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2011/01/10

Co Latino-Una fiesta, una iglesia, un pueblo | 10 de Enero de 2011 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

Dagoberto Gutiérrez. 10 de Enero. Tomado de Diario Co Latino.

El sábado primero de enero, el TAI (Templo de Avivamiento Internacional) celebró  en
el estadio Flor Blanca, la fiesta de la esperanza, miles y miles de personas, hombres, mujeres y niños llegaron de todo el país, se reunieron para recibir el año 2011 armados de la esperanza que solo anida en aquellos corazones que palpitan con otros corazones.
La tarde del sábado tuvo cielos límpidos y nubes viajeras que presurosas avanzaban en el cielo como si acudieran, sin tardanza, a una cita de enamorados. Un viento fresco y de buenos augurios danzaba invisible en el graderío, subía y bajaba de persona en persona y luego de besarlos a todos y a todas, cogido de la mano con una nube desaparecía en el cielo.
Lentamente las personas del TAI ocupaban los graderíos, todos y todas parecían descansados y, tanto los que llegaban de las cercanías como los viajeros de puntos lejanos, tenían en su rostro un sentido de fiesta, de pertenencia y de identidad.
La asistencia se caracterizó por el predominio de los jóvenes y dentro de ellos por el predominio de las muchachas sobre los muchachos; pero unos y otros iban y venían con un espíritu festivo, las adultas portaban en su mayoría carteras grandes y vestidos de colores moderados, con presentación esmerada y sin prisas aparentes.
Todo parecía indicar que lo temprano o lo tarde del día no preocupaba a los asistentes y desde luego, todo parecía funcionar dentro de una organización tempranamente establecida que en ningún momento restó espontaneidad a la actividad.
Muchachos y muchachas, padres e hijos, solos o acompañados, todos sabían que eran parte de un todo; pero a diferencia de las agujas de un reloj que eternamente recorrerán un circulo, los y las miembros del TAI pareciendo ser partes de un todo, eran al mismo tiempo, el todo mismo y, se advertía que sabían y sentían que cada uno de ellos y ellas eran su iglesia y esa era la que estaba de fiesta.
Todos y todas vienen de los diferentes corredores de un solo pueblo y por eso es que esta fiesta era una fiesta del pueblo y, precisamente, de aquel pueblo que teniendo fe y siendo portador de la esperanza es capaz de sembrarla, cultivarla y cosecharla en el corazón de millones y millones de salvadoreños y salvadoreñas.
De eso se trató esta fiesta sabatina y los asistentes parecían saber y lo sabían todos porque los niños y niñas que acompañaban a los padres participaron del mismo entusiasmo, alegría y fervor que los adultos.
El ánimo colectivo construido durante la actividad daba cohesión a la asistencia y en medio del orden siempre florecía la rosa fragante de la naturalidad, de lo espontáneo que convierte a cada ser humano en un imponderable; dueño, sin embargo, de una decisión inquebrantable que es la de ser fiel al mensaje, al gesto, a la vida y a la muerte del hombre de Galilea.
Un murmullo creciente nace en las graderías y se levantan como un eco multiplicado, es el ingreso del Pastor Carlos Rivas  que llega con invitados y con un minero Chileno, de esos hombres que nunca perdieron la esperanza aun estando soterrado 700 metros bajo tierra. Antes de este momento una música religiosa pero tropicalizada y humanizada mantenía los espíritus  y  los cuerpos danzando en una fiesta colectiva; pero llegó el momento de la palabra para producir el matrimonio entre los sentidos fervorosos y la palabra pausada, pensada y analítica del Pastor.
Es una fiesta de luces que busca alumbrar los corazones y llevar ideas a la luz misma, por eso el pastor empieza su mensaje analizando la realidad del país, de manera fría, exacta, ponderada y descarnada, al fin y al cabo la realidad resulta ser independiente de lo que pensamos de ella y teniendo sus propios pies y sus propias energías avanza por sus propios caminos.
Generalmente nosotros alcanzamos a pensar sobre lo real sin bordear, en ocasiones, a la verdadera realidad. El pastor, que se nutre de la información que le llega de su trabajo, nos presenta un panorama escuchado con atención y con tensión por los asistentes.
Yo no he venido solamente a ser análisis político -dice el Pastor, - somos constructores de esperanza y constructores de fe y seguidores de la palabra de Dios-, abre la biblia y empieza a leer, la atención implosiona en aplausos y alegría, en los rostros de todos hay una apacible coincidencia y un evidente desencuentro con una realidad social, económica y política que choca con el mensaje del evangelio cristiano.
Sigue la presentación de cantantes profesionales miembros de la Iglesia, son figuras internacionales que logran que los asistentes canten y dancen haciendo de la fiesta una total participación, pertenencia e identidad. La música, la palabra, la fe y la esperanza recorren los graderíos y se  instalan en los corazones.
En un momento todo queda a oscuras. Es la hora de las luces de colores y de la pólvora que ilumina el cielo nocturno de figura, líneas y luces. Todo estalla, todo danza y todo en el cielo anuncia la buena nueva de la palabra, mientras la noche cae, como manto lleno de estrellas, sobre el Estadio y sobre la ciudad de San Salvador.
Una fiesta popular y de esperanzas está llegando a su fin, en los rostros no aparece el cansancio y en el ánimo no asoma el agotamiento, todos y todas son energía viva y son una vida que al estar llena de fe, confianza y realidad pueden anunciar una boda cariñosa entre la palabra, la oración y la vida.

Una fiesta, una iglesia, un pueblo | 10 de Enero de 2011 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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