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Este año tenemos que hacernos el propósito de hacer de El Salvador un país verdaderamente bueno para todos los salvadoreños

03 de Enero. Tomado de Contra Punto.

SAN SALVADOR – El presente año que inicia es de grandes desafíos para la izquierda en el poder. Hoy ya no tiene excusas del desastre heredado por ARENA; hoy tiene que demostrar que sabe gobernar y administrar con justicia y para todos.
Se ha visto hasta el momento poca ejecución de los presupuestos en los ministerios; son raras las excepciones de administraciones eficientes. El Estado tiene inmensas trabas burocráticas, pero parte del cambio implica destrabar todo el andamiaje burocrático, que también encierra una inmensa corrupción.
El gobierno debe avanzar en finiquitar de una vez el sistema de privilegios que hizo inmensamente poderosos a los conglomerados oligárquicos. El avance de las empresas lo tiene que dar el mercado y su calidad de producción, no los privilegios que históricamente ha otorgado el Estado, provocando graves desajustes en la economía local.
Por otra parte, la izquierda en su conjunto se sitúa hoy en un año preelectoral. La derecha no ha estado pasiva en su reorganización como oposición ni en sus ansias lógicas de volver a gobernar.
Así las cosas, la competencia en 2012, por el Parlamento y por las alcaldías, sería una antesala de lo que serán las presidenciales de 2014. No será fácil, pero la izquierda tiene las de ganar… Tiene la oportunidad de demostrar que puede hacer las cosas bien y mejor que la derecha.
Para ello tiene que impulsar un verdadero esfuerzo para frenar la violencia; la baja registrada en 2010 de 6.9 punto en la tasa de homicidios no es suficiente. Tenemos una tasa de 69.9 homicidios para cada 100.000 habitantes, que nos continúa situando entre los países más violentos del mundo, incluso de aquellos que están en guerras.
Impulsar una economía, en la que crezcan empresas y sociedad, es una meta. Se necesita generar empleos, frenar la migración y dar oportunidades a la juventud, así como detener el desastre ambienta. Estas fueron promesas en  campaña, que ahora deben cumplirse.
La izquierda debe también democratizarse, renovar sus conceptos, sobre todo ahora cuando los últimos modelos socialistas vigentes demostraron ser ineficientes y contraproducentes para el desarrollo integral de la sociedad. Nadie más que el liderazgo de la Revolución Cubana ha hablado claro, cuando Raúl Castro expresó: “O cambiamos o nos hundimos”.
Enarbolar los constantes debates y las renovaciones deben ser pilares para las izquierdas partidaristas. La dialéctica lo dice, es una ley. Cualquier otra cosa sería defender posiciones personales y perjudiciales para las sociedades.
En el tema de derechos humanos, la izquierda tiene el desafío de derogar la Amnistía General de 1993; así lo han hecho países civilizados como Argentina y Brasil, donde imperaron cruentas dictaduras. Las derogaciones de las cuestionadas leyes de la impunidad fortalecieron las democracias en aquellos países, así como los procesos judiciales en otros países latinoamericanos, con la excepción de El Salvador.
La izquierda no debe temer enfrentarse a su pasado. Crímenes como los ocurridos contra el intelectual revolucionario Roque Dalton o las masacres conocidas como “Caso Mayo Sibrián”, no pueden quedar en el olvido sólo porque sus protagonistas aún viven y no tienen el valor de enfrentar la verdad. Resolver estos casos será una verdadera sanación de heridas y una consolidación del pensamiento justiciero de la izquierda.
El presidente Mauricio Funes ha pedido perdón en nombre del Estado por los casos de Monseñor Romero y de los Sacerdotes Jesuitas. Actitud altamente valorado por toda la sociedad, pero aún insuficiente en el reclamo de justicia para todas las víctimas de los conflictos pasados. ¡Nadie debe quedar sin justicia ni olvidado ni sin verdad!
Este año, pues, tenemos que hacernos el propósito de hacer de El Salvador un país verdaderamente bueno para todos los salvadoreños. 

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