Escrito por C. Marchelly Funes.03 de Mayo. Tomado de La Página.
En los últimos días hemos sido testigos de lo que sucede en el interior de algunos penales del país: tomas de los recintos, huelgas, desórdenes, entre otras.
Los reclusos exigen y se pronuncian en contra de lo que ellos creen es violación de sus derechos. La pregunta que cualquiera con tres dedos de sentido común se hace: ¿A dónde quedan los derechos de las víctimas? Es decir, ellos no están en las cárceles del país por ser ciudadanos ejemplares, están ahí porque violentaron la ley, atentaron contra la dignidad del otro, y ahora se rasgan las vestiduras demandando derechos. ¿Cuáles?
Si no se tuviera información de que en los centros penales del país se fraguan órdenes, planes de asesinatos a domicilio, crímenes y extorsiones, quizá la sociedad civil abogará por los privados de libertad, pero no hay indicios que demuestren que estos sujetos pretenden cambiar sus patrones criminales.
Hay que ver para creer. Sólo en El Salvador, como que fuera el país de las maravillas, los violadores, usurpadores, asesinos, entre otros, tienen el descaro de exigir mejores condiciones en los lugares en los que pagan sus condenas, cuando son ellos quienes deberían de estar haciendo cosas por la sociedad civil y por el país en general. Ellos, por el contrario, quieren gozar de derechos que desde el punto de vista de cualquier salvadoreño digno perdieron desde el momento en el que quebrantaron la ley.
Hay muchos que piensan que el hacinamiento es elemento generador del desorden en las cárceles; hay otros que acusan al sistema penitenciario de inoperante; y los más idealistas, que piensan que es por falta de mecanismos de rehabilitación y educación que los reos actúan negativamente.
Sin embargo, en el sistema penitenciario existen programas de readaptación _cursos, capacitaciones educacionales y técnicas, charlas de superación y espirituales_ que motivan a los reos a renunciar a sus amañadas prácticas y estar preparados para integrarse como personas productivas a la sociedad.
Las iniciativas existen: desde el gobierno central, entidades religiosas y hasta organizaciones no gubernamentales que buscan preparar y readaptar a estas personas. Pese a estos esfuerzos, los recursos con los que cuenta el Estado para solventar las necesidades básicas de los reos es limitada.
Es necesario prevenir y fortalecer el sistema penitenciario.
Está claro que los centros de detención no estarían llenos, hacinados, si hubiera oportunidades para los niños y jóvenes en situaciones de riesgo. No hay que perder de vista que este gobierno ha recibido un país en calamidad en todas las áreas y si a eso le sumamos que las gestiones anteriores no se interesaron por diseñar políticas de Estado que ayudarán reducir la brecha entre ricos y pobres, y a generar cambios estructurales en la sociedad menos favorecida.
Ahora, al primer gobierno de izquierda le llueve sobre mojado y salen a la luz pública todos los maquillajes que hicieron los gobiernos de derecha en el sistema penitenciario y de seguridad del país. A este Gobierno se le exigen soluciones inmediatas a los principales problemas que aquejan a la población, como si con mover el dedo índice bastara para solucionar la catástrofe de país que tenemos. Se necesitan recursos económicos, de infraestructura y, sobre todo, mecanismos de prevención que garanticen que nuestros niños y jóvenes no serán presa fácil de la delincuencia mañana.
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