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2010/11/03

LPG-Editorial-El tema seguridad se mantiene al rojo vivo en el país

 Estamos pagando las gruesas facturas de las irresponsabilidades acumuladas, y hoy las medidas de ocasión o los giros circunstanciales de estrategia ya ni siquiera sirven para levantar alguna expectativa.

Escrito por Editorial.03 de Noviembre. Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

Es a todas luces evidente que estamos padeciendo, desde hace mucho, una pandemia criminal, frente a la que por ahora no se ven señales ciertas sobre mejorías sustanciales y sostenibles. Es claro que la situación actual tiene raíces profundas, y que ha llegado a lo que es porque durante largo tiempo se dejó de hacer, institucional y socialmente hablando, lo que debería haberse hecho. Una vez concluido el conflicto bélico, los liderazgos políticos y sociales volvieron la cara hacia otro lado, como si la normalidad anímica del país se fuera a conseguir sin ningún esfuerzo planificado y responsable. El estrés postraumático completamente desatendido se unió entonces a algunos otros factores como los efectos de la emigración masiva y la falta de una verdadera oferta de futuro para la población en general, y muy especial para los jóvenes. Estamos pagando las gruesas facturas de las irresponsabilidades acumuladas, y hoy las medidas de ocasión o los giros circunstanciales de estrategia ya ni siquiera sirven para levantar alguna expectativa.

Se informa que en octubre se contabilizaron 11 homicidios por día, en comparación con septiembre, mes en el que se bajó a 7 homicidios por día. Estamos en las mismas: en el pimpón de los números estadísticos. Y eso cuando ni siquiera hay una fuente estadística verdaderamente confiable. Y, para más signo alarmante, en el mes recién pasado se produjeron 5 masacres en distintas partes del país, aparte de que los homicidios en el ámbito del transporte público siguen estando a la orden del día.

A estas alturas, debería ser ya indiscutible que un auténtico y efectivo control de la emergencia delincuencial que padecemos no es tarea que pueda circunscribirse a las autoridades policiales, fiscales y judiciales, en cuyos ámbitos desde luego hay muchísimo por hacer. La cuestión básica es de orden social, y en tanto no se incida eficazmente en ese orden, todos los otros empeños irán quedando en la superficie de la verdadera problemática. Pero tal incidencia indispensable tendría que ir acompañada de veras por un accionar frontal contra el crimen organizado y contra las estructuras criminales de las pandillas. Es decir, la ley, la institucionalidad establecida y la sociedad organizada tienen que constituir un núcleo virtuoso de lucha para encarar el mal que nos aqueja.

En lo que toca a la Policía y a la Fiscalía, es patente que hay un grave déficit histórico en el tema de la investigación criminal. Desde hace años venimos oyendo que ya se reforzó tal estructura o que ya se capacitó tal personal, pero, si eso se ha hecho, es notorio que no ha sido suficiente. Es hora, pues, de construir un proyecto de efectividad investigativa que vaya mucho más allá de la imaginación constante del crimen y que pueda contrarrestar la inmensidad de recursos con los que éste cuenta. Y, por otra parte, la inteligencia policial también debe estar en la vanguardia.

Desde hace años se ha tratado de utilizar para fines de imagen el trabajo de seguridad, como se vio en las inservibles “Mano Dura” y “Súper Mano Dura”. Eso es perder el tiempo y botar los recursos. Respecto de toda esta temática, tan vinculada a nuestras debilidades estructurales endémicas, lo que se impone, ya con apremio imposible de disimular, es un proyecto nacional de reconstrucción de los tejidos sociales y de los entramados institucionales. Lo primero que tendría que hacer el liderazgo político del país es un ejercicio reflexivo e interactivo, que genere un mapa de situación y una hoja de ruta. Para no continuar en este juego de apariencias.

El tema seguridad se mantiene al rojo vivo en el país

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