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2011/01/15

LPG-Respuesta espiritual al caos social

 Escrito por Carlos H. Rivas.15 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.
pastor@carlosrivas.com

Multitudes, música, luces, fervor, danza, fe, colorido, alabanza y otra vez fe, desbordó el estadio “Mágico” González, con la presencia de miles de salvadoreños de todas las edades unidos para expresar su esperanza por un país mejor, cuando el pasado primero de enero, el TAI celebró el Primer Festival de la Esperanza “El Salvador tiene el Poder”.

En mi predicación de ese día, expresé que como un jinete apocalíptico contemporáneo, la pobreza y el desempleo clavan sus fieros colmillos en las familias salvadoreñas, especialmente y con mayor crueldad en los sectores más pobres.

Jóvenes, mujeres, ancianos y niños mueren cada día como resultado de la dura e irracional violencia que padecemos, cuyas causas están enraizadas en la estructura social; la violencia angustia y enluta a miles de familias salvadoreñas y a toda la nación, sin que hasta el momento las autoridades, pasadas y presentes, hayan podido, o acaso querido, encontrar las medidas para detenerla.

En medio del desorden social y el caos estructural, aislados por el peso de los escombros de la desigualdad y el desgobierno, los salvadoreños y las salvadoreñas no perciben la luz salvadora al final del túnel. La pérdida de valores y la declinación de la espiritualidad nos lanzan cual frágil brizna de polvo que en el polvo se pierde, a un caos aún más terrible y desolador: la desesperanza y el vacío de las almas.

La exclusión social, el alto y creciente índice de mendicidad, la miseria, el alto costo de la vida, la corrupción, el irrespeto a las leyes, la aceptación de equivocados patrones de comportamiento social y transculturización son también manifestación de este caos, que tristemente la sociedad parece asumir como algo natural.

La costumbre, el miedo, la desconfianza en los cuerpos de seguridad nos paralizan y no actuamos, porque la carencia de valores y la falta de amor al prójimo amenaza con convertirnos, como ha sucedido en las grandes urbes capitalistas, en “multitudes solitarias”, deshumanizándonos y haciéndonos cada vez más egoístas, encerrados por el miedo en nuestra propia y precaria seguridad individual, sin fe en Dios ni voluntad para seguir sus enseñanzas.

Pero, en medio de nuestra grande tribulación, abriéndose camino sobre las tinieblas del caos, he visto un mundo mejor, donde no existen las posibilidades de ser soterrados por el peso de los males sociales y los yerros de una política practicada como negocio y privilegio.

Jesucristo, Señor de Salvación, no quiere para sus hijos este estado de cosas que nos mantiene en la zozobra de un destino incierto. Su voluntad es que comprendamos que más importante es el “ser” que el “tener”, la solidaridad más que el egoísmo, el amor a nuestros hermanos más que el odio y la indiferencia; solo así, todos los salvadoreños, los soterrados y los de la superficie, los que necesitan ser salvados y los que pueden salvarlos, los que comparten un poco de comida y un sorbo de agua, y los que se sacian en la relativa comodidad de sus vidas, podremos salir de las entrañas del mal.

Los cristianos, armados con la palabra de Dios y una profunda e indeclinable fe en Jesucristo, estamos llamados a ser los arquitectos del camino que nos saque de las profundidades en que nos encontramos y a propiciar una respuesta espiritual ante el caos y pecado social.

En este año, que se anuncia importante para el destino de El Salvador, en las manos de Nuestro Dios, el Dios de la resurrección, ponemos la vida y el destino de nuestra patria... Esa esperanza es la que confirmamos en el Primer Festival “El Salvador tiene el Poder”.

Respuesta espiritual al caos social

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