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2010/05/10

Contra Punto-Editorial-Caso Dalton: Rescatar memoria y verdad para perdonar

Editorial. 10 de Mayo. Tomado de Contra Punto.

La paz, el inicio de la democracia y el cambio instaurado por voluntad popular, les brinda a los asesinos de Roque Dalton, la oportunidad de ser humildes, reconocer la verdad y pedir perdón

SAN SALVADOR

– Este 10 de mayo, se cumplen 35 años del injustificable y alevoso asesinato contra el intelectual más universal de El Salvador: Roque Dalton.

Dalton es, por su calidad poética y literaria, el más reconocido, traducido y criticado por la academia nacional e internacional, pero además, como teórico político, Roque Dalton heredó a El Salvador una fuente inagotable de teoría sobre la lucha social, como ningún otro político de la izquierda salvadoreña.

Esto último quizás es poco conocido, porque en esencia, sobre Roque Dalton y desde la misma izquierda local, se tejió un manto de silencio que debe ser quitado para restaurar en su justa media su personalidad y su afán como luchador social, revolucionario y democrático.

La familia de Dalton ha reclamado justicia y verdad para su padre. Justicia que como derecho constitucional el Estado les debe: en la Fiscalía ni en los tribunales salvadoreños, en 35 años, no hay ni una sola página ni un solo expediente sobre su asesinato, lo cual es una monstruosidad que coloca al sistema de justicia nacional, durante 35 años, en una verdadera impunidad.

Verdad: la familia Dalton tiene el derecho, que está contenido en las leyes universales, de conocer esa dolorosa verdad que los victimarios se niegan a reconocer: ¿Quiénes realmente ordenaron matar a Roque Dalton? ¿Quiénes y cómo fue ejecutado Roque Dalton? ¿Dónde realmente están sus restos mortales? Esta verdad está encubierta y enmascarada.

Pero, esta responsabilidad por el esclarecimiento de la verdad y la justicia, no es sólo por Roque Dalton; junto a él también fue asesinado un dirigente obrero que se llamaba Armando Artiaga, conocido como “Pancho”, en el seno del ERP. Testimonios de la época narran que también hubo muchos más muertos en aquel conflicto que fue protagonizado, con nombres, apellidos y seudónimos, entre otros y fundamentalmente, por Edgar Alejandro Rivas Mira (Comandante Sebastián Urquilla); Joaquín Villalobos (Comandante René Cruz o Atilio) y Jorge Meléndez (Comandante Jonás). Estos son ahora los sobrevivientes.

Las declaraciones públicas, impresas, filmadas y grabadas, dadas en su momento por Villalobos y Meléndez, son pruebas y confesiones de una parte de la verdad. Lo inmoral ha sido que, en el caso de Villalobos, después de haber hecho tantos reconocimientos, ha negado absolutamente su participación en el crimen.

En el caso de Meléndez, dice no ser asesino de Roque Dalton, porque aquello no fue un asesinato, sino un “proceso político”. Admitió, sin embargo, que “está orgulloso” de haber participado en ese “proceso” y que además él “sabe todo lo que sucedió” porque estuvo allí y que lo “contará” cuando él lo determine. ¡Vaya colaborador genuino y de confianza del actual gobierno del Cambio!

Lo realmente estremecedor de todo esto, es que no hay un descubrimiento de hoy ni de este mes de mayo, ni de este año. Todo esto era conocido desde hace mucho tiempo, pero ha estado debajo de la alfombra de la impunidad.

Resolver, en buena lid, el “Caso Dalton”, será responsabilidad del Estado salvadoreño y de la sociedad en su lucha por la justicia, la verdad y el verdadero respeto a los derechos humanos.

El Salvador debe encarar con valentía su pasado cruel. Los asesinos de Roque tuvieron “valentía” para matarlo, desprestigiarlo y desaparecer sus restos. Han confesado a medias.

En la actualidad, la paz, el inicio de la democracia y el cambio instaurado por voluntad popular, les brinda a los asesinos de Roque Dalton, la oportunidad de ser humildes, reconocer la verdad y pedir perdón.

La familia Dalton, así lo ha expresado, está en toda su capacidad patriótica de perdonar. Por duro que sea, las víctimas, siempre, siempre, tienen una inobjetable capacidad de la nobleza. Roque Dalton, y su amado El Salvador, no merecen otra prerrogativa.

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