Sin medidas de reactivación, acompañadas de la desactivación de las desconfianzas, por más malabarismos que hagamos, la economía no crecerá.
Escrito por Roberto Rubio-Fabián.01 de Noviembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
Las finanzas públicas deben ser estables y sostenibles. Estables, en el sentido de mantener las cuentas del fisco equilibradas, para contribuir a la estabilidad macroeconómica, para suministrarle a la economía real un entorno financiero y monetario favorable. Sostenible, en tanto que las finanzas públicas debe proporcionar recursos suficientes para hacer frente a los compromisos financieros y sociales del Estado, así como para contribuir a impulsar el crecimiento y el desarrollo nacional.
¿Son estables nuestras finanzas públicas? No pueden serlo cuando desde hace muchos años los gastos corrientes se cubren crecientemente con deuda y no con ingresos corrientes; cuando los gastos públicos tienden a subir más que los ingresos; cuando nos endeudamos para pagar deuda y cuando esta, ante la falta de crecimiento, empuja arriba del 50% del PIB; cuando hay presiones hacia mayores déficit fiscales; cuando tenemos un saldo ingresos/gastos que no alcanza siquiera para pagar los intereses de la deuda (balances primarios negativos).
¿Son sostenibles? No lo son bajo el actual modo de funcionamiento de la economía, y sobre todo en un escenario de bajo crecimiento económico. “A puras penas” alcanzamos a cubrir nuestros compromisos financieros. Menos tenemos para ir cubriendo las crecientes demandas sociales. Las finanzas públicas no son financiera y socialmente sostenibles con una de las cargas fiscales más bajas del continente (12-13% del PIB), con balances primarios permanentemente negativos, con niveles de inversión pública que apenas superan el 3% del PIB, con gastos destinados al apoyo del desarrollo económico que apenas llegan al 2% del PIB (1.8% del PIB para 2010), con un gasto en desarrollo social que no ha superado el 8% del PIB desde 2005.
La situación se complica si el actual escenario de confrontación y desconfianza entre el gobierno y el sector privado no permite avanzar como se debe en el logro de un pacto fiscal, ni en el incremento/atracción sustantiva de inversión privada nacional y extranjera.
Lo que más o menos está permitiendo mantener el equilibrio de las finanzas públicas es el fuerte apoyo de la banca multilateral y el creciente endeudamiento. Esto permite al equilibrista mantenerse sobre la cuerda. Es el principal cometido de Hacienda. Si la situación económica no se deteriora, y la banca multilateral sigue apoyando, posiblemente el equilibrista no se desbarranca en los próximos años.
Ahora bien, el oficio del malabarista no es mantenerse sobre la cuerda sino avanzar sobre ella. Si a la larga no avanza, tarde o temprano el equilibrista se cae. Valga señalar que la dinamización/avance de la economía ya no es tanto responsabilidad de la Hacienda Pública, como de los responsables de la política económica. Hacienda podrá mantener estabilidad fiscal, obtener recursos y préstamos para hacer frente a sus compromisos, así como para impulsar el crecimiento económico. Sin embargo, esta supuesta estabilidad y sostenibilidad fiscal de poco servirá si no hay una política económica que canalice adecuadamente esos recursos, si no hay un buen director de orquesta que la dirija, si los fondos no se ejecutan con eficiencia y no se orientan adecuadamente, si no hay previsibilidad y rumbo en las apuestas productivas, si la política económica carece de imaginación para reactivar sostenidamente la economía. Habrá dinero, habrá préstamos, habrá equilibrio presupuestario, habrá relativa estabilidad macroeconómica, pero no habrá crecimiento y menos desarrollo.
De ahí la importancia de las medidas de reactivación económica. Tenemos un plan anticrisis, cuyo objetivo era amortiguar los impactos sociales de la crisis. Tenemos un Plan Quinquenal, que más que una estrategia de desarrollo, es un documento orientador de algunas acciones gubernamentales. Pero no tenemos todavía un plan o estrategia estructurada de reactivación económica (que no es lo mismo que las medidas de apoyo al crecimiento que instancias o ministerios gubernamentales realizan por su lado). Y sin un plan y medidas de reactivación, acompañado de la desactivación de las desconfianzas, por más malabarismos fiscales que hagamos, la economía no crecerá, y en consecuencia, no habrá a medio plazo manera de asegurar estabilidad y sostenibilidad fiscal.
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