Escrito por Ernesto Rivas Gallont.23 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.
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El papa Benedicto XVI ha anunciado que Juan Pablo II será beatificado el 1 de mayo. Si alguien ha sido considerado santo ha sido él. Pero el proceso de canonización que rige la Iglesia Católica es largo y complejo. Desde su muerte muchos clamaron “Santo Súbito” y en el caso de Juan Pablo, Benedicto hizo una excepción.
Canonización es la forma más alta de reconocimiento que la Iglesia puede acordar a personas que “murieron como mártires y/o han practicado virtudes cristianas en grado heroico y que hoy están en el cielo dignos de veneración litúrgica y de imitación por todos los fieles”.
Hay actualmente más de tres mil casos de canonización pendientes en la Congregación para las Causas de los Santos, cuyas oficinas están llenas con miles de volúmenes de documentos sobre los candidatos. De acuerdo con las reglas establecidas, hay un período de espera de cinco años después de la muerte de una persona, antes de poder dar el primer paso hacia la canonización, que es la nominación para la beatificación. Esta nominación da inicio a un proceso que normalmente incluye la certificación de dos milagros atribuidos al candidato, excepto en el caso de mártires cuando un milagro basta. El proceso de canonización culmina con una declaración infalible del Papa de que una persona ha sido encontrada digna, después de una minuciosa investigación que puede tomar décadas y aún siglos, del honor de ser santificada.
La Congregación tiene 23 Miembros –Cardenales, Arzobispos y Obispos–, un Promotor de la fe (Prelado Teólogo), 6 Relatores y 71 Consultores. El Pro-Prefecto de la Congregación es el Cardenal Angelo Amato y el Secretario es el Mons. Michele Di Ruberto.
La oficina de Monseñor Di Ruberto está rodeada de 250 libros conteniendo cada uno lo que sería un milagro. La Iglesia Católica ha sistematizado la creencia de la participación divina en asuntos mundanos. Di Ruberto debe verificar los supuestos milagros como un paso necesario hacia el objetivo principal, la canonización. La Iglesia asume que un santo se mantendrá activo después de su muerte; que estando en el cielo, él o ella reaccionarán a las oraciones de sus devotos, persuadiendo a Dios que conceda la ayuda gestionada por los suplicantes. Dios responde con milagros y los postuladores del candidato a santo deben aportar pruebas fehacientes a satisfacción de la Congregación de que su candidato es responsable de uno o más milagros.
De acuerdo con el periodista de la BBC David Willey, en su libro “God’s Politician” (El Político de Dios), el proceso de seleccionar a los santos de hoy día involucra al Papa en juicios políticos complejos. El asesinato del Arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero cae dentro de esta categoría, según el autor.
En su libro “Cruzando el Umbral de la Esperanza”, Juan Pablo dice: “Los Santos de este siglo han sido en gran parte mártires. Los regímenes totalitarios que dominaron Europa a mediados del siglo veinte aumentaron su número. Campos de concentración, campos de muerte, que produjeron, el monstruoso holocausto de los judíos, revelan a santos auténticos dentro de católicos, ortodoxos y protestantes. Hubo también mártires católicos en Rusia, en Belorusia, en Lituania, en los países Bálticos, en Ucrania, en Galicia, Rumania, Bulgaria, Albania y en los países de la antigua Yugoeslavia. Ellos han complementado con su muerte como mártires los sufrimientos redentores de Cristo y, a la vez, ellos se han convertido en la fundación de un nuevo mundo, una nueva Europa y una nueva civilización”. Lamentablemente, el Papa no se refirió a El Salvador.
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