En la prevención es esencial el deporte, la música, los grupos de oración, la lectura. Pero, sobre todo, “escuchar a los jóvenes”, dice una maestra.
Escrito por Fernando Romero.18 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica.
La situación de violencia en el sector educativo llega a unos límites tan insospechados que la maestra de la asignatura Orientación para la Vida de un instituto público no quiso prestar su nombre para este artículo, porque, dijo: “Si lo publica, me pueden localizar con facilidad”.
Sin embargo, permitió hablar de sus pensamientos, que imparte todos los días en su materia, en la que trata de concienciar a sus jóvenes de que “la violencia no sirve de nada”, de que “a nadie le gusta que lo agredan, por lo que no hay que agredir a nadie”, de que “hay que vivir todos en paz”.
Esta maestra que sobrepasa los 50 años dice conocer bien a los jóvenes. Tanto que todos sus alumnos la quieren. A pesar de que acepta que entre sus estudiantes, en cursos pasados, ha tenido que lidiar con la rebeldía de algunos. Sin embargo, dice, nunca ha sido amenazada ni insultada por uno de sus alumnos.
“La clave está en saberlos escuchar”, dice. “A muchos de ellos sus padres no los atienden, ya sea por trabajo, ya sea por otras cuestiones. El maestro entonces, aunque jamás lo será en un cien por ciento, pero se convierte en padre y madre del joven”, asegura.
La maestra está convencida de que incluso los números de deserción escolar por causa de la violencia pueden evitarse, en ciertos casos, con el simple acercamiento de maestros, padres de familia y los mismos estudiantes, para atender los temores generados por los escenarios violentos que rodean los centros educativos.
En el INTI, el director Óscar Melara asegura que en lo que va del año escolar han dejado de asistir alrededor de 50 alumnos, en su mayoría como consecuencia de la violencia.
“Hemos sufrido la pérdida por fallecimiento de tres estudiantes en este año, todos por causas violentas. Por cada alumno que han asesinado se ha alejado un promedio de 10 estudiantes. Luego, otros 10 nos notificaron (sus padres) que ya no estudiarían más aquí porque iban a mudarse, porque en sus lugares de residencia estaban siendo extorsionados o amenazados de muerte. Y unos 10 han dejado de venir por razones económicas. Son estudiantes que viven lejos, fuera de San Salvador, y se les hizo imposible de repente seguir asistiendo”, detalla Melara.
Mientras tanto, la maestra apuesta todo a que la raíz y la solución de los problemas de los jóvenes “está en los adultos”. “Si un adulto es padre y educa, oiga bien, educa, y educar no es castigar, va a edificar valores en los jóvenes. Si el adulto ni siquiera es, ni está, educado, ¿qué puede esperar de sus retoños?”, dice.
La docente, que permitió presenciar sus clases, en las que todos participan, reclama que no se debe estigmatizar al joven: “No se puede ver como al demonio al jovencito o a la jovencita. Hacer eso es abandonarlos, y luego vienen los arrepentimientos”. “No hay jóvenes problema. Hay jóvenes con problemas. Ayudémoslos”, reflexiona.
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