Teresa Guevara de López.09 de Enero. Tomado de El Diario de Hoy.
Las encuestas de opinión miden los índices de popularidad de los políticos, así como qué tan conocidos son, lo que frusta el ego de muchos y hace hincharse, como el sapo del cuento, a los favorecidos por la opinión de la mayoría. Sin embargo, los índices de popularidad no son sinónimo de buen desempeño, ni de capacidad académica, ni habilidades políticas y menos de garantía de desarrollo para el país.
Son poco conocidas entre el público, figuras políticas cuyas gestiones lograron el bienestar de sus pueblos, pero en cambio hay nombres que todo el mundo conoce, aunque sus acciones se califican de dañinas. Recordemos a Evita Perón, figura emblemática, cuya efigie rubia, con el tradicional moño bajo, le ha dado la vuelta al mundo, y el Ché Guevara, cuya cara sosteniendo el puro, con pelo largo y boina con la estrella, decora las camisetas de muchos jóvenes, que desconocen totalmente la historia y no habían nacido cuando este personaje murió. Evita y el Ché han protagonizado películas y obras de teatro que han cosechado grandes éxitos.
Y para muchos, son ejemplo de solidaridad por los desposeídos, empeñados en aliviar las necesidades de las clases más humildes. La fotografía de Evita, saliendo de su oficina en Buenos Aires, mientras la carátula del reloj marcaba las 5:30 de la mañana, parece demostrar el intenso trabajo a favor de los descamisados. Sus biografías relatan cómo hizo realidad el sueño de tantos niños argentinos, que nunca habían visto el mar, llevándolos en trenes especiales hacia lugares donde pudieran disfrutar de la brisa marina.
Su preocupación por los ancianos donando miles de placas dentales, y para las parejas que empezaban su vida matrimonial, vivienda y ajuar, y canastilla para los bebés que pudieran procrear. Y ante la escasez de habitantes, el séptimo hijo tenía el honor de contar con el general Juan Domingo y su esposa Evita, como padrinos, además de apoyo para su educación. Ejemplo de solidaridad y bueno corazón, que contribuyó, en gran manera a la ruina económica de Argentina, que siendo un país del primer mundo, entró a una espiral de decadencia.
El Ché, que nunca ejerció como médico, se incorporó a la revolución cubana y fue nombrado por Fidel director del Banco Nacional de Cuba, a pesar de su desconocimiento de las áreas de economía y finanzas. Ejerció la titularidad del Ministerio de Industria, causando la ruina del Instituto Cubano del Petróleo, que bajo la dirección de un especialista mexicano, auguraba un futuro prometedor en ese campo. Decidió exportar el sistema cubano al resto de los países latinoamericanos, que todavía no habían sido bendecidos con el comunismo, y su captura y ejecución por el ejército de Bolivia, puso punto final a su trayectoria. Sus actividades contribuyeron a la dolorosa situación del pueblo cubano, cuyos mismos líderes califican de insostenible, ante el fracaso del sistema.
En este momento, los índices de popularidad ubican al actual Presidente Funes y a su antecesor, Tony Saca, a la cabeza de las encuestas, siendo conocidos por la mayoría de la población. Pero, al igual que los ejemplos de Evita y El Ché, no significa que sus gestiones hayan traído grandes beneficios a la población, ni que hayan dirigido al país al sendero del desarrollo. Pueden ser simples personajes de opereta, que durante un tiempo llenaron las carteleras de los teatros, pero cuyas actuaciones no dejan ninguna huella, y sí pueden causar muchísimo daño, aunque ellos acepten y disfruten esa popularidad como un enorme espaldarazo a su ego.
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