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2011/01/02

LPG-Los migrantes

Escrito por Eduardo Cálix.02 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.

ecl210@hotmail.com

Se ha llegado a aseverar que los emigrantes salvadoreños que se dirigen a Estados Unidos intentan realizar lo que se ha denominado “el sueño americano”. Sobre este particular, cabe recordar que la sabiduría popular mencionaba: “Los sueños, sueños son”.

Lo que el emigrante sabe de antemano es que se alejará del hábitat en el que se desenvolvió al lado de sus parientes, vecinos y amigos. No se fijó en la etnia a la que pertenece de un mestizaje prehispánico y español. En el futuro, talvez ese mestizaje, en el que no puso atención, forje limitantes para su desarrollo personal en un país en el que no ha desaparecido la discriminación para quienes no aparentan ser de la raza caucásica.

Ante la falta de oportunidades en su lugar de origen, donde ha vivido su infancia, adolescencia y el inicio de su juventud, ha experimentado la impotencia de no encontrar acomodo en una actividad al alcance de sus posibilidades, que le brinde rendimiento económico para el sostenimiento de la familia que ha formado, a quien corresponde la responsabilidad y el sostenimiento de su hogar. No es su deseo abandonar a los suyos, pero le parece que la única salida es el viaje al país del norte adonde previamente ya se han ido parientes y vecinos.

Para él, en esos momentos su futuro es ignoto, no sabe en qué población extranjera encontrará su destino e ignora con quién trabajará y a cuánto ascenderán sus ingresos y carece de datos para predecir su futuro.

El viaje que emprende a la región extranjera, en la que encontrará acomodo y que le es desconocida, no tendrá carácter placentero y estará repleto de incomodidades y de peligros, entre los que cabe señalar quebrantos de salud, abusos de violadores de la ley que atracan a los indocumentados, peligro de perder su libertad, su integridad corporal y, algunas veces, hasta la vida, y no digamos aspectos valiosos vinculados con su dignidad.

Con valor personal está dispuesto a vencer circunstancias anómalas porque su objetivo consiste en sacrificarse con tal de encontrar recursos que en su población de procedencia ya no puede obtener, para él y sus familiares dependientes económicos. Es sabedor de que hay conocidos y vecinos que reciben remesas, procedentes del exterior, respecto de las cuales tienen dependencia absoluta y que les permite sobrevivir en mejores condiciones.

En el momento de su partida todavía no tiene noción de lo ardua que será su tentativa de adaptación a un mundo diferente, en el que se habla un idioma distinto que desconoce, en el que encontrará sujetos, al por mayor, de una composición étnica distinta, con costumbres diversas, cultura distinta, actitudes vitales diferentes. No sabe hasta qué punto su personalidad soportará cambios tan radicales.

Por la mente del indocumentado no tiene cabida la idea de que en cuanto traspase la frontera su conducta personal será ilícita pues, carente de documentación que le autorice introducirse al país de destino, tendrá el carácter de inmigrante ilegal.

Si bien le va al indocumentado y obtiene una ocupación remunerada suficiente, tendrá que alimentarse de manera distinta, con precios elevados y, si es responsable, ahorrará lo máximo para tener la satisfacción de enviar recursos a los suyos.

Es un porvenir incierto el de quien abandona el terruño nacional y no sabe ni puede saber en qué consistirá un futuro complejo, quizá pletórico de sinsabores, en el que corroborará que la vida no es paraíso, sino un valle de lágrimas y que los esfuerzos deberán realizarse cuesta arriba.

Los migrantes

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