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2010/11/02

LPG-Dos revolucionarios

 Escrito por Geovani Galeas.02 de Noviembre. Tomado de La Prensa Gráfica. 
geovanigaleas@hotmail.com

Lejos de mí insinuar, en mi columna anterior, que el doctor Fabio Castillo Figueroa, al recibir dinero de dos millonarios para financiar la huelga general de 1944, cometió una acción reprobable. Al contrario, creo que sus credenciales como hombre de izquierda son impecables, más allá del hecho de que uno pueda o no compartir sus ideas.

El hecho de que en aquella ocasión haya caído el dictador pero no la dictadura no es atribuible a que la huelga fuera “comprada por la derecha por debajo de la mesa”, como apuntó un lector. La explicación es otra: cuando el general Hernández Martínez anunció su retiro del poder, los tres miembros del comité secreto universitario concluyeron que habían cumplido su tarea, que en adelante los políticos tomarían las decisiones pertinentes, y que ellos tenían que regresar a sus estudios.

Fue una decisión noble, que revela la ausencia de ambiciones personales. Pero también fue una decisión políticamente ingenua, a la luz de los hechos posteriores. Esto lo ha reconocido el mismo Castillo Figueroa. Sin embargo, los hechos posteriores dan cuenta de la consistencia de sus convicciones. Aunque algunos no lo recuerden, o finjan no recordarlo, la lucha armada revolucionaria en El Salvador tuvo dos fundadores de talantes muy dispares: Salvador Cayetano Carpio y Fabio Castillo Figueroa.

Carpio nació en un hogar sumido en pobreza extrema, fue un obrero formado como dirigente en la Escuela Superior de Cuadros del Partido Comunista de la Unión Soviética, y después de persecuciones, cárceles y torturas, llegó a ser secretario general del partido comunista salvadoreño. Era moreno, bajito y delgado pero fibroso, física y espiritualmente parecido a un guerrillero vietnamita. Su lugar era el sindicato y su bandera la moral proletaria.

Castillo Figueroa viene de una familia de alcurnia. Se educó en los mejores colegios, se destacó como basquetbolista, se graduó como médico y se especializó en fisiología en universidades de Europa y Estados Unidos. Llegó a ser miembro de una Junta Cívico Militar de Gobierno. Es alto y delgado, blanco y de cabello muy claro, con todo el porte y las maneras de un gentleman. Un revolucionario de élite que prefiere conspirar en francés. Su ambiente es la universidad y su exigencia la calidad intelectual.

Expulsado del partido por su radicalismo ideológico y su intención de volcarlo hacia la lucha armada, Carpio se replegó a la profundidad de los sindicatos para fundar la guerrilla a partir de un núcleo de abnegados obreros comunistas, cuyo horizonte era la construcción de la unidad popular para la implantación de la dictadura del proletariado, luego de una deliberadamente larga y sangrienta guerra orientada por el odio de clase.

Encumbrado en la rectoría universitaria y en la condición de candidato presidencial, Castillo Figueroa también fundó una guerrilla, pero a partir de un grupo de brillantes estudiantes de clase media, y media alta, provenientes de un sector radicalizado de la democracia cristiana. El objetivo era la unidad nacional, la alianza de todas las fuerzas progresistas del país, incluyendo sectores militares y empresariales, para terminar con la dictadura y establecer la democracia, lo más pronto posible y sin mayores derramamientos de sangre, idealmente mediante un golpe de Estado.

Así fue como nacieron a principios de los años setenta las FPL y el ERP. Y ahí en su origen y sus fundadores está la explicación de sus concepciones y estilos, logros, taras, diferencias y posturas actuales. En lugar de repetir por inercia consignas de ocasión, bien harían los simpatizantes de la izquierda con indagar la historia y preguntarse qué pasó con Cayetano Carpio y su proyecto, distinto y distante del proyecto de Fabio Castillo Figueroa. En esta historia hay seres humanos e ideas en movimiento, no hay santos ni demonios ni dogmas.

Dos revolucionarios

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