Comentarios mas recientes

2011/01/22

LPG-Necesitamos retomar el espíritu de los Acuerdos de Paz

 Necesitamos regresar al espíritu de los Acuerdos de Paz, es decir, a poner por encima de los intereses particulares los intereses de la nación. La desconfianza no debe ser impedimento para encontrar, a través de un diálogo sincero, acuerdos en que por el bien de todos podamos coincidir. Lo logramos veinte años atrás; ha llegado el momento de intentarlo nuevamente.

Escrito por Francisco Altschul.22 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.

 

El ex secretario de Estado James A. Baker III escribió hace unos días en el Washington Post un artículo en el cual argumenta que las recientes elecciones de medio término en Estados Unidos –además de significar un triunfo del Partido Republicano– enviaron también un claro mensaje a ambos partidos políticos: “Dejen ya de pelear por ventajas políticas. Cooperen por el bien de la nación”. Este bipartidismo, dice el diplomático, “será necesario para garantizar la seguridad económica americana reduciendo los déficit a largo plazo y la deuda”.

Baker recuerda cómo en los años ochenta los demócratas y republicanos libraron grandes batallas, desde sus trincheras ideológicas, sobre la política exterior hacia Centroamérica, particularmente la ayuda militar a la Contra nicaragüense y al Gobierno de El Salvador. Menciona cómo fue necesario vencer “abismos de desconfianza” existentes entre los demócratas y republicanos, y entre el Congreso y el Ejecutivo. Fue hasta que se logró construir un acuerdo bipartidista, que –de acuerdo con Baker– se logró encontrar una salida a las guerras en Centroamérica.

En el caso de El Salvador, se dio algo similar con respecto a las negociaciones de paz.

La desconfianza entre el ejército, el gobierno y algunos sectores sociales y empresariales por un lado, y el FMLN y los sectores políticos y sociales afines por el otro, eran aparentemente más que insuperables. Como representante en Estados Unidos de la comisión político-diplomática del FMLN-FDR durante la guerra, confieso que a veces nosotros mismos veíamos imposible, tan siquiera, la idea de sentarnos en la misma mesa con quienes eran, entonces, nuestros adversarios. Nuestras aspiraciones de que el país contara con elecciones libres, un ejército profesional y apolítico, una policía que dejara sus prácticas represivas y un empresariado dispuesto a conversar sobre el impacto de la desigualdad social en nuestro país parecían a veces sueños imposibles.

¿Cómo podían dos grupos que se enfrentaban en el campo de batalla alcanzar un mínimo de confianza para hacer avanzar a la democracia salvadoreña? A pesar de esta natural y lógica desconfianza, se inició el proceso de la negociación –difícil, complicado, con avances y retrocesos– que culminó afortunadamente con los Acuerdos de Paz firmados el 16 de enero de 1992 en la Ciudad de México.

La desconfianza nunca se fue de la mesa de diálogo, pero existía algo que –no obstante el recelo– permitió a las partes involucradas trabajar en la búsqueda de soluciones a la guerra. Este algo era la profunda convicción de que la negociación, el fin de la guerra y la solución política eran lo que más le convenía a las partes y, por ende, lo que más beneficiaba a El Salvador. Fue este convencimiento el que permitió que los dos lados involucrados en la guerra buscaran una negociación.

En la actualidad, gracias a Dios, ya no nos disparamos los unos a los otros, pero una sensación de desconfianza aún persiste, ahora entre sectores políticos y económicos representados en la oposición y el gobierno y el FMLN. Si bien el contexto del momento no es el mismo de la guerra, pasamos por una situación delicada, tanto por el impacto de la crisis internacional en nuestra economía, como por la situación de inseguridad ciudadana que se deterioró durante la posguerra.

Para enfrentar estos dos grandes retos se necesita de la cooperación de todos los sectores de la nación, particularmente del sector privado, que tiene un papel muy importante que jugar en la reactivación económica del país. Desafortunadamente, la desconfianza surge nuevamente como la justificación para no buscar seriamente esta colaboración y no como el punto de partida desde el cual se debe iniciar un diálogo sincero.

Se argumenta que no hay reglas de juego claras y que por ello no hay inversión en el país. Se contra argumenta que la falta de inversión responde más bien a una decisión política de no permitirle ningún espacio al gobierno. Se dice que el presidente Funes está bien, pero se desconfía del FMLN; por lo tanto, se critica todo lo que hace el gobierno y se le apuesta todo a derrotar al Frente en las próximas elecciones, como si eso fuera la fórmula mágica para resolver inmediatamente los grandes problemas del país.

Se dice que no hay seguridad jurídica para invertir y, sin embargo, empresarios salvadoreños realizan fuertes inversiones en países vecinos con mayor inestabilidad. Es más, Freedom House, un tanque de pensamiento conservador, recién acaba de publicar su “Índice de Libertad Económica” según el cual El Salvador es el país mejor calificado en la región centroamericana.

En fin, la desconfianza nuevamente pareciera impedir la búsqueda de soluciones concertadas para llevar al país hacia adelante. Mientras tanto, El Salvador y sus habitantes siguen padeciendo los efectos de la crisis, de la inseguridad ciudadana, de la pobreza y de la desigualdad social.

Necesitamos regresar al espíritu de los Acuerdos de Paz, es decir, a poner por encima de los intereses particulares los intereses de la nación. La desconfianza no debe ser impedimento para encontrar, a través de un diálogo sincero, acuerdos en que por el bien de todos podamos coincidir. Lo logramos veinte años atrás; ha llegado el momento de intentarlo nuevamente.

Necesitamos retomar el espíritu de los Acuerdos de Paz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.