A falta de delegaciones permanentes de policía, el Ejército patrulla de manera selectiva el territorio pero, con frecuencia, choca con otra realidad: que nadie quiere hablar con la autoridad
14 de Enero. Tomado de El Diario de Hoy.
Una ola de terror está haciendo de Guadalupe Distrito Bravos, una pequeña población cerca de la frontera con Texas, un territorio fantasma que se disputan bandas rivales de narcotraficantes y que ha forzado a la mitad de sus habitantes a buscar refugio en otros lugares. En diciembre la única policía, una mujer, fue secuestrada sin que hasta el momento se sepa de su paradero o se haya encontrado el cadáver.
El cuadro que describe una crónica del New York Times es de espanto: en el lugar no hay autoridad constituida, los servicios públicos están al borde del colapso, nadie sale de su casa después de las cinco de la tarde, en su mayor parte los crímenes y asesinatos quedan sin investigar y los vecinos se cuidan de no antagonizar con nadie.
La desdichada jefa de policía fue nombrada en el cargo por su tío, el alcalde, a falta de otro candidato para el puesto; antes de asumir, el tío le aconsejó mantener un perfil bajo, cuidarse de no tomar parte en las infernales rivalidades y sólo procurar que hubiese algo de orden.
Pero a la joven de 28 años se le subió la posición a la cabeza e inclusive se tomó fotos con un rifle. Error fatal.
Es obvio, deja ver el periódico, que acabar con toda autoridad para luego llenar esos espacios con sus propios criminales, es una estrategia del crimen organizado, que deja a más y más ciudades y distritos prácticamente indefensos. A falta de delegaciones permanentes de policía, contingentes del Ejército patrullan de manera selectiva el territorio pero, con frecuencia, chocan con otra realidad: que nadie quiere hablar con la autoridad, nadie acusa, nadie cuenta lo que sucede. Recopilar inteligencia que sirva de base a operaciones de limpieza es en extremo difícil si por supervivencia la gente no mira ni oye ni habla.
La historia de Drácula, basada en la vida de un príncipe rumano, Vlad, describe una similar situación: nadie en Transilvania osaba salir de su microscópica esfera de vida, para no exponerse a "que lo vieran".
Una plaga que abarca al mundo
Lo que resulta evidente es que tampoco se quiere ver que México no afronta un grave problema de delincuencia cuanto una ofensiva militar de exterminio, una guerra a muerte. La alternativa que se plantea es "o ellos o nosotros"; o se derrumba el Orden Jurídico, la institucionalidad, o se acaba con las bandas criminales.
Eso es lo mismo que el drama del Líbano con los grupos terroristas de Hezbollah, el afgano con los talibanes, el palestino con Hamas. Son guerras "sin cuartel" para un lado pero "con cuartel" para el otro, en las que una de las partes está forzada a medir sus respuestas, a no desbordar lo legítimo mientras el estado de beligerancia armada no sea declarado y valga matar al adversario en las operaciones que se realicen.
El narcotráfico que ataca México no es un fenómeno "mexicano", tampoco regional, sino mundial, una hidra de cien cabezas que, sin embargo, echa raíces más fuertes en ciertas partes del mundo, como en Colombia, Venezuela, Bolivia y Afganistán, los abastecedores del tráfico que se mueve por igual en los corredores de América del Norte, en el África subsahariana y en el Medio Oriente. De allí salen los tentáculos que son los cárteles, los apoyos logísticos, el lavado de dinero, la canalización de esos caudales.
elsalvador.com, Sin policía, sin protección, sin ley ni servicios
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