestión pública y huérfanos de una plataforma programática cuyo horizonte sea el bien común antes que la búsqueda de beneficios temporales para las iglesias, deben asumir la tarea aquellos que comprenden que la vocación política debe ser tan santa como cualquier otra vocación cuyo fundamento esté en un claro llamado del Dios de la vida y Señor de la historia.

Un llamado que supone la internalización de los valores del reino reflejados en un estilo de vida basado en el servicio desinteresado. La práctica social y política de los seguidores de Jesús debe, entonces, estar permeada y catalizada profundamente por valores como la verdad, la libertad, la solidaridad, la honestidad, la transparencia y la justicia.

elsalvador.com, Jesús y el poder político

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