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2010/05/15

LPG-De políticos y líderes

Uno de los pocos atributos que un político aún no puede construir solo a través de una estrategia de medios es el carisma. Se puede ser un político sumamente eficaz, pero difícilmente será un político capaz de movilizar bases sociales a fin de fortalecer o defender un proyecto de nación.

Escrito por Eduardo Cálix.15 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica.

Al reflexionar sobre el liderazgo y la capacidad de “seducción” de los políticos, Weber apuntaba en la dirección de la cualidad del carisma como uno de los elementos del mando y del ejercicio del poder.

El carisma puede ser utilizado para encabezar causas como la lucha por los valores democráticos, la libertad, la justicia o el racismo (Churchill, Reagan o Luther King) o promover la libertad por la paz (Gandhi), o por fomentar la esclavitud y la barbarie (Mussolini, Hitler o Amin).

En todos estos casos pueden identificarse dos factores fundamentales: el primero, el lenguaje oral y escrito y la capacidad de transmitirlo; el segundo, el lenguaje corporal que, de acuerdo con distintos estudios, resulta tan importante como el otro, pues es el inconsciente el responsable de captarlo, procesarlo y asimilarlo o rechazarlo.

Es importante destacar un tercer elemento que caracteriza al liderazgo: la credibilidad. Independientemente de la causa o la agenda que promueva un líder social, su capacidad de movilización depende de que la gente le crea, y esté dispuesta a creerle, pues le son asignados atributos como la veracidad, la autenticidad, la ética y el valor.

Además, un líder debe saber escuchar, no solo oír. La escucha, esa tarea tan preciada y que nos da la capacidad de comprender a los demás, ha sido en veces desterrada de las prácticas gubernamentales. En efecto, se abren canales para que la ciudadanía exprese su malestar, pero la escucha implicaría reaccionar de manera distinta: revisando esquemas de actuación y, sobre todo, definiendo los mecanismos para aterrizar respuestas adecuadas a las necesidades sociales.

La escucha es la precondición del diálogo. Hay algo peor que no escuchar: fingir hacerlo y seguir actuando como si nada nos hubiese sido dicho. Cuando nos aproximamos a los otros, estaríamos obligados primero a escuchar y, antes que emitir nuestra posición, debiéramos estar dispuestos a que, con base en la posición inicial del otro, tener la humildad requerida para revisar nuestras suposiciones.

Desde esta perspectiva, persiste en nuestra América Latina un enorme vacío de liderazgo. No se ha logrado, en consecuencia, construir un movimiento duradero que, más allá de la disputa electoral, permita plantear alternativas viables para alcanzar la verdadera paz social.

Por el contrario, el lenguaje, tanto verbal o no de nuestros políticos, resulta en casi todos los casos poco atractivo, si no es muchas veces agresivo. Si se piensa en nuestro país, en los acostumbrados debates acalorados en la Asamblea Legislativa, en el discurso versus los hechos, en la crítica sin sustento que señala pero no aporta.

Lo que no se termina de comprender es que el liderazgo no se construye con base en el maquillaje o apareciendo en las portadas, o en la confrontación en los medios, lo cual se ha convertido en la principal pasarela política del país.

El liderazgo surge cuando hay una historia de cercanía social con la comunidad; cuando se tiene la disciplina y la voluntad de estar cerca del pensamiento crítico y de generación de ideas; cuando se cuenta con una historia personal que acredita compromiso con las causas que cohesionan a la sociedad y, cuando se tiene la vocación de luchar por la equidad, la justicia y el bien común.

De políticos y líderes

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