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2010/05/02

LPG-La puntualidad, cortesía de los reyes

La frase completa de Luis XVIII, rey de Francia (1755-1824), es: “La puntualidad es la cortesía de los reyes y el deber de todas las gentes de bien” y desde entonces reverbera en el mundo como un mandamiento que no tiene excepciones.

Escrito por Ernesto Rivas Gallont. 02 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica.

 

Pero aquí la cosa es distinta. Llegar puntualmente a una cita es considerado una estupidez, solo los que no tienen nada que hacer son puntuales. Y ese principio parece haber invadido los más altos estratos del gobierno.

“Perdone, pero fíjese que el jefe está en una reunión y se va a tardar un poquito.” Has llegado puntual a las 2 de la tarde, pero te dan las 3 y no te reciben.

En todo país desarrollado, la hora exacta es indispensable. Si no fuese así, el hombre no hubiera llegado a la luna o no se podría estar explorando el espacio.

Para la exploración del espacio y muchos otros propósitos, los físicos están ahora midiendo el tiempo en atosegundos, es decir, una billonésima parte de un billonésimo de segundo.

Una preocupación mía de hace años ha sido la falta de apreciación nuestra respecto a la puntualidad, al hábito de estar a tiempo, la observación estricta de mantener puntualidad en todo lo que hacemos. Debemos sacudirnos de esa cultura de la falta de consideración para los demás.

Hay quienes tomamos la puntualidad como un hábito diario. Pero el problema es que nadie aquí parece apreciar ese hábito, con el resultado que los puntuales somos pocos.

En realidad, tenemos que acostumbrarnos a que la puntualidad no es solamente un deber, sino que parte de los buenos modales. Pero en nuestro ámbito parecería ser que lo contrario, es la norma. En otras culturas, el individuo que habitualmente llega tarde a un compromiso nunca será respetado o tendrá éxito en la vida, porque allí, la puntualidad es el alma de la vida. Lord Nelson, el almirante inglés, famoso por su participación en las Guerras Napoleónicas, especialmente en la Batalla de Trafalgar, decía: “Debo todos mis éxitos en la vida, por haber llegado siempre 15 minutos antes que la hora señalada”.

La impuntualidad es un robo al tiempo de otros, especialmente, la impuntualidad en el trabajo. Deberíamos acostumbrarnos a ser tan puntuales, como cuando nos cita el presidente de la República, o una persona importante, aunque ahora todos saben que el menos puntual de todos los funcionarios públicos es el presidente de la República.

Recuerdo muy bien la ceremonia de toma de posesión del coronel Arturo Armando Molina el 1 de junio de 1972. El presidente había convocado a las 9 de la mañana. Siendo exactamente esa hora, el nuevo mandatario hizo su entrada al Gimnasio Nacional, donde tendría lugar la juramentación. El Gimnasio estaba medio vacío y varios miembros del nuevo gabinete y el mismo presidente saliente, Sánchez Hernández, llegaron tarde.

En Ecuador, antes de Correa, el gobierno estimaba que la tardanza habitual le costaba al país 4.3 por ciento del PIB. Para remediar el problema, se realizó una campaña con el fin de cambiar el equilibrio. Centenares de instituciones, desde concejos municipales, hasta aerolíneas, firmaron un compromiso de puntualidad. Un periódico publicaba, por costumbre, una lista diaria de los funcionarios públicos que llegaban tarde a los eventos. ¿Qué tal si hacemos algo así nosotros? ¿A dónde quedaría el presidente Funes?

Lea más sobre este interesante tema hoy en mi blog, http://blog.netorivas.net

La puntualidad, cortesía de los reyes

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