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2011/01/15

LPG-El año ideal

 Hay que aprender de los grandes errores recientes, sobre todo los derivados de la ideologización de la utopía; y enfilar hacia la recuperación del destino perfectible, con esperanza terrena bañada de luz sobrenatural

Escrito por David Escobar Galindo.15 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.

degalindo@laprensa.com.ssv

Mi amigo el poeta e incansable promotor de iniciativas culturales Juan Ruiz de Torres, ha ideado ahora una especie de colección de textos reflexivos breves, a la que ha invitado a participar a muchos amigos intelectuales, sobre todo españoles, porque Juan tiene su centro en Madrid, después de vivir en múltiples destinos de la geografía global. Su mujer, Ángela Reyes, también poeta y narradora, es desde luego parte vital de la iniciativa, como lo fue en los dos libros anteriores a los que nos convocara Juan, y que ya están publicados: “Casi todos los ángeles tienen alas” y “Cofre de misericordias”. La amistad es de seguro una forma privilegiada de la suerte, y a mí me ha cabido en suerte estar en el círculo de los amigos de Juan, cuya labor es un surtidor incansable de ideas siempre novedosas.

Los textos que Juan está recogiendo y recopilando se publicarán en opúsculos de 76 páginas, para dejar testimonio de esta voluntad reflexiva en común. Y el título es provocativamente impersonal: “R-TEXTOS (Reflexiones con fecha)”. El proyecto comenzó a tomar forma en noviembre pasado, pero los azares del calendario ocupacional me hicieron retrasar mi participación hasta diciembre, y así el mismo 24, en la atmósfera benignamente festiva, me abstraje unos instantes para escribir algunos párrafos sobre las expectativas del año por venir. Y le puse el mismo título que encabeza esta Columna: “El año ideal”. Dice así:

“Sabemos, por constatación intelectual, que el año es una fórmula cronológica; pero también sabemos, por constatación existencial, que el año es una experiencia metabólica. Cada quien tiene su año, todos los años; y, por consiguiente, cada año es una expectativa por realizar o por realizarse, según sea la concepción que se tenga sobre la incidencia de la voluntad personal en el proceso de la vivencia temporal de la cual el año es sólo un eslabón.

Así, pues, es válido plantearse un desafío benévolo: ¿Cómo sería mi año ideal, si tuviera el poder o la capacidad de hacérmelo posible? Y esta vez, unas horas antes de la medianoche del 24 de diciembre (que en El Salvador es un festejo entre cielos claros, brisas vibrantes y afanes coloridos), me pongo a la tarea de resumir en unas cuantas líneas esa aspiración de seguro inocente pero a la vez vivificante. El año ideal, el horizonte ideal, la vida ideal. ¡Necesitamos idealismo para sobrellevar los constantes chubascos de una realidad que se ha vuelto adicta a sus peores desvaríos!

Para mí, ahora mismo, 2011 sería ideal si reuniera algunas de estas cosas tomadas al azar del ensueño y al socaire de la inspiración:

—Que el “cambio climático” se definiera por fin en un suspiro de alivio.

—Que el G-20 extraviara de una vez por todas el ábaco perverso y se convirtiera automáticamente en el G-TODOS.

—Que todos los “líderes” actuales del mundo, sean del país y latitud que fueren, se quedaran de repente perfectamente afónicos, para limpiar la atmósfera política de tanta retórica cacareante.

—Que la próxima primavera se atreviera a llamarse Utopía.

—Que la palabra “enemigo” pasara sin más trámite al baúl de los recuerdos.

—Que hubiera vuelos directos de todas las ciudades a todas las ciudades, de todas las aldeas a todas las aldeas, aunque fuera en alas de mariposa, para entrar en la era de la Geografía Virtual.

—Que los poetas tomáramos por misión emergente redescubrir y reinventar la alegría.

—Que Dios dijera algo —aunque fuese un susurro—, pero en vivo y en directo.

Y aquí me detengo, para no pasar a la fase de lo irrealizable. Abur”.

Todos los deseos anteriores vienen estando presentes en el telar de mi conciencia desde hace mucho tiempo. En realidad, más que deseos son aspiraciones. Uno —ciudadano en activo— tiene todo el derecho de aspirar. Aspirar, es decir tomar aire del tiempo para alimentar el seguimiento de la vida. ¿Qué sería de esta excursión vital sin el encadenamiento de los anhelos de un mejor vivir en todos los órdenes? Por eso es tan debilitante el déficit de utopía que padece nuestro mundo actual. Desde luego, la utopía, como todo, necesita concepción viable y administración inteligente. Hay que aprender de los grandes errores recientes, sobre todo los derivados de la ideologización de la utopía; y enfilar hacia la recuperación del destino perfectible, con esperanza terrena bañada de luz sobrenatural. ¡Así sea!

El año ideal

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