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2010/11/01

LPG-¿Hacia dónde vamos?

 Escrito por Juan Héctor Vidal.01 de Noviembre. Tomado de La Prensa Gráfica. 
opinion@laprensa.com.sv

“En el mejor de los casos, el país está estancado”, sostuvo el disertante principal en el evento “Resultados y análisis del Informe de Competitividad del Foro Económico Mundial 2010-2011”, celebrado el jueves anterior bajo el patrocinio de INCAE, FUSADES y ANEP.

El estudio, que abarca 137 países, ubica a El Salvador en el lugar 82, lo que significa un retroceso de 5 escalones respecto a la posición que ocupó en el informe anterior (77). Esto equivale a decir que a las empresas nacionales se les ha hecho más difícil acceder a los mercados internacionales y a las extranjeras nuestro mercado se ha vuelto más accesible. Las prácticas de comercio desleal tienen mucho que ver en este escenario, donde China se lleva el trofeo.

El índice de competitividad combina más de un centenar de variables, pero el informe las sintetiza, al referirse a nuestro precario desempeño, en los problemas: delincuencia, incertidumbre política, acceso al financiamiento, burocracia y corrupción. Ante este diagnóstico, cualquiera podría afirmar que el Foro no nos está diciendo nada nuevo. Los principales hallazgos de las encuestas de opinión así lo sugieren.

Sin embargo, la comparación internacional ayuda a comprender mejor los esfuerzos que debemos realizar para lograr una inserción más relevante en el mercado global, a través de mayores exportaciones de alto valor agregado y una sustitución eficiente de importaciones. Esto no deja de ser paradójico en un país que eventualmente fue considerado –dentro de la nueva economía que empezó a construirse en la primera mitad de los 90– como uno de los alumnos más aplicados del Banco Mundial y el FMI, bajo el sello de calidad del Consenso de Washington.

Obviamente, la tarea se complica, cuando constatamos que durante 15 años hemos estado a la zaga en crecimiento económico en el hemisferio y que recientemente solo hemos superado a Venezuela y Haití, lo que presumiblemente se replicará en 2010.

Y si en un ejercicio simplista fuéramos a medir nuestro grado de competitividad por el coeficiente exportaciones/PIB, diríamos incluso que la apertura ha funcionado mejor en países de menor desarrollo relativo que El Salvador. Por ejemplo, en Honduras y Nicaragua, cuyo PIB únicamente representa alrededor del 60% y el 40% del nuestro, esa relación superó en 2009 en más del doble la lograda por El Salvador (16%).

Algunas de las fortalezas señaladas en el estudio son la infraestructura y la solidez del sistema bancario. En el primer caso, tengo dudas sobre que el capital básico con que contamos sea un factor que favorece la competitividad. Por ejemplo, el costo de la energía eléctrica fue considerado por el presidente de la ASI como una “piedra en zapato”, mientras que el consultor principal destacó cómo los costos del transporte erosionan la competitividad de los exportadores. En el segundo caso, me pregunto ¿de qué sirve una banca sólida si no acompaña las tareas del desarrollo nacional y por el contrario, favorece el consumismo, el arraigo de la especulación y una cultura rentista? La dolarización, aunque no fue tocada explícitamente, tampoco favorece la competitividad.

Pero si las remesas familiares hacen la diferencia, ¿por qué preocuparnos de ese tema? Esto ha sido así y lo seguirá siendo, mientras no comprendamos la importancia que tiene en el desarrollo nacional, una inserción eficiente en el mercado global. Esto pasa por entender que en esta tarea, todos tenemos algo que aportar, si actuamos bajo una visión compartida. Los desafíos son enormes, pero eludirlos equivale a pavimentar el camino para seguir retrocediendo.

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P. D. Si bien con un lenguaje muy propio, el presidente del BCR recoge con bastante propiedad la opinión que la mayoría de la población tiene del comportamiento de buena parte de los diputados.

¿Hacia dónde vamos?

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