Carlos Girón S.21 de Enero. Tomado de Diario Co Latino.
Que el Gobierno que preside Mauricio Funes es un Gobierno de cambio, sí; no hay duda. Está
a la vista y sólo los ciegos y los necios podrían no verlo para confirmarlo.
En términos globales, el actual Gobierno está respondiendo al deseo y la voluntad de las grandes mayorías que votamos por él en las elecciones del 15 de marzo de 2009 para que accediera al solio presidencial.
Alguien calificó a Funes como estadista vistas sus primeras acciones en el ejercicio del mando presidencial. Puede ser que le cuadre esa distinción, pero hay que esperar un poco más para decir que sí lo es, definitivamente. Y de hecho, sigue dando pasos en esa dirección.
Las medidas novedosas e inéditas adoptadas en estos últimos días son singulares, pocas veces vistas no sólo en nuestro país, sino en la mayoría de los vecinos latinoamericanos.
Prohibir mediante decreto ejecutivo a todos los funcionarios de su administración, prevalerse de sus cargos para hacer propaganda partidista, es algo que jamás se había visto en nuestro país. Más bien, era todo lo contrario. El propio jefe del Ejecutivo no se escondía ni tenía vergüenza de andar de la ceca a la meca ponderando sus acciones y hablando excelencias de su partido, preparando terreno para comicios venideros.
Funes ha prohibido a los funcionarios hacer propaganda ni siquiera a favor del FMLN (porque tiene gente de otros partidos), que le sirvió de entarimado para alcanzar la Presidencia de la República. Novedoso es el hecho aquí de que a pesar de eso ni ha querido apoderarse del partido como tampoco se ha dejado subyugar o someterse a sus dictados, manteniendo su independencia en todo momento de los dirigentes del partido.
¿No es acaso evidente la diferencia frente a aquellos otros que se adueñan del partido y lo manejan con prepotencia a su antojo, quitando y poniendo gente al capricho y desoyendo los reclamos de “las bases” para que se vayan y dejen el mando a otros?
El decreto que veda el proselitismo partidario a los funcionarios, sin embargo, no atenta contra sus derechos cívicos y ciudadanos. Si ellos quieren apoyar a su partido y trabajar por él con vistas a los venideros procesos electorales, está bien, que lo hagan… pero que renuncien a su cargo. Así lo ha expuesto el gobernante. Bien claro.
Pero eso es secundario. La mejor novedad de ese inédito estilo de gobernar, es el giro de la mirada del gobernante y su equipo de trabajo hacia aquellos sectores más desprotegidos y necesitados. Digan si no es una valiosa ayuda a los padres con hijos en edad escolar, la entrega de paquetes de útiles; uniformes y calzado, liberación del pago de “cuotas voluntarias” que se acostumbraban en escuelas e institutos oficiales, refrigerios y vasos de leche para los infantes en todo el país.
Está también la entrega de ayuda económica en efectivo a muchos ancianos y ancianas en diversos municipios del país. Y ahora, otro paso muy sabio: el aumento de las pensiones de nivel de salario mínimo a más de $200 dólares, de los dos sistemas, el público y el privado, con lo que se viene a beneficiar a más de 40 mil familias salvadoreñas. Esa clase de gestos ni por asomo se vieron o se dieron durante los pasados 20 años de gobiernos.
¿Hay o no un cambio de calidad respecto del pasado reciente? Sí, lo hay y la gente lo ve y lo siente, como también intuye que nadie dentro de las esferas oficiales está robando nada, ni aprovechándose del puesto ni del presupuesto fiscal para favorecer intereses particulares, como empresas o negocios propios, como ocurrió en las dos décadas pasadas que acabaron por dejar en bancarrota a la Nación.
Hay cambio también en la política exterior, comenzando con haber puesto fin a los entreguismos vergonzosos, genuflexos de los gobernantes anteriores ante gobiernos extranjeros, que enajenaron por completo la soberanía, como el caso de la dolarización del país que impuso en un madrugón, sin decir “agua va” Francisco Flores –lo que sirvió para disparar el costo del nivel de vida, golpeando en particular a los sectores y las familias más desposeídos.
En ese ámbito, la administración Funes ha dado un paso adelante. Restableció las relaciones diplomáticas con la hermana Cuba, tras un rompimiento tonto de las mismas hacía casi medio siglo. ¡Ah! Pero eso no fue óbice para que ciertas empresas grandotas nacionales hicieran y mantuvieran buenas relaciones de negocios con la heroica isla de José Martí y Fidel Castro. No, el pisto no se fija en nimiedades, igual que no tiene patria.
Novedoso el estilo de gobierno de Funes es eso de saber mantenerse equidistante de todas las influencias externas de poder o de injerencismo. Es cierto que cultivó una gran amistad con el anterior presidente Lula de Brasil, como parece que la sigue teniendo con la nueva mandataria; es cierto que las medidas de gobierno de allá han inspirado algunas de las aplicadas acá, pero, que se sepa, no se traspasan límites. Con Venezuela también mantiene relaciones de amistad, pero nada más. Lo mismo con los gobiernos del Norte, nada de entreguismos ni de sobalevas. Lo que hay es dignidad y respeto para todos.
Bueno, con esa clase de acciones, no hace falta que los funcionarios anden haciendo propaganda para el partido: el pueblo elector sabe desde ya por quiénes se inclinará al momento de acudir a las urnas electorales viendo las medidas positivas de buen gobierno que se están dando. Allí está de nuevo la sabiduría de Mauricio Funes.
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