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2011/01/20

EDH-Honor a quien honor merece

Julia Regina de Cardenal.20 de Enero. Tomado de El Diario de Hoy.

Monseñor Richard Antall ha sido una bendición para nuestro país. Además de dejar huella en todos los lugares donde ha ido a servir a Dios nuestro Señor, se ha destacado por su valentía y capacidad, así como ha sido un admirable ejemplo en la lucha por el rescate de los valores cristianos, de la justicia, de la defensa de los no nacidos en peligro de morir por el aborto, del matrimonio, de la familia y de la libertad religiosa.

Desde hace más de 20 años ha desempeñado una ejemplar labor en El Salvador, con total entrega, dedicación y cariño hacia nuestra patria. Su presencia, sabiduría, experiencia y coraje son necesarios para las próximas batallas en contra del cristianismo que se nos avecinan.

No es raro que, así como sucede a los buenos cristianos que se destacan por encima de los demás por su sentido de honor, lealtad y heroicidad, sea criticado, atacado y desacreditado por los que no están de acuerdo con todo lo que él representa. Esto indica un claro temor a los descritos atributos de Monseñor, que pueden malograr los nefastos planes antifamilia y antivida, diseñados para este país por personas, grupos y organismos nacionales e internacionales.

Pero todo esto no desalienta ni intimida a Monseñor Antall, sino que lo anima a continuar adelante sabiendo que seguir a Cristo significa amar y abrazar la cruz.

En los últimos días he tenido la oportunidad de platicar con muchísimas personas de diferentes departamentos del país, que han coincidido expresando su admiración, respeto y agradecimiento por todo lo que han aprendido de su humildad e incansable trabajo sin discriminar a nadie, impactando positivamente la vida de familias enteras.

Los miembros de la fundación Sí a la Vida también deseamos reconocer y expresarle nuestra enorme gratitud por su claro compromiso en la difícil lucha y defensa de los más pobres, los más necesitados, los más indefensos e inocentes que en la actualidad se encuentran en el lugar más peligroso del mundo: el vientre de sus madres.

Usted apoya y entiende perfectamente que la lucha contra el crimen del aborto no es una "obsesión" --tal como piensan algunos-- y que para los que empeñamos todo nuestro esfuerzo en ayudar a las mujeres con embarazos inesperados, para que opten por la vida y no por la violencia o la muerte, no estamos obligados además a mantener posteriormente a los niños salvados. Similarmente sucede con médicos o fundaciones como la Liga contra el Cáncer, Funter u otras organizaciones que curan a las personas de enfermedades mortales o les ayudan con problemas físicos, que no están obligados a mantener durante toda su vida a todas las personas a las que han apoyado.

Nuestra misión más importante y fundamental es salvar la vida de los pequeñitos bebés no nacidos de ser cruel e inhumanamente torturados, despedazados, desmembrados y asesinados. Pero además tenemos un hogar para madres solteras víctimas de abuso, incesto, violación o abandono en el cual les brindamos albergue, alimentación, educación, formación, capacitación, ayuda psicológica, médica y espiritual a ellas y a sus hijos. Asimismo, a pesar de los pocos recursos económicos y humanos, también tenemos programas de reducción de pobreza, prevención de embarazos fuera del matrimonio, enfermedades de transmisión sexual, adicciones y violencia familiar.

Los ataques al cristianismo y a la libertad van escalando nuevas posiciones en todo el mundo igual que aquí. Pero así como en 1997 logramos una enmienda a en nuestra Constitución a favor de la vida, tenemos esperanzas de poder lograr la ratificación de la reforma constitucional, que define el matrimonio como unión entre un hombre con una mujer.

Monseñor, usted ha sido y seguirá siendo una pieza clave también en esta batalla. Le damos gracias a Dios por traerlo a nuestro país, le pedimos que lo bendiga siempre, lo recompense y le dé fortaleza para futuras pruebas. Usted es un verdadero representante de Cristo en el mundo en el ejercicio de la fe, la esperanza, la caridad y de las virtudes morales.

elsalvador.com, Honor a quien honor merece

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