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2011/01/11

LPG-Editorial-La prevención también debe aplicarse a la política pública

 Al resolverse el caso de la toma de Catedral, el señor Nuncio Apostólico dijo unas frases muy atinadas: “Se debería evitar siempre la presión, y usar la cabeza, la inteligencia y el diálogo para solucionar un determinado conflicto”.

Escrito por Editorial.11 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.
 

Una de las exigencias naturales más evidentes de una sana práctica democrática consiste en adelantarse a los conflictos haciendo uso de los mecanismos que la misma democracia provee. Siempre hay que tener presente que el ejercicio democrático requiere la constante vigencia de principios y valores como la tolerancia, la comprensión y el respeto mutuos, la capacidad de escuchar, la disposición a generar y a compartir confianza, la prudencia en las acciones y en las reacciones, entre otros. Los desbordes pasionales y los impulsos incontrolados son incompatibles con la sana dinámica de la democracia en vivo. Y también lo son los exabruptos, los desplantes, las ofensas y los sarcasmos hirientes.

En la práctica democrática, de seguro más que en ningún otro ámbito de la vida en comunidad, hay que aplicar aquel mandato de la sabiduría popular según el cual “es mejor prevenir que lamentar”. Y la prevención debe hacerse básicamente por la vía de los entendimientos que hacen posible sortear dificultades, anticiparse a los hechos negativos e ir instalando en el ambiente una cultura de manejo razonable de los problemas que inevitablemente surgen en el día a día de la vida nacional. En el país, estamos viviendo experiencias novedosas y desafiantes, sobre todo en el campo político; y al ser así, la exigencia de hacer uso de los mecanismos democráticos preventivos se vuelve aún más imperiosa e impostergable.

En semanas recientes, algunos casos muy concretos dan muestra de que estamos lejos de haber llegado al convencimiento compartido de que hay que priorizar los mecanismos del razonamiento y de la interacción para evitar situaciones que puedan tener consecuencias muy contraproducentes. Es el caso, por ejemplo, del conflicto en el Seguro Social, que se resolvió en un acuerdo que concedía más de lo originalmente solicitado, luego de causar grandes perjuicios a los usuarios de ese servicio vital, y en una negociación de alto nivel en vez de hacerse por las vías normales. Algo semejante ha pasado con la toma de Catedral, que tuvo que ser la palanca para otro acuerdo de alto nivel, que de darse con la debida anticipación habría evitado la “violencia religiosa”, como han calificado el hecho altos personeros de la Iglesia.

La comunicación y la interrelación con voluntad armonizadora son esenciales. Cuando no las hay, se dan casos que lindan lo inverosímil. Es el caso de la disputa por la asignación de plazas a médicos residentes graduados en Cuba. Se armó toda una contienda pública, y al final, al reunirse los impugnadores con las autoridades de Salud, resultó que lo que había habido eran malentendidos. Y surge la pregunta: ¿Por qué no se dio la debida comunicación antes de contaminar más el ambiente con una conflictividad que al final de cuentas no era tal?

Al resolverse el caso de la toma de Catedral, el señor Nuncio Apostólico dijo unas frases muy atinadas: “Se debería evitar siempre la presión, y usar la cabeza, la inteligencia y el diálogo para solucionar un determinado conflicto”. En efecto, usar la cabeza implica pensar bien las cosas antes de hacerlas; usar la inteligencia, medir las consecuencias de los actos en forma responsable; usar el diálogo, disponerse a escuchar y a ser escuchado, para arribar a conclusiones beneficiosas compartibles. Esta debería ser la norma básica de procedimiento, en todo aquello que corresponde a la función pública, en sus distintos niveles.

La prevención también debe aplicarse a la política pública

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