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2010/05/06

EDH-Historia de un desaparecido

 Escrito por Marvin Galeas.6 de Mayo. Tomado de El Diario de Hoy.

(A los que ofrecieron ayuda a la mamá de Carlos, el joven asesinado a puñaladas hace unas semanas, les informo que su cuenta de ahorro ya está abierta. Es la 2540575943 del Banco Agrícola a nombre de Silvia Orbelina Granados Miranda).

Era negro como teléfono antiguo. Una franja blanca en el pecho y una divertida barbita le daban un aire de mago. Lo bautizamos con el nombre completo de Blaquiberto de los Ángeles Galeas Echeverría, conocido en el mundo perruno simplemente como Blacky.

No fueron pocas las ocasiones en que nos colocó en serios aprietos por su franca animadversión por los motociclistas. Una vez derribó a un sujeto con el cual tuve que llegar a una tensa conciliación. El muchacho me quería cobrar una verdadera fortuna, aduciendo que la vida se le escapaba. Sólo tenía un ligero raspón en la rodilla.

Odiaba las cadenas. Siempre se las arreglaba para escaparse de ellas. Su incorregible costumbre de romper bolsas de basura ajena fueron un dolor de cabeza y fuente de continuas amenazas de envenenamiento por parte de una malhumorada vecina.

Él y yo, en una casa donde habitan una esposa, tres niñas y una empleada, éramos los varones de la casa. Para mis hijas era una especie del hermanito que nunca tuvieron. Y para mí, el inseparable compañero de aventuras nocturnas (aunque nunca pasamos del parque de la colonia).

Un día nos avisaron que Blacky andaba por las calles caminando raro y con los ojos extraviados. Teniendo claro que a pesar de todo, mi perrito vivía una vida libre de drogas y alcohol, sospeché que la cosa tenía que ver con el envenenamiento. Lo encontramos tembloroso y con la mirada perdida.

Le dimos leche tibia, lo cobijamos. Lo llevamos de emergencia a una clínica veterinaria. Por el espejo retrovisor del carro veía su mirada suplicante. "Saldremos de ésta, amigo mío", le decía yo mientras hundía el pie en el acelerador.

El médico lo metió en cuidados intensivos. Luego de un tratamiento que no estuvo exento de inyecciones, píldoras y frotaciones, lo volvió literalmente a la vida. Por algún tiempo estuvo tranquilo. Pero pronto volvió a las andadas: Otra vez persiguió motociclistas, embarazó perritas y ¡ay! rompió bolsas de basura. Pero su miradita traviesa, su alegre despertar, su colita moviéndose de alegría cuando el Real Madrid metía goles, nos hacía que le perdonáramos todo.

Un día se fue a dar una vuelta por la cuadra. Nunca más regresó. Lo buscamos por todos lados. Nos aterraba el hecho de encontrar su cadáver en algún matorral. Unos decían que lo habían visto salir de la colonia en dirección a Plaza Merliot. Otros aseguraban que se lo llevaron unos sujetos que andaban en una camioneta Cherokee. Nosotros sospechamos siempre de la vecina mal humorada. Lo cierto es que Blaquiberto de los Ángeles Galeas Echeverría desapareció.

La primera noche sin el perrito fue terrible. Nos atenazaba la incertidumbre. Mis hijas, pequeñas entonces, preguntaban: ¿Dónde estará Blacky? Imaginaban que de pronto, como hacía siempre, rasgaría con sus garritas la puerta. O que lo encontrarían por allí, debajo de una cama o que quizá regresaría al día siguiente tras una noche de juerga. Jamás volvió. Pasamos muchas semanas angustiados y tristes por el gran vacío que dejó en la casa aquel querido animalito.

Sandra y yo pensamos muchas veces entonces en el tremendo dolor de todos aquellos cuyos seres queridos (no un perrito) fueron desaparecidos o asesinados. ¿Cómo puede dormir un padre o una madre, pensando en un hijo que no aparece? Cuando un ser querido muere, es doloroso. Pero lo es aún más cuando todo queda sumido en la niebla de la incertidumbre o de la impunidad. Muchas madres se me han acercado para preguntarme por un hijo que se fue a la guerra y que nunca regresó. Pasada más de una década, ellas no pierden la esperanza.

Hoy leemos las noticias sobre la muerte de tantos inocentes jóvenes. Y nos estremecemos y nos duele la incompresible defensa que algunos jueces y algunos políticos hacen de los criminales. Debemos hacer lo que esté a nuestro alcance para que en nuestra patria la vida sea respetada como el más grande privilegio de Dios; para que el asesinato sea un hecho extraordinario y no un rito cotidiano, para que nadie sea secuestrado o desaparecido... ni siquiera los animalitos como Blacky.

elsalvador.com :.: Historia de un desaparecido

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