Por consiguiente, los forcejeos que estamos viendo en estos días no deberían ser vistos como signos de desorden, sino más bien como movimientos en busca de más orden.
Escrito por Editorial.18 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.
A poco más de un año para que se realicen las elecciones legislativas y municipales de 2012, la atmósfera política nacional está inusualmente revuelta, y eso por dos razones principales: porque los partidos en contienda no llegarán a dichos comicios como estaban en 2009; y porque hay diversas líneas de cambio dentro del proceso electoral, que aún no se definen del todo. O sea que la incertidumbre es, de entrada, por partida doble. Eso se agrega al hecho cierto, y también próximo, de una lucha compleja por la posición más importante que hay dentro de un régimen sólidamente presidencialista como es el nuestro: la Presidencia de la República, en 2014; y cuyas primeras definiciones se darán previsiblemente desde mediados de 2012, si el calendario responde a lo que ha venido siendo en ocasiones recientes.
En estos días, hay bastante revuelo sobre temas en desarrollo como el de las “candidaturas independientes” y el de las aperturas en la configuración de las papeletas electorales, con miras a afinar la decisión ciudadana sobre sus representantes. Estos asuntos no son desde luego casuales, sino que responden a una especie de necesidad impulsada por el mismo proceso democratizador, cuya dinámica ya no cabe dentro de las formas tradicionales de competir. Para el caso, la apropiación del sistema político y electoral que han venido ejerciendo los partidos en conjunto no es compatible con una práctica democrática sana y consistente; y tal incompatibilidad se manifiesta en crecientes desajustes estructurales y demandas de remodelación.
Por consiguiente, los forcejeos que estamos viendo en estos días no deberían ser vistos como signos de desorden, sino más bien como movimientos en busca de más orden. Pero esto no quita que haya un creciente surgimiento de incertidumbres, sobre todo para aquellos que están teniendo que enfrentarse a desafíos nuevos, es decir: las fuerzas políticas y los agentes institucionales. Por su parte, la ciudadanía, en sus distintos niveles, debe estar atenta más que nunca a todo lo que se mueve dentro del escenario político, no sólo para vigilar las transformaciones que el sistema va experimentando, sino para poder tomar, tanto en 2012 como en 2014, las decisiones más sabias en pro del equilibrio democrático y la salvaguarda de las libertades básicas que dependen en buena medida de dicho equilibrio.
Hay momentos históricos dentro de un proceso evolutivo que tienen una especial trascendencia, porque en ellos se definen cursos de acción que determinan el presente e inciden sobre el futuro. Este es uno de esos momentos, y todos debemos tener suficiente conciencia de ello. No hay que perderse en las discusiones y disputas sobre detalles de esta o de aquella otra medida, aunque todo hay que vigilarlo y tenerlo presente. La clave está en atender debidamente lo inmediato sin descuidar las perspectivas.
En el curso de los meses que vienen, y en la medida que se vayan acelerando las etapas preelectorales, se verán surgir más inquietudes y más resistencias. Esto es natural, porque estamos en una zona de tránsito rápido hacia lo que debería ser nuestro sistema en su integridad. El ojo ciudadano tiene que mantenerse en vela, porque esta es una oportunidad muy especial para definir no sólo posiciones sino también estrategias. La estrategia ciudadana tendría que ser, de aquí en adelante, la más articulada y la más eficiente.
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