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2010/05/17

Simpatizantes del FMLN-El presidente de “todos” los salvadoreños

 17 de Mayo. Tomado de Simpatizantes del FMLN.

En la historia reciente el del mandatario Mauricio Funes parece ser un caso insólito: controversial, a veces alejado de la población y, por el contrario, muy cercano a los “grupos” de poder económico, al menos se palpa en decisiones políticas y en largos y penosos enfrentamientos con dirigentes del partido que lo llevó al gobierno.
Esto lo distingue de sus predecesores que con buena o mala fortuna se trazaron un camino y por él siguieron por la obsoleta afirmación de “al presidente no hay que presionarlo”.

Y también se distingue el titular del Ejecutivo porque está en la línea de su conducta política: no permitir la menor disidencia, duda o crítica a sus funcionarios más cercanos. Los que ya abandonaron la nave hablan de nula tolerancia, de mínima comunicación y demasiado centralismo en las decisiones gubernamentales. Es preocupante porque la frontera hacia el verticalismo, el autoritarismo, es mínima, delicada, como esa telita en el oído interno.

Si lo anterior es verdad y sobran las evidencias que lo demuestran, puede estar dentro de la lógica de las cosas que “nuestro” actual presidente continúe rechazando o vetando leyes aprobadas por la fracción legislativa del FMLN o firmando decretos que no estaban en los propósitos originales del Programa de Gobierno. Alguna vez se ha dicho y no es malo repetirlo ahora que no es mal político aquel que, en un momento determinado, se vuelve dócil a la realidad en vez de aferrarse a fórmulas del pasado que van demostrando su ineficacia. El presidente Arturo Armando Molina se comprometió a “generar energía limpia para hacer producir miles de fábricas”; pero ya ustedes saben cómo terminó la presa hidroeléctrica del Cerrón Grande; también su clásico slogan “decisión, definición y firmeza”, acabó en el autoritarismo y en la intervención descarada de la Universidad de El Salvador.

En las actuales circunstancias, el mandatario ha incurrido en múltiples errores, son más pesados y dolorosos cuando afectan a las mayorías poblacionales, por ejemplo no sancionar la ley que eliminaba el cargo por acceso a la telefonía fija o permitir aumentos en la tarifa eléctrica o no controlar o erradicar la corrupción. El pedir a la fracción legislativa del FMLN aprobar nuevos préstamos para la construcción del Hospital de Maternidad o la carretera Diego de Holguín, sin antes haberse aclarado cómo se gastaron los dineros ya aprobados para tales obras en el gobierno de Antonio Saca, sería plegarse a hechos bochornosos, esconder la basura bajo la alfombra o simplemente hacer “eso” que los políticos de este país tanto acostumbra: borrón y cuenta nueva.

La población espera que la Asamblea Legislativa apruebe cuanto antes la Ley de Medicamentos y que sea sancionada por el presidente de la república. Introducirle “cambios” o reformas al gusto de los propietarios de laboratorios, de cadenas de farmacias o grandes importadores de medicinas, sería una traición al pueblo y ceder a las presiones y chantajes de los económicamente poderosos de este país. Aquí pueden existir suficientes medicamentos éticos o genéricos; pero los precios son totalmente prohibitivos para las clases más humildes. Como se puede apreciar esta sociedad no es la más feliz porque las soluciones y ofertas que se prometieron no se han cumplido ni tienen el brío o la audacia de cambiar las estructuras. A pocos días de cumplirse un año de este régimen, la situación económica del país sigue siendo precaria y lo más delicado se continúa suscitando fricciones que degeneran en violencia. La delincuencia común y el crimen organizado deben verse y analizarse en otro contexto.

