Perdón y poder femenino (III)

 ¿Es posible que en nuestra sociedad podamos reconciliarnos y perdonarnos sin rencor? Me parece que hay cosas que no se pueden perdonar sin la intervención de Dios: 12 años de guerra han creado profundas heridas y brechas, pero nada que no pueda ser sanado si queremos. No se trata de abrir heridas, se trata de que, con humildad y sin petulancia, busquemos los que nos une y no lo que separa.

Escrito por Kalena de Velado.Domingo 06 de Diciembre. Tomado de La Prensa Grafica.

En la labor de sanar el corazón, la mujer tiene experiencia en la historia de la humanidad. Un ejemplo actual es el testimonio de Immaculée Ilibagiza, una sobreviviente del genocidio de Ruanda de 1994, que nos visitó gracias a la pertinaz insistencia de otra mujer salvadoreña, Gloria, una miembro de la familia Silhy, y al patrocinio de la Fundación San Nicolás, FUSADES y FUNDEMAS. La historia de esta ruandesa es la de una persona que vivió en carne propia el sufrimiento, la desesperación y la ira, pero que a pesar de todo tuvo la capacidad de convertir su corazón y encontrar paz en los momentos más difíciles de su vida. “Todo comenzó cuando yo estaba en la universidad. Tenía solamente 22 años, era una estudiante universitaria, en la víspera de la fiesta de pascua... mi hermano me dijo que habían matado al presidente del país y ahí fue donde todo paró y se dio la orden de comenzar el genocidio... muriendo toda mi familia...”, leemos en su libro “Sobrevivir para contarlo”.

Es doloroso darnos cuenta de que a quienes amamos es a quienes perdonamos con más dificultad cuando nos dañan o creemos que nos dañan, cuando en realidad el acto de perdonar indica verdadero amor. Al vecino desconocido lo perdono fácilmente porque no hay amor ni expectativas. Perdonar bien inicia con pedir a Dios que el corazón quiera “querer” hacerlo. Luego, Su Misericordia sanará las heridas y seremos capaces de volver a confiar...

La mujer tiene el poder de enseñar a quienes están en su entorno que somos hijos e hijas del mismo Padre y hermanos (as) del Dios Hijo, Cristo. “La llamada cristiana al perdón forma parte de lo que es más radical y nuclear del mensaje evangélico: el amor. Hablar del perdón sorprende, pero no es un aspecto distinto o particular del mensaje evangélico, sino que manifiesta el rostro cristiano del amor... el cual se aprende a partir de la Palabra, y el Espíritu de Jesús en el ámbito de la propia experiencia personal”. (Gaspar Mora, profesor de teología moral). Una mujer feliz elige poder hacer del alma una tela limpia, lavada con reconciliaciones pendientes, perdonando sin rencor, dejando el cansancio que arrastramos por tantas palabras hirientes que hemos vertido desde nuestros corazones empequeñecidos por la desconfianza.

Pronto será Navidad y celebraremos el nacimiento de Jesús. El mundo entero se detiene a contemplar este momento y se une a las celebraciones, quizás sin entender el verdadero sentido, pero para dárselo está el poder femenino de comunicar de forma creativa las tradiciones de nuestra cultura cristiana católica. Una de ellas es el rezo nacional del Santo Rosario el próximo 8 de diciembre, a las 11:30 a. m., por cadena de radio y televisión, para que a través de la Madre de Dios, la Virgen María, adelantemos el tiempo del Señor, tal como Ella lo hizo en las bodas de Canaán (Lucas 2, 1-11), y venga el perdón y el cese de la violencia en los hogares.

“Lamento que en El Salvador hayan vivido una guerra... el mensaje que quiero darles es que traten de perdonar, que puedan amar y perdonar al que les hizo daño... la paz es posible”, nos compartió en aquella ocasión esta poderosa mujer africana.

Perdón y poder femenino (III)