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2011/01/10

EDH-Editorial-Por una "función social" pueden quitarte tu casa

 Ni la libertad ni el progreso son posibles sin reconocer el derecho de propiedad, el derecho que hace del ser humano una persona con dignidad propia y aunque no sea dueña de cosa material alguna

10 de Enero. Tomado de El Diario de Hoy.

 

Al imponerse por decreto la "función social" de la propiedad, estimado lector, rápidamente puedes perder tus haberes, tu vivienda, tus ahorros. En los países socialistas, ni tu familia, tu saber ni tu profesión te pertenecen, sino que son objetos sobre los cuales la burocracia dispone.

Lo que has logrado o que lograron tus padres con duro trabajo, por modesto que sea, termina como haberes sobre los cuales dispone "el Estado", o sea burócratas miembros del partido dominante.

La burocracia dispone sobre tu vida, sobre lo que sabes y lo que has acumulado de experiencia, pues te asignan un trabajo del cual sólo raras veces puedes escapar.

El Premio Nobel, Federico von Hayek, hizo ver que el calificativo "social" es como los tacuazines, que chupan el contenido de los huevos de los pájaros dejándolos como cascarones vacíos. Una vez que a algo se le agrega la palabrita, una idea, expresión, hecho o propuesta cae en lo subjetivo, lo caprichoso, lo indeterminado, lo impredecible.

Hay una enorme diferencia entre ese invento de la "función social de la propiedad", y lo que dice la Constitución, la propiedad en función social. Lo primero es que la "función social", sea lo que sea, da origen a la propiedad, mientras lo segundo es que la propiedad siempre llena una función social, entendido esto como lo lícito, lo moral, el producto de un esfuerzo, lo garantizado por las leyes.

Una fábrica, un desarrollo de viviendas, la industria del transporte y los conocimientos de un especialista en computación llenan valiosas funciones sin las cuales un país o una comunidad rápidamente colapsa. Lo de "social" equivale a reforzar su papel, lo que esperamos de todo lo que es bueno, constructivo, pacífico. Propiedad y social es una tautología, pues ni la libertad ni el progreso, que son las mayores aspiraciones sociales, son posibles sin reconocer el derecho de propiedad, el derecho que hace del ser humano una persona con dignidad propia y aunque no sea dueña de cosa material alguna.

Soy persona y tengo dignidad porque puedo llegar a tener propiedad, a poseer lo que con esfuerzo he construido.

El ejemplo para no hacer: la absurda Brasilia

La trampa con que ahora nos quieren atrapar es una supuesta necesidad de ordenar el territorio, como si nuestro país estuviera más desordenado que los del resto de Centro-América. Además se da por sentado de que los únicos que pueden ordenar y organizar el territorio son burócratas por el sólo hecho de ser nombrados para "ordenar el territorio".

No será el fabricante quien decide dónde construir su fábrica, el empleado que escoge dónde le gustaría vivir o el comerciante quien dispone en qué sitio va a establecer su tienda, sino una oficina regulatoria que decide que en tal parte de la ciudad deben haber comercios, en tal otra viviendas y en una tercera comercios y oficinas.

Quieren hacer como hizo el individuo que construyó Brasilia, la ciudad más sin sentido del mundo y la más aburrida de nuestra galaxia, quien dispuso nítidamente dónde se tenían que ubicar las distintas actividades de una comunidad, como en su época lo hizo Stalin que movía pueblos enteros de una región a otra.

Una mala mañana, querido lector, vas a encontrar que para cumplir una función social, han entregado tu casa a otros.

elsalvador.com, Por una "función social" pueden quitarte tu casa

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