Nadie que esté en su sano juicio podrá ver en la presencia del ejército en las calles o en el interior y en las afueras de los centros penales una “solución nueva”. Y la lógica parece indicar que si se tiene que recurrir a métodos viejos y contraproducentes, es porque en su momento no se dio con la solución adecuada. Más y más soldados a la calle, el tristemente chasquido de las armas llamando la atención de los salvadoreños. ¿Se desprende de esto que la fuerza armada es una institución indispensable y la alternativa para terminar con la delincuencia? De ningún modo; pero en un país donde alguna vez se han dado y ganado batallas de afirmación nacionalista, éste parece ser un camino más acorde con la locura que con declaraciones de solidaridad a antiguos postulados revolucionarios.

Desde los inicios de su gobierno, el presidente Funes se prometió una conducta amistosa, de estrecha colaboración y acercamiento con el imperialismo (Obama es nada más un sirviente o un mensajero de las grandes corporaciones norteamericanas) y también con el mandatario Lula de Brasil. Los hechos y las realidades, esas acciones que dan a las palabras su exacto valor, le hicieron ver la imposibilidad de encontrar puntos de acercamiento con sus colegas se América Latina, sobre todo en problemas tan candentes como el retorno de Honduras a la legalidad “democrática”, o la persistente inestabilidad en el Medio Oriente, se declaró (el presidente Funes) “favorable a la integración centroamericana, admirador de la Secretaria de Estado y no hacía falta aclarar que con ello hacía patente su calidad de víctima del imperialismo. No es agradable observar esta especie de equilibrismo político, mucho menos comprobar como nos alejamos cada vez más del natural mapa geopolítico de la región.

Nos guste o no, provocados o no, los hechos concretos se están produciendo en El Salvador casi con más celeridad que las declaraciones. Los grandes retos por venir, son de los que van a plantearle al presidente Funes su dócil acomodo a realidades insoslayables aunque no sean las que él hubiera preferido. Debe recordarse que no siempre un mandatario actúa por iniciativa propia. Hay demasiados compromisos e intereses políticos y económicos por cumplir. Por eso decíamos que está dentro de la lógica de las cosas que este mandatario en proceso actúe en función de los cambios urgentes en vez de aferrarse a las terquedades inútiles. Para ello debe escuchar, meditar, reflexionar sobre las peticiones del pueblo, de los sectores afectados por obras en marcha (caso de la presa del Chaparral) o saber medir las consecuencias de determinadas acciones. La renuncia del Ministro de Agricultura y sus señalamientos, por ejemplo, no deben verse a la ligera o simplemente esconder o evadir el problema declarando que “ya estaba estudiando la posibilidad de destituirlo porque él estaba en busca de un cargo en un organismo internacional”. La excusa o explicación es muy débil y no a la altura de un “estadista” o “líder” regional como lo llamó el señor Obama.

Y, de pasada, en la medida en que un “sano nacionalismo” por parte del gobierno cobre mayor énfasis, iremos perdiendo nuestro perfil del país folclórico para adquirir el que muy modestamente debiera correspondernos: el de ser un país serio. Por ahora no lo somos, no sólo por el cúmulo de problemas internos sin resolver, sino por esa risible política exterior actualmente en boga. No es de un país serio apoyar a un mandatario surgido de un golpe de Estado dándole la espalda, por el contrario, a todos los gobiernos democráticos de América Latina, como tampoco lo es, ceder a las presiones de empresas nacionales y transnacionales de la telefonía. No es serio, sino folclóricamente patético, que se entreguen paquetes agrícolas a políticos desgastados, inmorales y odiados por la población, a cambio de obtener favores de otro tipo en la Asamblea Legislativa.

Con toda la escandalera que se arma cuando uno de nuestros llamados “curas rojos” hace algún pronunciamiento de carácter en el que se cree advertir “intención política”, ahora tenemos un cura modesto que habla, arenga en nombre de Cristo y afirma no tener nada porque el poder público le ha dado seguridades. Esto cada vez es más folclórico y cada vez menos seriedad. Seamos, pues, serios. Ni dramáticos ni folclóricos; simplemente serios. Y si, como se advierte, más temprano que tarde, los cambios son inapelables, hagámoslos con seriedad. Dadas las condiciones extremas del país, ¿será esto mucho pedir?

Publicado por pocote

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