Cristina López G.14 de Noviembre. Tomado de El Diario de Hoy.
Nuestro país tiene muchos problemas. Sin embargo, uno de los más fáciles de ignorar (porque a veces conviene), es que tenemos un gobierno que se desvive por hacernos felices. Ya sea con evidentes intenciones electoreras o buscando impacto positivo en las encuestas, o con una bien intencionada pero errada política de pensar que sabe, mejor que nosotros, lo que más necesitamos.
Por mucho que las intenciones sean buenas, el asumir que detrás de ciertas políticas públicas sin fundamento técnico se encuentra "el bienestar general", no es más que una postura sentimental y arrogante.
Para muestra de lo anterior, pueden enumerarse los subsidios mal focalizados al agua o al gas, que por "ayudarle a la población", dejan en sequía las arcas del Estado, y no contribuyen a un verdadero aprovechamiento de los recursos naturales, tan escasos en nuestras tierras.
También por "ayudarnos", se habla de regular los precios de las medicinas, ya que es más cómoda esta medida, que terminar con los acuerdos clientelistas y oligopolistas que impiden que una competencia sana, equilibre el terreno de los precios en el mercado farmacéutico. Seguramente, también es velando por nuestro bienestar que son altísimas las barreras de entrada para medicinas extranjeras, que podrían fácilmente competir en el mercado nacional y ampliar las opciones y rangos de precios para el consumidor salvadoreño.
Con el aparente propósito de cuidar de nuestra salud, los medicamentos del exterior deben ser aprobados por burocráticos estándares nacionales de calidad, sin tomar en cuenta la aprobación en su país de origen, donde las autoridades se han asegurado ya de la seguridad de su consumo, obstaculizando aún más la entrada a competidores y favoreciendo a pocos productores.
Otra cosa que se hace por nuestro bien, es tolerar la agenda de los empresarios de transporte, a quienes se brinda tratamiento preferencial desde el Ejecutivo y la Asamblea, dando subsidios a cambio de servicios inseguros y de pésima calidad para no afectar "una industria tan sensible para la población", sin pensar que lo mejor para el ciudadano de a pie, sería que las leyes que impiden la circulación de buses chatarra, se cumplieran.
Posiblemente es también con la excusa de mejorar las capacidades de nuestros funcionarios, y aumentar la calidad del servicio de nuestra administración pública, que cada día nos desayunamos noticias de cuantiosos aumentos salariales y bonos en nuestros órganos de Estado, aderezados por las adquisiciones de flotas vehiculares y lotes de lujosos equipos de informática para el uso oficial.
No puede dejar de enumerarse en estas políticas, el interés de rescatar las finanzas nacionales, realizado a través del constante discurso de aumento de impuestos o del incremento desenfrenado de la deuda pública. Y, si el amor de los gobernantes hacia su pueblo se pudiera cuantificar en gasto público, no podría quedarnos duda de la devoción absoluta que nos tiene el Estado, ya que la austeridad fiscal sólo se menciona en los discursos, pero no en el actuar político.
A pesar de tanta ayuda, es innegable que nuestra situación actual dista mucho de ser la de una nación próspera, productiva y desarrollada. Las historias de los salvadoreños de éxito, normalmente son las de los emprendedores que con libertad y empeño, obtuvieron los frutos de su trabajo, sin ayuda del aparato estatal. No mentía el expresidente estadounidense Ronald Reagan, cuando señalaba que las peores palabras en cualquier idioma, son "Hola, soy del gobierno, y vengo a ayudarle".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.